Casas serbias ardiendo en Kosovo |
Por Julian Borger Iba a ser difícil hacer dedo. Desde Zvecan, donde estaba Kostic, hasta la ruta hacia el norte que conducía a Belgrado estaba vacía si no fuera por ocasionales tractores o trailers que partían llenos de refugiados serbios. Las últimas de las 40.000 tropas serbias que el presidente yugoslavo Slobodan Milosevic había enviado para "pacificar" Kosovo habían cruzado el límite provincial en Leposavic horas atrás, mucho antes del cierre de medianoche acordado con la OTAN. Atrás, como una estela, quedaban una provincia destruida, la de Kosovo, y el trauma de generaciones de albaneses étnicos, puntuado por las tumbas masivas de las masacres serbias. En Studime, cerca de la ciudad de Vucitrn, donde Kostic había estado destacado, se descubrieron las tumbas de más de 100 albanokosovares, corroborando una vez más los relatos de una masacre por paramilitares serbios. Los serbios de Kosovo, en cuyo nombre el ejército peleó y mató, fueron abandonados para que se las arreglaran solos mientras los sobrevivientes albaneses buscaban venganza. A lo largo del camino que partía de Pristina se elevaban las humaredas de las aldeas serbias, a medida que grupos de albanokosovares saqueaban e incendiaban las casas de sus ex vecinos que ahora habían huido con las tropas. Las esperanzas de la OTAN de detener de algún modo la rueda de la venganza se habían hecho cenizas. A mitad de la mañana de ayer, casi todas las casas serbias en la ciudad de Graca ardían o ya habían sido consumidas por el fuego. Tractores conducidos por albaneses étnicos desde las aldeas vecinas iban y venían en el barro, cargados de muebles y utensilios domésticos robados. Sejdi Zabeli arrastraba una cama, una ventana, dos marcos de puerta y un colchón. "Todo esto es mío", insistía, como todos los otros conductores de tractores a los que les hacían preguntas molestas. "Sabíamos que los serbios de Graca se habían llevado nuestras cosas, así que fuimos casa por casa recuperando lo que es nuestro." "Dicen que las cosas son de ellos", explicó un sargento de artillería británico. "No tenemos manera de probar lo contrario", agregó. La mayoría de los albanokosovares decían que eran los serbios los que habían prendido fuego a sus casas. Pero los serbios se habían ido el día anterior, y muchos de los incendios parecían estar recién iniciados. Sólo Haki Maloku, un agricultor de 45 años que reclamaba la misma cantidad de madera que decía que le había sido robada de su casa semanas atrás, era capaz de admitir una verdad dura de digerir. "Algunos albaneses están enojados y frustrados. En muchos casos perdieron a todas sus familias, así que decidieron incendiar las casas serbias", admitió Maloku. Todas las aldeas ardían ayer desde Pristina a Kosovska Mitrovica. Pero al norte de esta ciudad industrial, los serbios decidieron poner un límite. Según ellos, los albanokosovares estaban obligando a los serbios a escapar de sus casas en las áreas albanesas de Kosovo. Una multitud de serbios se reunió en la orilla nordeste del río Ibar y no dejaba cruzar a los albaneses. Un serbio declaró: "Esta va a ser la frontera, y éste va a ser el lado serbio, desde aquí hasta Zvecan y Leposavic". Los disparos cruzaban el río mientras la multitud trataba de asegurar que no cruzara nadie que no fuera serbio. Era un intento de partición de la ciudad a último minuto, tolerado por las tropas de paz francesas, que colocaron sus tanques a uno y otro lado del puente. Después de cadenas de acontecimientos similares, muchas ciudades bosnias fueron divididas. Esas ciudades siguen divididas hoy, pero ayer era evidente --mientras dos muchedumbres rivales se aullaban la una a la otra-- que se había aprendido bien poco de su destino.
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