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Por Horacio Cecchi ¡Allá mamá, allá! gritaba el chiquito, no más de 4 años, asiendo de una mano a su madre, fuerte para que no lo arrastrara la multitud, mientras que con la otra señalaba la caja de vidrio y metal de un ascensor. La madre respondió al pedido. Con su hijo se ubicó en el último lugar de la larga fila de caras ansiosas por llegar a usar el pequeño ascensor para discapacitados de la nueva estación Juramento, del subte D. Habían pasado pocos minutos desde que Fernando de la Rúa inaugurara el último tramo de la línea, y ya las 5 mil personas que asistieron al acto paseaban por los andenes sólo por curiosear. La demorada inauguración abrió también el alivio y las expectativas de los alicaídos comerciantes de la zona, después de casi un año y medio de veredas y vidrieras clausuradas por el obrador. Ayer fue la última indisposición del tránsito de la avenida Cabildo, al menos hasta Monroe. A las 11 de la mañana, sobre la intersección con Juramento no quedaba ni un vestigio de las obras que abrieron el último tramo bajo tierra. En su lugar, entre 5 mil y 6 mil personas asistían, apretujadas como en un subte pero en la superficie, al acto de inauguración. Y para hacerlo posible, Cabildo fue cortada unas horas antes, desde Sucre hasta Mendoza. Dos tarimas levantadas sobre la vereda oeste de la avenida albergaban a vecinos invitados, una de ellas, y la otra a los funcionarios. Allí estaban el jefe de gobierno porteño, que media hora después cerraría el acto de la superficie con unas palabras y el vicejefe, Enrique Olivera, apretados entre empresarios, funcionarios y legisladores. Sólo las plumas de los soldados del Regimiento de Patricios sobresalían de las cabezas de la multitud. Se cantó el Himno, los funcionarios hicieron sus discursos. Fue bendecida la estación. Pese a la crisis financiera de la ciudad al asumir el gobierno, las obras recobraron su impulso y hoy estamos inaugurando en el tiempo de mi gestión proclamó De la Rúa, la tercera estación de la línea D. Y esto es para ustedes, vecinos. Después, desanudó la cinta y bajó las escaleras de la estación para inaugurar en el propio terreno. Las autoridades de Metrovías estiman en 50 mil el número de personas que transitará diariamente por la estación Juramento. Semejante movimiento y la apertura de las veredas sobre la superficie despertó cautelosas esperanzas entre los comerciantes del lugar. Esperamos favorecernos todos ahora dijo a Página/12 Ana María Fortunato, dueña de Blancomar, un local de ropa sobre la puerta de la estación. El 5 de febrero del 98 empezó nuestro calvario con el obrador. Nuestras ventas bajaron el 50 por ciento exacto y hubo una semana entera en que no hubo ingresos. Con una buena situación económica, esta inauguración vendría bárbara, pero como está el bolsillo de la gente, aspiro a que equilibremos las cuentas. Fue un año y medio de terror, dijo Eduardo, dueño de General Store, un local de artículos de regalo. Durante ese tiempo perdimos no menos del 30 por ciento de las ventas. Esto era lo más parecido a Vietnam asegura mostrando unas fotos de la vereda en obra. El consumo no viene con el movimiento, pero se va cuando nadie camina. Esperemos que ahora se normalice, coincidió Hugo, de la confitería Belgrano, mientras atendía una buena cantidad de clientes. No se crea, esta gente vino hoy, por el acto. El lunes pasado, también feriado, no había nadie. Juramento es la estación más grande de la red de subtes y la única que cuenta con ascensores para discapacitados, los mismos que ayer cubrieron la curiosidad del público mientras un grupo de discapacitados protestaba en la calle por lo que consideraba un acto de campaña.
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