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LOS SERBIOS RELATAN LA VENGANZA DE LOS KOSOVARES
"Yo nunca le hice mal a nadie"

 

El País
de Madrid

Por José Comas
Desde Orahovac

t.gif (862 bytes)  Unos 3000 serbios permanecen casi sitiados en su barrio de la parte alta de la ciudad de Orahovac, situada 25 kilómetros al norte de Prizren, y viven agobiados por la incertidumbre de quedarse a vivir en sus casas y tierras o abandonar Kosovo. Un retén de soldados alemanes, de la fuerza internacional de paz (Kfor), controla el acceso al barrio serbio de Orahovac para impedir la entrada de albano-kosovares con deseos de venganza. No obstante, los serbios se sienten inseguros y amenazados. No se atreven a bajar al centro de Orahovac, por temor a sus vecinos albano-kosovares.

Violeta Vasic, una joven mujer serbia, madre de dos hijos, subía ayer por la empinada calle adoquinada que conduce al barrio serbio de Orahovac. Violeta lleva en una mano una foto de su padre, Tijomir Miljkovjc, un agricultor de 71 años, en la que aparece el anciano el día de su cumpleaños ante unos pasteles, con una nieta en brazos al lado de su mujer. Entre lágrimas, explica Violeta que el pasado miércoles, tres días después de la entrada de las tropas de Kfor, unos individuos del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) secuestraron a su padre, le robaron el tractor e intentaron robarle también el coche. Desde entonces, no tienen noticias del secuestrado, salvo que el ELK dice que ya lo han liberado. Pero Miljkovjc no aparece.

Con la llegada de las tropas de Kfor y del ELK los Vesic dicen que los atacaron, les quitaron dinero y les destrozaron su coche marca Golf. Protegidos por Kfor, llegaron a Orahovac, donde se refugiaron en casa de un hermano. Ahora viven allí nueve personas en una habitación y no se atreven a salir del barrio y aventurarse más allá del retén de Kfor, que impide la entrada de albano-kosovares con ansias de venganza.

Violeta asegura que su padre no hizo mal a nadie y, con lágrimas en los ojos, muestra fotos de su hijo con otro niño de su edad albano-kosovar, al que buscaron un tratamiento médico en Belgrado. En otra de las fotos que muestra Violeta aparece ella misma con un albano-kosovar. Los dos portan un enorme retrato de Tito, con motivo de un desfile. Explica Violeta que todavía conserva amistad con el albanés de la foto. Desesperada, casi grita la mujer: "No hice nada. Nunca hice mal a nadie. Ayudé a los albaneses. ¿Qué hice equivocado? A los que hicieron algo malo, que los castiguen, pero no a nosotros".

El odio se palpa en Kosovo. Mientras Violeta, su hermano y su marido hablaban con este enviado, un grupo de jóvenes albano-kosovares los rodearon. Pronto comenzaron a increpar al marido de Violeta y lo acusaron de confiscarles la mercancía, cuando era inspector fiscal. "Era mi trabajo", explica Vesic, y recurre en su auxilio a la opinión del periodista: "Señor, en todos los países del mundo se controla la mercancía ilegal y el cumplimiento de la ley". El joven albanés le replica: "Pero a los serbios no se lo quitabas". Otro joven albanés, pelado al cero, le grita que le habían puesto la pistola en la frente. Vesic pregunta perplejo: "¿Yo?". "Tú, no, la policía", responde el joven. Los Vesic se marchan calle arriba. Los jóvenes albaneses aseguran: "Los serbios de este barrio mataron a nueve personas y todavía están armados".

En la calle se encuentran varias mujeres serbias que comentan la situación. Una mujer increpa al periodista: "¡Pregunte al ELK dónde están los 50 serbios secuestrados de los últimos dos años!".

Un joven moreno, de unos 30 años, que se niega a dar su nombre, explica: "Confiamos en los soldados alemanes y por eso nos quedamos aquí, pero no creo que podamos seguir. Kfor está con los del otro lado. Si ni siquiera pueden proteger a los viejos civiles, ¿qué podemos esperar? Una mujer dice que se quiere marchar: "Bajo estas circunstancias, no me puedo quedar aquí. La vida vale más que la casa o la tierra. Además, no podemos trabajar la tierra, porque no hay seguridad. No hay lugar para nosotros aquí. Esto no es vida".

 

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