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Elogio del fundamentalismo Norte-Sur

Por Mempo Giardinelli

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t.gif (862 bytes) La actitud de los dos candidatos presidenciales argentinos frente al arrebato feroz de las hordas del Sr. Rico deja tela para cortar, ceños justificadamente fruncidos y una reflexión sobre los vínculos con el llamado Primer Mundo. Porque los Dres. De la Rúa y Duhalde, con sus respectivas tolerancia y complacencia, no han hecho otra cosa que magnificar el atentado riquista. Igual que en los Estados Unidos hacen el Sr. Clinton y los Torquemadas que últimamente lo acompañan.
Veamos: allá en el Norte, luego de la “guerra humanitaria” que sigue perfeccionando el resentimiento étnico, ahora estudian los modos de censurar la libertad de lectura: van a prohibir determinados libros, videos e iconos en las bibliotecas públicas, so pretexto de que niños y muchachos no vean esas inspiradoras atrocidades. Por supuesto, no van a prohibir ni la fabricación ni la venta libre de armas –no sea cosa que se enojen los lobbies que tienen el verdadero poder– ni van a limitar en lo más mínimo la industria de la violencia cinematográfica y televisiva que exportan a países periféricos como el nuestro, donde nuestras gentes contemplan centenares de asesinatos y violaciones a diario para después salir a exigir “mano dura” a los Sres. Rico, Patti o Corach, según el caso.
Los fundamentalistas religiosos de aquel gran país –porque los Estados Unidos son indudablemente un gran país– han echado a perder muchas de las mejores conquistas que el espíritu y las luchas de los librepensadores habían alcanzado. Por lo menos desde Ronald Reagan, el retroceso es evidente: hoy se practica la censura en los medios; muchos ciudadanos sienten terror ante la posibilidad de ser llevados a los tribunales por cualquier estupidez; han convertido a las universidades en monasterios y la dictadura de lo que es “políticamente correcto” no ha hecho otra cosa que limitar las hasta hace poco sagradas libertades individuales. El cinismo del poder, combinado con la supina ignorancia de los ciudadanos medios norteamericanos, producen el milagro de no se vea lo que es obvio: que la violencia de niños y adolescentes es hija exclusiva de las relaciones sociales que se derivan de las relaciones de producción del capitalismo salvaje.
Correlativamente, acá en el Sur, la cada vez más evidente alianza de ex represores, espías, autoritarios de todo pelaje y ex carapintadas que mantienen embetunada el alma (alianza prohijada por quienes parecen decididos a incendiar el país antes de irse) también puede estar encaminándonos hacia la censura y hacia renovadas formas de violencia. Esto es gravísimo, pero lo que a mí más me alarma es que la respuesta de los candidatos presidenciales haya sido la que fue. Porque cuando los intelectuales que encabeza el Sr. Rico restauraron en el municipio de San Miguel las mismas viejas y detestables prácticas autoritarias, y atropellaron todas las formas democráticas, y patotearon a la oposición, y volvieron a meter miedo en la sociedad nacional toda, no se ha visto que los Dres. De la Rúa y Duhalde aparezcan como garantías democráticas para el futuro. Al contrario, si se escandalizaron por los episodios de San Miguel casi no se les notó.
Y también al contrario contemplamos, nuevamente azorados, cómo ese hombre que en el ‘87 debió ir preso en lugar de ser llamado héroe, ahora es protegido político del candidato Duhalde, quien no sólo no lo desplaza sino que en cierto modo hasta le redobla el amparo.
Y vemos que el candidato De la Rúa apenas hace alguna declaración políticamente correcta en lugar de ir a plantarse en La Plata ante las barbas de su rival para espetarle, como debió haber hecho: “Oiga, si usted quiere ser presidente de una democracia comience por echar y procesar aesos monstruos”. Con lo que de paso se perdió otra oportunidad de asumir un verdadero liderazgo.
Todo esto es muy peligroso, porque en la selva ciudadana los tigres parecen andar cebados y sueltos. Y encima ya se habla de elecciones electrónicas y por computadora, cuyo “estudio” está en manos de personas fuera de toda sospecha como el diputado César Arias y el ministro Corach... Allá, como ha escrito Rodolfo Livingston en este diario, habría que preguntarse por los pobres padres de Clinton, que criaron un hijo así. Pero acá tendríamos que estar mucho más alertas ante las posibilidades del odio: un fujimorazo de último momento, el incendio generalizado del país, algún crimen o “suicidio” inesperado, el fraude electoral que siempre reaparece, o incluso, Dios no lo quiera, hasta la posibilidad de que el Sr. Gostanián fabrique una banda y un bastón truchos para el próximo presidente. Porque todo es posible en el País de Nomeacuerdo, con los tipos que lo gobiernan, la oposición tan suavecita, un establishment todo servicio al servicio de cualquiera y un pueblo que por momentos parece tan distraído.

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