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OPINION
El Kosovo nuclear
Por Alfredo Grieco y Bavio

La serie de bombas subterráneas que India y Pakistán explotaron en mayo de 1998 fue todo un éxito. Desde entonces, Estados Unidos fue la voz cantante en medio de un coro mundial de angustia por los riesgos de que se encendiera un conflicto en el que las dos recién estrenadas potencias atómicas hicieran un uso más efectivo y menos experimental de las armas que ahora son su orgullo.
Las ansiedades norteamericanas tienen dos razones distintas pero convergentes. Por un lado, los gobiernos que siguen desarrollando con entusiasmo feroz sus programas nucleares antagónicos son fundamentalistas religiosos. En la India triunfó el fundamentalismo hindú, dejando atrás para siempre las décadas de laicismo de la que hoy es la mayor democracia de la Tierra iniciadas con la independencia del Imperio Británico. El desafío al secularismo no provino de multitudes histéricas en éxtasis, sino de políticos que supieron introducir el comunitarismo en el eje de la política india. Y la recíproca vale para la República Islámica de Pakistán, que no es laica ni de nombre. Con fundamentalistas, ni Estados Unidos ni la Unión Europea saben tratar.
Pero, integristas o no, los gobiernos de estos vecinos enemigos tienen aliados más pragmáticos, que a su vez están enemistados entre sí. El amigo indio tradicional es Rusia, y el paquistaní, China. Y estas dos naciones fueron más que instrumentales a la hora de auxiliar a programas nucleares tercermundistas que no conseguían llegar a un clímax.
Entre abril y noviembre de 1947, cuando ocurrió la partición de la India inglesa en los actuales India y Pakistán, 15 millones de personas, entre musulmanes e hindúes, se desplazaron huyendo, respectivamente, hacia el primero o el segundo de los nuevos Estados. Pakistán o India. Y cerca de dos millones murieron en las carreteras o en los “trenes de la muerte” -muchos de ellos en Kashmir–, a manos de bandas de musulmanes, o de hindúes y sikhs, armados con hachas, cuchillos o palos de hockey. Los dos países ya se enfrentaron en tres guerras fértiles en muertos. Dos de esos conflictos tuvieron lugar a causa de Kashmir, el único estado mayoritariamente islámico en la India. Desde 1971, está dividido por la ONU. Los musulmanes del Kashmir indio son una minoría oprimida en la nación hindú. Y como sus correligionarios de Kosovo en Yugoslavia, los kashmires preferirían separarse de la India, ser independientes y acaso fusionarse con Pakistán. No es casual la cerrada oposición india a la OTAN. Tenían el mismo conflicto en casa. Pero si explotara sería infinitamente más violento y planetario.

 

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