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“BOCANADA” INICIA EL CAMINO SOLISTA DE GUSTAVO CERATI
Sin la mochila de los Soda

El disco, con quince canciones, aparece el lunes, rodeado de una gran expectativa, en el mercado y entre los fans de Soda Stereo.

Idea: Cerati es uno de los grandes samplers humanos que dio la tercera generación de compositores del rock hecho en la Argentina y cantado en castellano.

Gustavo Cerati venía insinuando hace años una carrera solista.
La concreta casi a los 40 años, sin otra urgencia que la interior.

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Por Esteban Pintos

t.gif (862 bytes) El inminente lanzamiento del primer disco solista de Gustavo Cerati marca un nuevo y significativo mojón en el viaje sonoro de quien posiblemente sea el mayor compositor de canciones pop que haya alumbrado el rock argentino en los últimos veinte años. Titulado Bocanada, el cd que lo regresa de la oscuridad de varias catacumbas electrónicas en las que se había sumergido por propia decisión, resume buena parte de sus sensaciones, miedos, obsesiones, ideas e influencias, la mayoría de las cuales se fueron acumulando en su internación por un laberinto en el que se introdujo –sólo formalmente– el 21 de setiembre de 1997, pero en el que ya había estado dando vueltas desde antes. Sin embargo, aquel día de la primavera fue el primero en que Cerati se sintió liberado del peso de la mochila (en eso parecía haberse convertido) Soda Stereo, para la historia la gran bestia pop de la década del ochenta.
Quizá los antecedentes inmediatos, obvios, sean sus discos off-Soda de principios de los noventa, justamente cuando ya parecía que estaba todo dicho con el megatrío. Colores santos, su colaboración con Daniel Melero, y Amor amarillo, su primera incursión en solitario, encuentran –más de un lustro después– una lógica continuación. Pero eso no es todo, porque en el medio también figuran Dynamo –el disco del quiebre vanguardista de Soda–, Sueño estereo –un maduro conjunto de canciones de hombres maduros– y los experimentos electrónicos firmados por el colectivo Plan V y más recientemente por OCIO (su dúo con Flavio Etcheto). Sin que deba tomarse como peyorativo, Cerati ha sido uno de los grandes (si no el único) sampler humano que dio la tercera generación de compositores del rock hecho en la Argentina y cantado en castellano. En él se juntan y funden los Beatles, Spinetta, García, The Police, Elvis Costello, Ride y My Bloody Valentine, por citar sólo algunos nombres. Con ellos y desde ellos (¿hacia ellos?), ha escrito grandes canciones y estribillos inolvidables, ha sido clásico y moderno, popular y vanguardista.
Con todo ese background del que pocos pueden vanagloriarse (Páez y Calamaro como congéneres, Spinetta y García como antecedentes), ha concebido una obra que descansa en suaves melodías, artesanales arreglos y el latido propio de ciertos ritmos levemente bailables, como cimiento para sus construcciones-canciones, casi todas de compleja elaboración y fácil resolución a la vez. Así es capaz de fusionar cuerdas y samplers, guitarras acústicas y máquinas de ritmo –ahí está la saga “Aquí y ahora”, en sus dos partes–, segmentos instrumentales y (unas pocas) explosiones eléctricas, y dotarlo todo de un tono melancólico, otoñal. La canción que da título al disco, con su tempo trip hop de cámara, y la fantasmagoria de una orquesta de cuerdas sobre la que se asienta la dramática “Verbo carne” (es notable cómo logra combinar palabras aparentemente inconexas, una especialidad que tal vez comparta, oh sorpresa, con el Indio Solari), son la cumbre de uno de los extremos del disco. Por el otro lado, saltan el tono relativamente norteño (aunque nada que ver con “Cuando pasa el temblor”, como se ha aventurado) del single “Raíz” y cierto coqueteo con una base rockera de la contagiante “Paseo inmoral”, amén del aire iniciático de “Tabú” (que abre el disco). Puntos altos de entre quince canciones que no es seguro despierten la pasión de multitudes, pero que sí quedarán como fiel retrato temporal de un hombre que pisa los cuarenta y que ya conoce ese lugar donde revientan las estrellas.

 

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