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Basura
Por Rodrigo Fresán Desde Barcelona

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UNO. Escribo esto un miércoles en El Extranjero, en la víspera de la Noche de San Juan (la de esa canción de Serrat), cuando se encienden todas las hogueras con muebles viejos o apuntes de materias aprobadas. Da igual: el placer de quemar algo. Prolongar la luz del día, unirla con el siguiente amanecer. Tradición antigua, solsticio de verano y –aseguran los felices exageradores del rito– los fuegos se pueden ver desde la Luna.

DOS. Las fotos secretas de la NASA. Las fotos de la Luna que recién ahora se hacen públicas y tratadas digitalmente: el módulo una ínfima nada descendiendo sobre un ínfimo todo. Treinta años después. ¿Para cuándo las fotografías secretas de la Tierra, de todos nosotros, desde ese Extranjero definitivo que es el espacio exterior?

TRES. No terminé de pensarlo cuando llegó la respuesta. En una página de diario. La foto muestra a la Tierra, de lejos, rodeada de miles de puntitos blancos. Satélites artificiales y deshechos cósmicos generados por el hombre. Impresiona. Bajo la foto se cuenta que la agencia Espacial Europea reunió a responsables varios e hizo entrega del primer Manual sobre deshechos espaciales. Conclusiones: 300.000 objetos inertes (¿latas de Coca-Cola belga contaminada?) dando vueltas en el aire sin oxígeno. Si la cosa sigue así, en cuarenta años no va quedar espacio en el espacio para poner cualquier cosa en órbita. El problema de ir dejando que se junte la basura sin sacarla. Bajo a sacar la basura.

CUATRO. Algunas de esas basuras probablemente tengan nombre: el coronel Iván Isochnikov y la perra Kloka. Tras recibir el impacto de un meteorito no quedó gran cosa de ellos aunque se pudieron recuperar los restos de la nave Soyuz 2. Poca cosa. La cuestión es que luego de la catástrofe de la Soyuz 1 al tomar tierra, el gobierno soviético prefirió negar una nueva tragedia. Tenían sus métodos: Isochnikov y Kloka fueron borrados de toda foto, expediente y memoria. Aquí no pasó nada y allá arriba tampoco. Una fotografía rematada en Sotheby’s –fotografía alrededor de la cual gira la última muestra del eximio fotógrafo catalán Joan Fontcuberta en el Museo Nacional de Arte de Cataluña– puso al descubierto todo el entramado. Ahí, sonriendo, aparece Isochnikov junto a otros astronautas en la Plaza Roja de Moscú. La misma fotografía –en una enciclopedia rusa aeronáutica– muestra un sitio en blanco donde alguna vez hubo un hombre, un astronauta, un error de cálculo en las mediciones de alguien que probablemente mire todas las noches al cielo cuando saca la basura y piense en cualquier cosa menos en Isochnikov y Kloka.

CINCO. Lejos de ahí, el astronauta ruso Valeri Poliakov, el hombre que ha pasado más días en el espacio (438 días seguidos a bordo de la estación Mir que terminó de construirse en 1995, y seiscientos setenta y nueve días en total) está triste por más que acaben de otorgarle el premio Príncipe de Asturias de Cooperación en España. Triste en serio. Muy. La Mir –luego de múltiples accidentes y percances– va a ser dada de baja. Se acabó lo que se daba. No va más. Poliakov dice que se debe a cuestiones políticas. Presión norteamericana para quienes “la Mir es una espina en el ojo. Algo parecido a lo que ellos están montando ahora sólo que nosotros lo tenemos desde hace trece años”. Dicen que en la Mir los microorganismos se desarrollan de forma muy veloz y peligrosa, que todo está contaminado. Más basura. Junto a Poliakov otros tres astronautas fueron galardonados, el veterano geriatronauta John Glenn (NASA), la japonesa Chiaki Mukai (NASDA) y el ibérico Pedro Duque (ESA). “El espacio necesita ahora mucho espacio social”, declaró Duque. No entiendo muy bien a qué se refiere.

SEIS. Coquetos damas y caballeros de visita en la Ciudad Luz hacia el próximo 11 de agosto. Sépanlo y tomen recaudos: ese día Paco Rabanne cerrará todas sus tiendas y estará muy lejos de París. ¿Por qué?, le preguntaron. La respuesta es que, según Rabanne, ese día la estación Mir se estrellará contra la capital francesa. ¿De dónde sacó semejante idea? Fácil: ahí está, para todo el que quiera leerlas, en las profecías que hiciera Nostradamus en el siglo XVI, cuando el espacio era un sitio sólo poblado por dioses, constelaciones y visitado por personajes de ficción. El 11 de agosto, conviene recordarlo, es el aniversario de la muerte del pintor Jackson Pollock, padre norteamericano del ACTION PAINTING. Pollock pintaba cuadros salpicando la tela con su brocha, arrojando baldes de pintura sobre los lienzos, consiguiendo un efecto parecido al de esa foto de la Tierra rodeada de basura, a esa Tierra cuyos fuegos en la víspera de la noche de San Juan (“Gloria a Dios en las alturas, recogieron las basuras...”, canta Serrat) se ven ahora desde el espacio –donde yo ahora termino de escribir todo esto por más que todos piensen que haya muerto– y silbo y viene corriendo con la lengua afuera y saco a pasear a una perra llamada Kloka.

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