OPINION
Alerta rojo en Washington
Por Claudio Uriarte |
La
ofensiva de las FARC en el norte de Colombia constituye una escalada estratégica mayor
que puede llegar a evocar la perspectiva de una intervención militar norteamericana
limitada en la zona. El motivo es sencillo: la zona atacada limita con Panamá, cuyo
estratégico canal debe pasar a manos panameñas el 31 de diciembre de este año, cuando
el último soldado del Comando Sur norteamericano abandonará el lugar bajo los términos
del pacto Carter-Torrijos de 1977. Si las FARC logran quebrar el casquete dominado por los
paramilitares en el norte de Colombia, el canal se convertirá entonces en un área libre
para el tráfico de drogas entre el Atlántico y el Pacífico, lo que reactivaría una
hipótesis de conflicto que hace tiempo ronda los pasillos del Pentágono: la del envío
de una fuerza expedicionaria, tal vez con mandato de la OEA y contingentes continentales,
que reconquiste el norte de Colombia y vuelva las cosas a su punto inicial.
Esa intervención no sería en absoluto sobre toda Colombia, por la sencilla razón de que
es militarmente imposible y porque Estados Unidos no está preocupado por la guerrilla
mientras ésta no amenace el canal. Pero lo ocurrido en las batallas que empezaron el
domingo abre una herida gravísima al proceso de paz iniciado por el presidente Pastrana,
quien en semanas recientes ya debió enfrentar la renuncia de su ministro Rodrigo Lloreda
y un conato de insubordinación de al menos 30 generales del alto mando ante su decisión
de prorrogar por tiempo indefinido el despeje militar de 42.000 kilómetros
cuadrados en el sur del país. Al final, Lloreda se fue y Pastrana transó la
prórroga indefinida por una nueva renovación del despeje por seis meses,
pero resta el hecho de que esas zonas liberadas donde reina la guerrilla son
paraísos del tráfico de armas y de drogas, dos de las actividades que fogonean los
recursos de unos irregulares muy numerosos y bien armados que han venido combatiendo
durante 30 años.
Los hechos de esta semana junto a la ruptura del diálogo con el ELN, la formación
guerrillera menor, por su insistencia en pedir rescate por la liberación de los rehenes
que mantiene en su poder van a tensar aún más la relación entre Pastrana y sus
militares, que odian contemplar cómo el país se les desintegra sin que al mismo tiempo
se logre nada en el camino de la paz. Pastrana sale debilitado; Estados Unidos, alarmado,
y las FARC demuestran que la toma del poder sigue integrando su lista de opciones
estratégicas. |
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