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Por Luis Bruschtein Países como el nuestro, que han sido falsamente acusados por Estados Unidos para justificar intervenciones armadas, no pueden mirar sin preocupación lo que pasó en Yugoslavia, advirtió a Página/12 el comandante guerrillero nicaragüense Tomás Borge, que preside la delegación del Frente Sandinista en esta reunión de la Internacional. Casi 20 años después de la entrada triunfal del sandinismo en Managua, el ex ministro del Interior de la revolución criticó el socialismo real de la ex URSS, pero aclaró que el socialismo sigue siendo el sueño de los militantes revolucionarios. Usted fue comandante guerrillero y dirigente de un proceso revolucionario. ¿Cómo ve desde ese lugar las nuevas corrientes de pensamiento que hay en América latina y en el mundo? Tengo la impresión de que en este momento hay un auge de la derecha en el mundo. Si bien las fuerzas progresistas han venido ocupando espacios, sobre todo en este continente, ha sido a contrapelo de las oleadas neoliberales y de la imposición en este planeta de concepciones, diría yo muy arrogantes y peligrosas. En América latina se avisora un auge de fuerzas democráticas y progresistas que se detectan en el seno de la Conferencia de Partidos Políticos de América Latina, la COPPAL, en movimientos como los del Frente Amplio del Uruguay, el PT del Brasil, el PRD de México. En Centroamérica es evidente la preocupación de la derecha por el auge de las fuerzas progresistas. Todo eso, con la avalancha, yo diría muy poderosa, de concepciones políticas en Europa cuya expresión más evidente fue el bombardeo de la OTAN contra Yugoslavia. ¿Los sandinistas apoyan ese bombardeo? Mire, de ninguna manera estoy absolviendo las políticas de Milosevic en relación con Kosovo, pero la verdad es que no deja esto de recordarme lo que ocurrió en Nicaragua durante la guerra de agresión de la que fuimos víctima en relación con la Costa Atlántica. Allí una parte importante de una etnia misquita de unas 150 mil personas fue organizada en grupos armados por los Estados Unidos. De esa manera pretendían separar de Nicaragua a la Costa Atlántica. ¿Estados Unidos hizo una acusación contra el sandinismo similar a la que ahora planteó contra Milosevic? A nosotros se nos calumnió diciendo que habíamos asesinado a 200 mil misquitos cuando en aquella época había un poco más de 150 mil en todo el territorio. Y siguen estando allí, no sé dónde estarán las decenas de miles de muertos. Se nos acusó falsamente de genocidas para justificar una intervención armada. Entonces no pueden menos que preocuparme todas estas acusaciones que se han hecho en Yugoslavia contra los serbios en relación a Kosovo. Aunque parece ser verdad que hubo políticas antiétnicas en todos esos lugares. Si son ciertas esas acusaciones, ¿es legítimo justificar con ellas una intervención armada? Nadie puede hablar una palabra en este mundo, nadie puede decir que decenas, centenares de miles de bombas que cayeron sobre Yugoslavia no fueron para defender los derechos humanos porque uno puede ser excomulgado. La verdad es que Yugoslavia se redujo a cenizas, que los bombardeos destruyeron hospitales, no sólo la embajada china, sino también centros neurálgicos para la vida humana. Consideraron que las centrales eléctricas eran blancos militares sin tener en cuenta que destruirlas significa dejar a los hospitales sin energía, a las escuelas sin energía. Nosotros, que queremos estar en la Internacional, tenemos la duda de que se nos considere disidentes en posiciones aparentemente mayoritarias. Inclusive se critica a Cuba por supuesta violación a los derechos humanos. Hasta se dice que en el propio seno de la Internacional se quiere sancionar a Cuba, lo cual es altamente preocupante. ¿Resulta incómodo el nuevo escenario internacional para fuerzas políticas como el sandinismo? Este es un mundo altamente difícil. La globalización constituye una epidemia contra la cual no podemos vacunarnos, tenemos que convivir con ella, buscar fórmulas o respuestas a los males de la globalización y yo creo que una de ellas es la integración económica, la conformación de bloques regionales y la búsqueda de acuerdos. ¿Es posible el surgimiento de movimientos armados como en los años 70 en América latina? En general pareciera que la lucha armada hubiera entrado en desuso. Inclusive en Colombia, que es donde más tiempo sobrevivió, hay una negociación. Por regla general se impone la negociación. En Nicaragua, por ejemplo, ya no es posible. Allí la lucha deberá tener otras características, sin descartar movimientos populares, más o menos enérgicos, que pueden aparecer en cualquier parte de América latina. ¿Qué fue lo que cambió para que aquellos movimientos buscaran el camino de la negociación? Yo creo que el mundo ha ido avanzando y las condiciones políticas de hoy no son tan terribles. Con respecto a los derechos humanos, la situación es superior a la de hace algunos años. Ya no es posible aquella etapa brutal que se inició en Chile o en Uruguay. Son momentos históricos superados. Ya no es posible asesinar a monseñor Arnulfo Romero como se hizo en El Salvador, ya no es posible tener campos de concentración como los que tuvo Pinochet en Chile, ya no es posible un gobierno militar tan brutalmente represivo como el que hubo en la Argentina. No es posible eso. Aunque es posible todavía que, precisamente levantando la bandera de los derechos humanos, se dejen caer miles de bombas en Yugoslavia. ¿Qué significado tiene la palabra socialismo ahora para la construcción de sociedades igualitarias en América latina? Creo que el socialismo sigue siendo el sueño de muchos revolucionarios en el mundo, y es nuestro propio sueño. El socialismo que se practicó en la Unión Soviética fue un socialismo falso. Le llamaban socialismo real, pero era un socialismo despojado de buen gusto, enemigo de la estética, de las libertades individuales, carente de fantasía, era un socialismo destinado al fracaso. Ahora hay que construir un socialismo en libertad, hay que garantizar la libertad de creación, la libertad de expresarse en un régimen socialista que alguna vez vamos a construir sobre esta tierra y que, en alguna medida, tendrá las limitaciones que imponga la correlación de fuerzas en el mundo. Los sandinistas no hemos renunciado a ese sueño.
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