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CUATRO LLAMADAS ANONIMAS A LA LINEA C EN ELTERCER DIA DE AMENAZAS AL SUBTE
Un plan de prevención para evitar nuevos cortes

La seguidilla de amenazas contra Metrovías se ensañó con la Línea C, aunque ayer no hubo suspensión del servicio. Aseguran que de repetirse las intimidaciones, tampoco habrá cortes por las tareas de prevención puestas en marcha.

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Por Alejandra Dandan
t.gif (862 bytes)  Los subterráneos recibieron ayer, por tercer día consecutivo, nuevas amenazas de bomba, pero esta vez la empresa Metrovías no suspendió el servicio. De todas maneras, las intimidaciones resultaron falsas. La línea amenazada –en cuatro oportunidades– fue la C, que une las estaciones Retiro y Constitución. Aunque la causa que motoriza las amenazas sigue siendo una incógnita, desde el Gobierno se insistió en relacionarlas con “un conflicto gremial”. Sin embargo, el juez federal Adolfo Bagnasco, que interviene en la causa, aseguró que según los directivos de Metrovías, no existen conflictos que hagan pensar en esa hipótesis (ver aparte). El juez reveló que tres de las diez amenazas fueron efectuadas desde teléfonos públicos. Como medida preventiva, Bagnasco dispuso un chequeo nocturno de túneles, puestos de control y dependencias de Metrovías. Se ordenó además la intervención de todos los teléfonos de la compañía y se dispuso la presencia de unos 300 hombres de la Policía que custodiarán cada una de las 64 estaciones. Al mediodía, un anónimo obligó a desalojar a la DGI.
“En los llamados no existió ningún tipo de reivindicación gremial”, dijo Bagnasco respecto del motivo que originaría las amenazas hechas a la empresa de subtes desde el miércoles. El magistrado se reunió con directivos de la empresa, quienes le aseguraron que “no tienen conflictos gremiales con sus empleados”, según destacó. Para Bagnasco, habría un efecto de “empatía”, una suerte de contagio que multiplicaría las llamadas. Así también se habría sumado como víctima la sede de la DGI en Avenida de Mayo al 1300.
El juzgado dispuso, junto a la Comisión Nacional de Regulación de Trasporte y la empresa Metrovías, un control especial a raíz de la seguidilla de amenazas. Se trata de un grupo de “intervención rápida” que intentará, en casos de futuras intimidaciones, coordinar medidas de seguridad para evitar una interrupción del servicio. El dispositivo incluye un refuerzo de vigilancia y el estado de alerta del personal.
“Desde la noche del jueves –explicó el magistrado–, todas las noches, hasta que pase esta ola de alarmas, se hará un operativo de peinado de todas las líneas en túneles, baños y demás instalaciones de las estaciones.” Esta disposición se tuvo en cuenta ayer cuando se decidió no cortar el servicio de la Línea C pese a las amenazas recibidas. “Ya teníamos la zona revisada”, dijo el juez, que de todos modos ordenó a la Brigada de Explosivos un rastrillaje de la zona del tramo de subte que une Retiro y Constitución.
El jefe de Gobierno porteño, Fernando de la Rúa, optó por la cautela. “Yo no me la creo –dijo–, pero a veces ante los bromistas hay que tomar en serio las cosas.” Por eso pidió que “todo el aparato del Estado se ponga al servicio de brindar la más completa seguridad”. Mientras exigió el reclutamiento de ese aparato entre la SIDE y Policía Federal, De la Rúa rechazó la interpretación de que los episodios tengan por destino su gobierno. “No empecemos a hacer el juego a los que hacen amenazas telefónicas para crear inquietud”, advirtió.
Juego o no, ayer las amenazas siguieron. Y por partida doble. A los llamados en Metrovías, se agregó una voz anunciando la existencia de una bomba en el edificio de la DGI que nuclea las regiones 9, 10 y el área de devoluciones de exportaciones. Los 700 empleados de la sede abandonaron el edificio durante una hora y media, y esperaron pacientes que la policía, después de revisar el edificio, dijera: “Falsa alarma”.
“Después del paso de la policía se volvió a la normalidad”, explicó Guillermo Farías, subdirector general de Operaciones Impositivas Uno. La delegación nuclea la zona de Puerto Madero hasta Dorrego, y atraviesa el centro geográfico de la ciudad y el área de exportaciones tiene a su cargo las devoluciones de toda Capital y el conurbano. “A esta altura –dice Farías–, no sabemos el motivo, no es posible adjudicarle a nadie el llamado ni por asomo.” Para prevenir próximos parates, el secretario de Seguridad, Miguel Angel Toma, dispuso una tropa de entre 250 y 300 policías distribuida en todas las estaciones de subtes. Toma decidió enviar a los uniformados después de la orden dada por el juez porteño Facundo Cubas, que intervino en la primera amenaza del miércoles pasado. “Hubo un pedido de Cubas –dijo Toma a Página/12– para que se colocaran policías en todas las estaciones. Yo lo cumplí porque tengo que acatar la orden del juez, pero la empresa tiene la responsabilidad de seguridad interna.” Y lo aceptó, a regañadientes: “Para poder poner 300 policías hay que sacarlos de otro lado, no se trata acá de desvestir un santo para vestir otro”.
Fuentes del juzgado de Cubas, en diálogo con este diario, remitieron la disposición a una estricta medida de seguridad. En este marco, rechazaron que la suspensión del servicio del miércoles haya sido exagerada: “Si Metrovías nos llama para denunciar amenazas se supone que quien da verosimilitud a las llamadas es la empresa y como acá hay un millón de pasajeros bajo tierra, lo menos que se podía hacer era cortar el servicio para protegerlos”. Un encuentro entre Cubas y Bagnasco que tendrá lugar en las próximas horas definirá las competencias de ambos jueces para determinar cuál seguirá con la investigación.

LOS PASAJEROS NO DEJAN DE USAR EL SERVICIO
“Para mí es todo un verso”

t.gif (862 bytes) Bajo tierra abunda el azul de la Federal. En las estaciones de la Línea C hay uniformados en el andén, y por la mañana se vieron operativos con perros. Dos mujeres policías detienen a un cartonero a la entrada del subte y le hacen sacar todo lo que lleva dentro del carrito. La gente, sin embargo, pasa apurada como siempre. Todos tienen una explicación para las amenazas: desde una “joda telefónica” hasta un “boicot a Fernando de la Rúa”. Nadie cree en las bombas, pero toman ciertos recaudos antes de embarcarse.
Hada Riscino, de 35 años, se disponía a viajar en subte cuando una amiga le sugirió que no lo hiciera: “¿Justo hoy vas a viajar? Mi mamá me dijo `gastá plata en taxi, lo que sea, pero no viajes en subte’”. “Pero yo no tengo miedo y me vine directamente”, cuenta Hada. En la estación Moreno, Mónica Pappano, de 42 años, trabaja en el puesto de diarios del andén, y sin embargo, nada sabía de la amenaza de ayer. “Andaban policías con perros y hablando por el walkie talkie, pero dijeron que era rutina. El día de la amenaza (el miércoles), mi marido estaba trabajando en mi lugar, y no le avisaron nada; dijeron que estaba interrumpido el servicio, nada más, se fueron todos, y él estaba acá tranquilamente; tampoco podemos tomar precauciones: uno tiene que estar trabajando, lamentablemente.”
Adrián López, de 32 años, es enfermero y asiduo usuario del subterráneo: “Para mí es un verso de la empresa –opina–. La gente le dio con un caño porque no hay trenes suficientes, hay muchos problemas en el servicio y hacen esto para decir que el problema es de afuera. Encima son inoperantes; el día de la bomba, la gente preguntó qué pasaba y el de seguridad les dijo que el servicio se suspendía porque había una amenaza de bomba. Y vos no sabés cómo va a reaccionar la gente”. Graciela Giordano, de 48, explica que “esto tiene que ser un tipo de sabotaje porque la empresa está empezando a funcionar mejor. Hoy, antes de tomar el subte escuché la radio y vi la tele y pregunté si había algún tipo de amenaza”.
Para Carlos Caorsi, de 55, el origen de las amenazas está en “la situación económica que vivimos; es una protesta social. Hoy es contra Metrovías, y después va a seguir en otros lugares; pero son simplemente amenazas. De todas formas, antes de entrar al subte me fijo en la gente: si todos entran, yo también”, dice, y corre para no perder el coche.
“Me parece un horror que el otro día la amenaza fue a las 9 de la mañana, y el servicio se interrumpió recién a las 5 de la tarde”, dice indignado Ricardo Lucarelli, de 34 años; en cuanto a las amenazas, cree “que se trata de embarrar la cancha en época de elecciones; un boicot a De la Rúa. ¿El responsable? La oposición, digo, el Gobierno”. En cambio, para Corina Bascuas, de 21, “es una joda; alguien que no tiene nada que hacer y llama por teléfono. Como no hay tanta seguridad, la gente agarra y aprovecha para molestar”. Miriam González, de 32, está al tanto de las amenazas, “pero no sé por qué ni quién lo está haciendo; si es algo político, si es algo de la empresa, no le encuentro sentido ... Pero me parece tonto pensar que los de Metrovías no lo saben; ellos deben saber quién lo hace”.

 


LAS HIPOTESIS EN DANZA

No hay pistas firmes sobre quién o quiénes están sembrando de amenazas las oficinas de Metrovías. Por ahora, hay apenas hipótesis. Página/12 habló con funcionarios del gobierno nacional, de la administración porteña, fuentes de la investigación, y con la empresa y los gremios afectados. Estas son las hipótesis:

ron2.gif (93 bytes) El conflicto gremial: altas fuentes del gobierno nacional se inclinan a pensar que las intimidaciones responderían a “un conflicto gremial por una situación salarial o a un conflicto dentro del gremio”. Sin embargo, tanto la empresa Metrovías como la Unión Tranviarios Automotor (UTA) descartaron esta posibilidad. “No estamos en situación de conflicto con la empresa y si lo estuviéramos tampoco haríamos algo así. Esto nos afecta a todos”, señalaron fuentes de la UTA.

ron2.gif (93 bytes) Algún bromista o loco: según esta teoría, es muy probable que las amenazas que paralizaron al subte en los últimos días sean producto de “un maniático que utiliza el teléfono para hacer terrorismo”. Esta hipótesis es abonada por fuentes judiciales, y por algunos miembros del gobierno nacional y el porteño. También se baraja la posibilidad de la “empatía”: que a partir de una amenaza inicial, otras personas hayan decidido imitarla en una suerte de efecto cascada.

ron2.gif (93 bytes) Conflicto de taxistas: esta hipótesis apunta a la coincidencia entre el primer día de amenazas y la última marcha de taxistas contra los carriles exclusivos para colectivos. La idea es que con estos dos servicios de transporte en conflicto cobraría más importancia la protesta de los taxistas. Sin embargo, el gobierno de la ciudad descartó totalmente esta posibilidad.

ron2.gif (93 bytes) Descrédito para el gobierno porteño: según un alto funcionario del gobierno de la ciudad, las amenazas telefónicas “taparon” la noticia de la inauguración de la estación Juramento, en la línea D de subterráneos. Esto, sumado al incremento de la sensación de descontrol e inseguridad en la ciudad, perjudicaría al gobierno porteño. “El lunes inauguramos la estación más moderna de América latina y toda la semana se habló de las bombas”, señaló el funcionario.En la mira estarían las fuerzas de seguridad, motorizadas por el Gobierno.

 

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