Por Alejandra Dandan
Los
subterráneos recibieron ayer, por tercer día consecutivo, nuevas amenazas de bomba, pero
esta vez la empresa Metrovías no suspendió el servicio. De todas maneras, las
intimidaciones resultaron falsas. La línea amenazada en cuatro oportunidades
fue la C, que une las estaciones Retiro y Constitución. Aunque la causa que motoriza las
amenazas sigue siendo una incógnita, desde el Gobierno se insistió en relacionarlas con
un conflicto gremial. Sin embargo, el juez federal Adolfo Bagnasco, que
interviene en la causa, aseguró que según los directivos de Metrovías, no existen
conflictos que hagan pensar en esa hipótesis (ver aparte). El juez reveló que tres de
las diez amenazas fueron efectuadas desde teléfonos públicos. Como medida preventiva,
Bagnasco dispuso un chequeo nocturno de túneles, puestos de control y dependencias de
Metrovías. Se ordenó además la intervención de todos los teléfonos de la compañía y
se dispuso la presencia de unos 300 hombres de la Policía que custodiarán cada una de
las 64 estaciones. Al mediodía, un anónimo obligó a desalojar a la DGI.
En los llamados no existió ningún tipo de reivindicación gremial, dijo
Bagnasco respecto del motivo que originaría las amenazas hechas a la empresa de subtes
desde el miércoles. El magistrado se reunió con directivos de la empresa, quienes le
aseguraron que no tienen conflictos gremiales con sus empleados, según
destacó. Para Bagnasco, habría un efecto de empatía, una suerte de contagio
que multiplicaría las llamadas. Así también se habría sumado como víctima la sede de
la DGI en Avenida de Mayo al 1300.
El juzgado dispuso, junto a la Comisión Nacional de Regulación de Trasporte y la empresa
Metrovías, un control especial a raíz de la seguidilla de amenazas. Se trata de un grupo
de intervención rápida que intentará, en casos de futuras intimidaciones,
coordinar medidas de seguridad para evitar una interrupción del servicio. El dispositivo
incluye un refuerzo de vigilancia y el estado de alerta del personal.
Desde la noche del jueves explicó el magistrado, todas las noches,
hasta que pase esta ola de alarmas, se hará un operativo de peinado de todas las líneas
en túneles, baños y demás instalaciones de las estaciones. Esta disposición se
tuvo en cuenta ayer cuando se decidió no cortar el servicio de la Línea C pese a las
amenazas recibidas. Ya teníamos la zona revisada, dijo el juez, que de todos
modos ordenó a la Brigada de Explosivos un rastrillaje de la zona del tramo de subte que
une Retiro y Constitución.
El jefe de Gobierno porteño, Fernando de la Rúa, optó por la cautela. Yo no me la
creo dijo, pero a veces ante los bromistas hay que tomar en serio las
cosas. Por eso pidió que todo el aparato del Estado se ponga al servicio de
brindar la más completa seguridad. Mientras exigió el reclutamiento de ese aparato
entre la SIDE y Policía Federal, De la Rúa rechazó la interpretación de que los
episodios tengan por destino su gobierno. No empecemos a hacer el juego a los que
hacen amenazas telefónicas para crear inquietud, advirtió.
Juego o no, ayer las amenazas siguieron. Y por partida doble. A los llamados en
Metrovías, se agregó una voz anunciando la existencia de una bomba en el edificio de la
DGI que nuclea las regiones 9, 10 y el área de devoluciones de exportaciones. Los 700
empleados de la sede abandonaron el edificio durante una hora y media, y esperaron
pacientes que la policía, después de revisar el edificio, dijera: Falsa
alarma.
Después del paso de la policía se volvió a la normalidad, explicó
Guillermo Farías, subdirector general de Operaciones Impositivas Uno. La delegación
nuclea la zona de Puerto Madero hasta Dorrego, y atraviesa el centro geográfico de la
ciudad y el área de exportaciones tiene a su cargo las devoluciones de toda Capital y el
conurbano. A esta altura dice Farías, no sabemos el motivo, no es
posible adjudicarle a nadie el llamado ni por asomo. Para prevenir próximos
parates, el secretario de Seguridad, Miguel Angel Toma, dispuso una tropa de entre 250 y
300 policías distribuida en todas las estaciones de subtes. Toma decidió enviar a los
uniformados después de la orden dada por el juez porteño Facundo Cubas, que intervino en
la primera amenaza del miércoles pasado. Hubo un pedido de Cubas dijo Toma a
Página/12 para que se colocaran policías en todas las estaciones. Yo lo cumplí
porque tengo que acatar la orden del juez, pero la empresa tiene la responsabilidad de
seguridad interna. Y lo aceptó, a regañadientes: Para poder poner 300
policías hay que sacarlos de otro lado, no se trata acá de desvestir un santo para
vestir otro.
Fuentes del juzgado de Cubas, en diálogo con este diario, remitieron la disposición a
una estricta medida de seguridad. En este marco, rechazaron que la suspensión del
servicio del miércoles haya sido exagerada: Si Metrovías nos llama para denunciar
amenazas se supone que quien da verosimilitud a las llamadas es la empresa y como acá hay
un millón de pasajeros bajo tierra, lo menos que se podía hacer era cortar el servicio
para protegerlos. Un encuentro entre Cubas y Bagnasco que tendrá lugar en las
próximas horas definirá las competencias de ambos jueces para determinar cuál seguirá
con la investigación.
LOS PASAJEROS NO DEJAN DE USAR EL SERVICIO
Para mí es todo un verso
Bajo tierra abunda el
azul de la Federal. En las estaciones de la Línea C hay uniformados en el andén, y por
la mañana se vieron operativos con perros. Dos mujeres policías detienen a un cartonero
a la entrada del subte y le hacen sacar todo lo que lleva dentro del carrito. La gente,
sin embargo, pasa apurada como siempre. Todos tienen una explicación para las amenazas:
desde una joda telefónica hasta un boicot a Fernando de la Rúa.
Nadie cree en las bombas, pero toman ciertos recaudos antes de embarcarse.
Hada Riscino, de 35 años, se disponía a viajar en subte cuando una amiga le sugirió que
no lo hiciera: ¿Justo hoy vas a viajar? Mi mamá me dijo `gastá plata en taxi, lo
que sea, pero no viajes en subte. Pero yo no tengo miedo y me vine
directamente, cuenta Hada. En la estación Moreno, Mónica Pappano, de 42 años,
trabaja en el puesto de diarios del andén, y sin embargo, nada sabía de la amenaza de
ayer. Andaban policías con perros y hablando por el walkie talkie, pero dijeron que
era rutina. El día de la amenaza (el miércoles), mi marido estaba trabajando en mi
lugar, y no le avisaron nada; dijeron que estaba interrumpido el servicio, nada más, se
fueron todos, y él estaba acá tranquilamente; tampoco podemos tomar precauciones: uno
tiene que estar trabajando, lamentablemente.
Adrián López, de 32 años, es enfermero y asiduo usuario del subterráneo: Para
mí es un verso de la empresa opina. La gente le dio con un caño porque no
hay trenes suficientes, hay muchos problemas en el servicio y hacen esto para decir que el
problema es de afuera. Encima son inoperantes; el día de la bomba, la gente preguntó
qué pasaba y el de seguridad les dijo que el servicio se suspendía porque había una
amenaza de bomba. Y vos no sabés cómo va a reaccionar la gente. Graciela Giordano,
de 48, explica que esto tiene que ser un tipo de sabotaje porque la empresa está
empezando a funcionar mejor. Hoy, antes de tomar el subte escuché la radio y vi la tele y
pregunté si había algún tipo de amenaza.
Para Carlos Caorsi, de 55, el origen de las amenazas está en la situación
económica que vivimos; es una protesta social. Hoy es contra Metrovías, y después va a
seguir en otros lugares; pero son simplemente amenazas. De todas formas, antes de entrar
al subte me fijo en la gente: si todos entran, yo también, dice, y corre para no
perder el coche.
Me parece un horror que el otro día la amenaza fue a las 9 de la mañana, y el
servicio se interrumpió recién a las 5 de la tarde, dice indignado Ricardo
Lucarelli, de 34 años; en cuanto a las amenazas, cree que se trata de embarrar la
cancha en época de elecciones; un boicot a De la Rúa. ¿El responsable? La oposición,
digo, el Gobierno. En cambio, para Corina Bascuas, de 21, es una joda; alguien
que no tiene nada que hacer y llama por teléfono. Como no hay tanta seguridad, la gente
agarra y aprovecha para molestar. Miriam González, de 32, está al tanto de las
amenazas, pero no sé por qué ni quién lo está haciendo; si es algo político, si
es algo de la empresa, no le encuentro sentido ... Pero me parece tonto pensar que los de
Metrovías no lo saben; ellos deben saber quién lo hace.
LAS HIPOTESIS EN DANZA
No hay pistas firmes sobre quién o quiénes están sembrando de amenazas las oficinas
de Metrovías. Por ahora, hay apenas hipótesis. Página/12 habló con
funcionarios del gobierno nacional, de la administración porteña, fuentes de la
investigación, y con la empresa y los gremios afectados. Estas son las hipótesis:
El conflicto gremial:
altas fuentes del gobierno nacional se inclinan a pensar que las intimidaciones
responderían a un conflicto gremial por una situación salarial o a un conflicto
dentro del gremio. Sin embargo, tanto la empresa Metrovías como la Unión
Tranviarios Automotor (UTA) descartaron esta posibilidad. No estamos en situación
de conflicto con la empresa y si lo estuviéramos tampoco haríamos algo así. Esto nos
afecta a todos, señalaron fuentes de la UTA.
Algún bromista o
loco: según esta teoría, es muy probable que las amenazas que paralizaron al subte en
los últimos días sean producto de un maniático que utiliza el teléfono para
hacer terrorismo. Esta hipótesis es abonada por fuentes judiciales, y por algunos
miembros del gobierno nacional y el porteño. También se baraja la posibilidad de la
empatía: que a partir de una amenaza inicial, otras personas hayan decidido
imitarla en una suerte de efecto cascada.
Conflicto de
taxistas: esta hipótesis apunta a la coincidencia entre el primer día de amenazas y la
última marcha de taxistas contra los carriles exclusivos para colectivos. La idea es que
con estos dos servicios de transporte en conflicto cobraría más importancia la protesta
de los taxistas. Sin embargo, el gobierno de la ciudad descartó totalmente esta
posibilidad.
Descrédito para el
gobierno porteño: según un alto funcionario del gobierno de la ciudad, las amenazas
telefónicas taparon la noticia de la inauguración de la estación Juramento,
en la línea D de subterráneos. Esto, sumado al incremento de la sensación de descontrol
e inseguridad en la ciudad, perjudicaría al gobierno porteño. El lunes inauguramos
la estación más moderna de América latina y toda la semana se habló de las
bombas, señaló el funcionario.En la mira estarían las fuerzas de seguridad,
motorizadas por el Gobierno. |
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