|
Por Horacio Bernades Una nueva demostración de la importancia del video, en tanto difusor de olvidados tesoros cinematográficos, está dada por la reciente edición, a cargo del sello Epoca (sin duda el más consecuente en ese aspecto) de una recopilación de trabajos de Winsor McCay, pionero del comic y el dibujo animado, maestro indiscutido en ambos campos. Por lo menos dos de sus incontables creaciones, Little Nemo y Gertie, el dinosaurio entrenado, están entre las más grandes y célebres que haya dado el género. La versión animada de ambas se incluye en esta edición. Con el adecuado título de Winsor McCay, una leyenda de la animación, se recopilan aquí todos los films de este maestro que han logrado sobrevivir al polvo y al tiempo. Se trata de diez cortometrajes mudos, realizados entre 1911 y 1921, en blanco y negro. Aunque en uno de ellos McCay se permite el alarde de colorear, a mano, varios centenares de cuadritos. Con una duración total de 100 minutos, el video puede conseguirse, por $15, tanto en casas de venta de video como en grandes cadenas de discos y alguna librería céntrica. Se trata, sin duda, de una de esas ediciones imprescindibles para todo cinéfilo, así como para los fans e investigadores de los comics y la animación y el público en general. McCay nació el 26 de setiembre de 1869 y falleció en 1934. Al mismo tiempo que el cine quedaba fundado oficialmente (1896), Winsor ingresaba en el periodismo gráfico, por entonces en plena expansión. A comienzos de siglo publicó su primera tira cómica, Tales of the Jungle Imps (Cuentos de los geniecillos de la selva), donde asomaba ya su gusto por lo fantástico y maravilloso, que haría eclosión más tarde en sus creaciones más famosas. Sobre todo, en Little Nemo in Slumberland, publicada en distintos periódicos y en dos etapas, desde 1905 hasta 1914 y entre 1924 y 1927. En la Argentina, gozó de una popularidad tardía, gracias al rescate emprendido hacia fines de los años 70 por la revista Expreso Imaginario. Little Nemo narraba las aventuras oníricas del niño del título, navegante de un mundo entre maravilloso y pesadillesco, que McCay resolvía con trazos precisos, minuciosos y sintéticos. No es raro que su primer trabajo en el campo de la animación cinematográfica se llame justamente The Little Nemo. Es de 1911 y con él se abre el volumen que ahora se presenta en video. No se trata, estrictamente, de una de las aventuras de Nemo, sino de algo así como un film promocional sobre las posibilidades de la animación, en el que aparecen los personajes de la tira. Aunque los primeros trabajos en este campo se remontan al año 1900, McCay, como buen showman y adelantado del marketing, se presenta a sí mismo como inventor del dibujo animado y como el más grande caricaturista americano. En el corto aparece el propio McCay, rodeado de un grupo de amigos, entre ellos varios colegas. El dibujante, que desborda de ese entusiasmo característico de los pioneros, juega una apuesta a sus contertulios: dibujará, a mano, 400 dibujos en un mes, y los hará moverse. Todos lo miran como si estuviera loco. Al cabo de un mes, obviamente, McCay hará moverse a los personajes de The Little Nemo. El propio McCay reaparece, esta vez dibujado, sobre el final de su otra gran creación, Gertie, el dinosaurio entrenado, de 1914 y que también integra esta colección. Se trata, estrictamente, de una gigantesca dinosauria, que responde, como un perrito obediente, a las órdenes y pedidos que el propio autor le hace, desde fuera de campo. Gertie es el más decididamente humorístico de los dibujos presentados aquí. La dinosauria es posiblemente su personaje más simpático, y la reproducción del movimiento que el realizador logra hacer a mano, a solas y con medios todavía precarios es sencillamente prodigiosa. El video incluye otras dos obras mayores: La tragedia del Lusitania (1918) y la inconclusa La casa voladora (1921), que integra la serie onírica Sueños de un amigo algo raro. La tragedia del Lusitania es una obsesiva reconstrucción de una catástrofe marítima ocurrida durante la primera guerra, consistente en nada menos que 25.000 dibujos hechos a mano, cuadro a cuadro. La casa voladora recupera el mundo onírico típico del autor, con un matrimonio que, para escapar de los cobradores de impuestos, echa vuelo a bordo de su propia casa, rumbo a la estratosfera
|