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LAS RELACIONES DE ALIANZA
Un club selecto

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EL TEMA

Por Martín Granovsky

t.gif (862 bytes)  En los congresos, el alfabeto suele poner a la Argentina y Austria juntas. Durante un congreso de la Internacional Socialista, el austríaco veterano le dio una clase de política práctica al argentino que lo acompañaba. “Mire joven –le dijo–, la Internacional Socialista no sirve para nada. Pero es un club selecto donde uno tiene que estar.”
El austríaco era el ex primer ministro Bruno Kreisky. El argentino que lo escuchó maravillado, Simón Lázara. Ninguno de los dos participó estos días en la reunión del Consejo de la Internacional Socialista. Ninguno de los argentinos que participó conocía el consejo de Kreisky, pero parecieron aplicarlo por intuición el candidato Fernando de la Rúa, su coequiper Carlos “Chacho” Alvarez, el también experimentado socialista popular Guillermo Estévez Boero y los radicales Leopoldo Moreau, Federico Storani y Jesús Rodríguez.
Todos se sintieron apoyados por una gran familia política que se resumió en el respaldo público de Pierre Mauroy, el presidente de la IS: “De la Rúa es nuestro candidato”, dijo para que no quedaran dudas. Mauroy fue primer ministro pero no lo es más, ni es candidato a serlo de nuevo, de modo que no tuvo que cuidarse en público como el jefe del gobierno italiano Massimo D’Alema o el próximo presidente de Chile Ricardo Lagos, para quienes Eduardo Duhalde, si gana, también podría ser un interlocutor necesario.
En un mundo de photo opportunities, de imagen estimulada por el prestigio que da la foto con un personaje internacional, los dirigentes de la Alianza combinaron el roce público con la negociación de pasillo y el conocimiento directo.
“Lagos fue claro”, comentaba ayer por la tarde, ya relajado, un dirigente radical. “Nos dijo que ésta era nuestra familia política.”
Frepasistas y radicales dicen haber capitalizado la relación con D’Alema. “Ya tenemos una relación personal, la tienen De la Rúa, Chacho y Graciela”, dijeron.
Un miembro de la comitiva italiana que prefirió no identificarse dijo a Página/12 que D’Alema no estaba especialmente entusiasmado en reunirse con Eduardo Duhalde, pero que tampoco lo iba a desairar. De paso, informó que el presidente del gobierno italiano tomó nota del discurso social de Duhalde, similar al de cualquier otro candidato de estos días, pero aclaró que D’Alema usó un tono levemente irónico cuando dijo que ahora todos en la Argentina parecen de izquierda.
Más aún: los Demócratas de Izquierda, la fuerza de D’Alema que hereda al Partido Comunista Italiano, se comprometieron con la Alianza en acercarle recomendaciones sobre gestión para las pequeñas y medianas empresas, un tema en el que Italia tiene know how.
De la Rúa, que antes se oponía a la presión de Raúl Alfonsín y Luis “Changui” Cáceres para que la UCR ingresara a la IS como miembro observador, ya se adaptó a su papel de referente socialdemócrata capaz de codearse con líderes que vienen de una vieja identidad de izquierda. Por un lado porque, como dijo el propio Mauroy, los socialistas en el gobierno aplican políticas de centroizquierda. Por otro porque, diría Kreisky, a un club hay que pertenecer. Como presidente del partido, De la Rúa bendijo a Cáceres para que pidiera ayer la incorporación de la UCR como miembro pleno y se sume a los cuarenta partidos que hacen cola para entrar en la IS con derecho a voto y a designar autoridades.
Los radicales con más experiencia internacional, como el ex senador Adolfo Gass, suelen decir que además el organismo siempre fue importante en tareas de solidaridad. Así sucedió con la Argentina. Así sucede hoy con pueblos que viven situaciones de persecución. De la misma manera, la misma dinámica de los discursos y las relaciones crea compromisos que antes no existían.
Ayer hubo un ejemplo interesante de este tipo de obligaciones. Un periodista preguntó a De la Rúa si tras la formación de un tribunal penalinternacional él entregaría, como eventual presidente, criminales de la dictadura para que fuesen juzgados en el exterior.
De la Rúa contestó que la Argentina había apoyado el tratado de Roma, por el cual se creó el TPI, y que él mismo coincidía con ese respaldo oficial.
–No me contestó la pregunta –volvió el periodista–. ¿Los entregará?
–Puede plantearse un caso de competencia entre distintas jurisdicciones, pero en ese caso el Poder Ejecutivo respetará la independencia de la Justicia.
En realidad, el tribunal no puede juzgar hacia atrás. No tendrá facultades para condenar a Carlos Suárez Mason o Alfredo Astiz. De la Rúa pudo haber dicho esto. Pero al responder que el Ejecutivo respetará al Judicial dijo que el Presidente no se opondrá a una posible extradición.
Los hechos, después, siempre pueden torcer cualquier voluntad previa. Sin embargo, la respuesta de De la Rúa funcionó como un compromiso. Quizás ésa –como la declaración sobre Malvinas que se reproduce aparte– no sea una utilidad menor de la pertenencia a la IS, el club selecto de Kreisky.

 

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