EL TEMA |
Por Martín Granovsky |
En los congresos, el alfabeto suele poner a la Argentina y Austria juntas. Durante un
congreso de la Internacional Socialista, el austríaco veterano le dio una clase de
política práctica al argentino que lo acompañaba. Mire joven le dijo,
la Internacional Socialista no sirve para nada. Pero es un club selecto donde uno tiene
que estar.
El austríaco era el ex primer ministro Bruno Kreisky. El argentino que lo escuchó
maravillado, Simón Lázara. Ninguno de los dos participó estos días en la reunión del
Consejo de la Internacional Socialista. Ninguno de los argentinos que participó conocía
el consejo de Kreisky, pero parecieron aplicarlo por intuición el candidato Fernando de
la Rúa, su coequiper Carlos Chacho Alvarez, el también experimentado
socialista popular Guillermo Estévez Boero y los radicales Leopoldo Moreau, Federico
Storani y Jesús Rodríguez.
Todos se sintieron apoyados por una gran familia política que se resumió en el respaldo
público de Pierre Mauroy, el presidente de la IS: De la Rúa es nuestro
candidato, dijo para que no quedaran dudas. Mauroy fue primer ministro pero no lo es
más, ni es candidato a serlo de nuevo, de modo que no tuvo que cuidarse en público como
el jefe del gobierno italiano Massimo DAlema o el próximo presidente de Chile
Ricardo Lagos, para quienes Eduardo Duhalde, si gana, también podría ser un interlocutor
necesario.
En un mundo de photo opportunities, de imagen estimulada por el prestigio que da la foto
con un personaje internacional, los dirigentes de la Alianza combinaron el roce público
con la negociación de pasillo y el conocimiento directo.
Lagos fue claro, comentaba ayer por la tarde, ya relajado, un dirigente
radical. Nos dijo que ésta era nuestra familia política.
Frepasistas y radicales dicen haber capitalizado la relación con DAlema. Ya
tenemos una relación personal, la tienen De la Rúa, Chacho y Graciela, dijeron.
Un miembro de la comitiva italiana que prefirió no identificarse dijo a Página/12 que
DAlema no estaba especialmente entusiasmado en reunirse con Eduardo Duhalde, pero
que tampoco lo iba a desairar. De paso, informó que el presidente del gobierno italiano
tomó nota del discurso social de Duhalde, similar al de cualquier otro candidato de estos
días, pero aclaró que DAlema usó un tono levemente irónico cuando dijo que ahora
todos en la Argentina parecen de izquierda.
Más aún: los Demócratas de Izquierda, la fuerza de DAlema que hereda al Partido
Comunista Italiano, se comprometieron con la Alianza en acercarle recomendaciones sobre
gestión para las pequeñas y medianas empresas, un tema en el que Italia tiene know how.
De la Rúa, que antes se oponía a la presión de Raúl Alfonsín y Luis
Changui Cáceres para que la UCR ingresara a la IS como miembro observador, ya
se adaptó a su papel de referente socialdemócrata capaz de codearse con líderes que
vienen de una vieja identidad de izquierda. Por un lado porque, como dijo el propio
Mauroy, los socialistas en el gobierno aplican políticas de centroizquierda. Por otro
porque, diría Kreisky, a un club hay que pertenecer. Como presidente del partido, De la
Rúa bendijo a Cáceres para que pidiera ayer la incorporación de la UCR como miembro
pleno y se sume a los cuarenta partidos que hacen cola para entrar en la IS con derecho a
voto y a designar autoridades.
Los radicales con más experiencia internacional, como el ex senador Adolfo Gass, suelen
decir que además el organismo siempre fue importante en tareas de solidaridad. Así
sucedió con la Argentina. Así sucede hoy con pueblos que viven situaciones de
persecución. De la misma manera, la misma dinámica de los discursos y las relaciones
crea compromisos que antes no existían.
Ayer hubo un ejemplo interesante de este tipo de obligaciones. Un periodista preguntó a
De la Rúa si tras la formación de un tribunal penalinternacional él entregaría, como
eventual presidente, criminales de la dictadura para que fuesen juzgados en el exterior.
De la Rúa contestó que la Argentina había apoyado el tratado de Roma, por el cual se
creó el TPI, y que él mismo coincidía con ese respaldo oficial.
No me contestó la pregunta volvió el periodista. ¿Los entregará?
Puede plantearse un caso de competencia entre distintas jurisdicciones, pero en ese
caso el Poder Ejecutivo respetará la independencia de la Justicia.
En realidad, el tribunal no puede juzgar hacia atrás. No tendrá facultades para condenar
a Carlos Suárez Mason o Alfredo Astiz. De la Rúa pudo haber dicho esto. Pero al
responder que el Ejecutivo respetará al Judicial dijo que el Presidente no se opondrá a
una posible extradición.
Los hechos, después, siempre pueden torcer cualquier voluntad previa. Sin embargo, la
respuesta de De la Rúa funcionó como un compromiso. Quizás ésa como la
declaración sobre Malvinas que se reproduce aparte no sea una utilidad menor de la
pertenencia a la IS, el club selecto de Kreisky.
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