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Por M.G. --Eduardo Duhalde dijo que la deuda estaba desangrando a la Argentina y pidió una condonación. ¿La Alianza está de acuerdo? --Me parece muy bien que haya un nivel de señalización fuerte sobre el problema de la deuda. De ahí a las decisiones estratégicas hay un largo camino, pero por ahora no está mal empezar a discutir este punto. Y tampoco me parece mal discutirlo en la campaña. Es mejor que dejarlo como un tema tabú. Aunque Eduardo Duhalde debe cuidarse de la demagogia: la deuda argentina después del Plan Brady está distribuida en bonos, entre muchos inversores internacionales. ¿Cómo se hace para negociar con ellos? Duhalde busca protagonizar una nueva película, pero es como una remake mala de Menem, actor central de una película de la que ya conocemos el principio, el argumento y el final. Por suerte, esta vez, el final será otro porque De la Rúa va a ganar la presidencia. Además, ya conocemos la fórmula. Para la tribuna, populismo. Para los factores de poder, pragmatismo salvaje. Y eso que el establishment sabe que declaraciones como las de Duhalde son para la tribuna. --¿Usted está seguro? Porque también puede ser que sepa e igual presione y condene. --Sí, estoy seguro. Si Duhalde, como Menem antes, habla de nuevo de revolución productiva y salariazo... Creo que él sobreactúa, exagera de más, porque está perdiendo y lo sabe, y cuando se pierde hay que recurrir a cualquier cosa. --La Internacional Socialista también planteó el tema de la deuda externa. --Es lo que dije. Hay que discutirlo. No hay que tener miedo de debatirlo, incluso en campaña, pero otra cosa es caer en demagogia. En estas cosas todavía estamos en el plano cultural, pero por el momento la correlación de fuerzas no indica que el fondo de las cosas haya cambiado. Como se dice en la Argentina, el voto de los mercados sigue siendo el mismo. Y está desactualizado incluso respecto de lo que discuten los propios organismos internacionales como el Banco Mundial. Ellos están proponiendo la segunda generación de reformas: hablan de reformular la salud y la educación. Pero al revés de esto, en la Argentina el establishment sólo ve nuevas oportunidades de hacer negocios. Negocios con la salud, cuando los medicamentos son un 150 por ciento más caros que en otro lado, y con la educación, donde la propuesta neoliberal es subsidiar la demanda educativa y no mejorar la oferta. Son todos mecanismos puramente pro-mercado. --El consejo de la Internacional no atacó precisamente al mercado. --No. Y yo estoy atacando el promercadismo puro. Lo que se discutió estos dos días en la Internacional Socialista es el papel del Estado eficiente como condición central del progresismo. Hace 10 o 15 años éste era un valor liberal. Ya no. Sin equilibrio fiscal, por ejemplo, no es posible disminuir la vulnerabilidad de la economía. Por eso proponemos el nuevo tipo de Estado, una estrategia de crecimiento asociada a la mejor distribución del ingreso y el combate a los superevasores. Esta sociedad no es como la de antes ni en las expectativas. --¿De qué expectativas habla? --Yo nací cerca del mercado Spinetto. Mi viejo era obrero. Y otros viejos eran changarines No teníamos un mango, como todas las familias del barrio. Pero todos nuestros viejos estaban seguros de que sus hijos iban a vivir mejor que ellos. Y fue cierto. Todos nosotros somos hoy tipos de clase media. Estoy seguro de que si mi viejo viviera ahora y yo fuera chico no tendría ninguna esperanza de que su hijo mejorara la situación de su padre. Por eso me tomé la educación como un desafío personal. Sin cambio educativo, a diez años seguirá habiendo brecha social incluso si se recomponen los salarios. ¿O tiene las mismas posibilidades el chico de Pompeya que va cuatro horas a la escuela, ve cuatro horas de televisión, no tiene tiempo de estar con sus viejos y sus viejos además no le pueden dar la comodidad cultural de la que dispone una familia de clase media? Hay una distribución regresiva del ingreso y una distribución regresiva del conocimiento. Entonces está muy bien discutir la universidad, siempre que pongamos el acento en la educación básica. Que haya una proporción. --¿Cómo va a traducir la Alianza la agenda social de la Internacional Socialista? --Con planes sociales concretos. Un ejemplo: agrupar los planes sociales, ordenarlos, juntarlos, y subsidiar el empleo de las pequeñas y medianas empresas, con un ministerio de Trabajo que ejerza el papel de policía para evitar los abusos. --En la Argentina no hay ningún proyecto de subsidio de empleo que no suponga flexibilización laboral. ¿La Alianza se propone poner un límite a la flexibilización? --Acá, flexibilizar no crea empleo, no lo creó, y se convirtió en sinónimo de precarización del empleo sólo para abaratar mano de obra y no para aumentar la competitividad de las empresas. Yo siempre les digo a los empresarios que tienen una gran pobreza intelectual. Sólo se les ocurre flexibilizar. Es como un dogma. --¿Planteó este tema en las discusiones con miembros de la Internacional Socialista? --Debatí otros temas, muy relacionados con éste. En un seminario donde estaban el secretario general del socialismo español, Joaquín Almunia, y el jefe de relaciones internacionales con América latina del socialismo francés, Pierre Guidoni, que fue embajador en la Argentina, les pregunté por qué nos trataban como bárbaros. ¿Por qué no influyen ellos, les dije, sobre los empresarios de sus países para que no ejerzan su poder corruptor sobre nuestros funcionarios? --¿Y cuál fue la respuesta? --El tema quedó planteado. Lo interesante de estos días es que compartimos problemas, diagnósticos y líneas de solución. Y la seguridad de que el fundamentalismo de mercado llegó a su etapa terminal. A mí me parece extraordinario que la reunión de la Internacional Socialista le haya aportado a la Argentina un clima de debate político, así la política toma la palabra. Este, además, era un espacio importante en el debate de cómo se regula el capitalismo internacional. Cómo pasamos de impugnar la economía de casino a construir consensos que le pongan reglas. Cómo hacemos para que las crisis financieras no vuelvan a perjudicar a los países dependientes. Porque España, por ejemplo, tiene un desempleo estructural, pero las crisis financieras se descargan sobre los países que antes se llamaban dependientes, después periféricos y hoy vulnerables, aunque somos notablemente más dependientes que antes. Para nosotros otro aspecto importante es el regional. Con Ricardo Lagos en Chile y la Alianza gobernando la Argentina podemos llegar a otra calidad institucional.
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