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OPINION
Es difícil enamorarse mirando de muy cerca
Por Mario Wainfeld

El alegato de Coppola, una versión posmoderna del affaire Dreyfus. La interna abierta del Frepaso, una convocatoria a contrapelo de la estrategia de De la Rúa. Los datos de una mala semana de Duhalde.

El acusado se transformó en fiscal. En lenguaje llano, fluido y convincente (el propio de los discursos pensados y elaborados previamente y en los que se cree) hizo gala de su inocencia y acusó al juez que lo persiguió y a sus padrinos políticos. Fue absuelto.
Guillermo Coppola remedó en su estilo al famoso militar francés Alfredo Dreyfus. Dreyfus, un judío que ostentaba alto rango, había sido condenado por espionaje a favor de Alemania en 1894, con pruebas arregladas. Una campaña en su defensa, promovida por la izquierda política, remató en un formidable alegato periodístico del escritor Emile Zola (Yo acuso) que ponía en el banquillo a los acusadores. La verdad fue revelada, Dreyfus rehabilitado.
La historia –dice una frase cada vez más socorrida y cabal– se repite: la primera vez es tragedia, la segunda parodia. Coppola fue una pieza menor de un momento potente de la batalla entre el presidente Carlos Menem y el gobernador Eduardo Duhalde por el liderazgo del peronismo y es de toda justicia que la trama urdida y los cargos fundados en pruebas plantadas hayan sido desbaratados. Pero Liberen a Willy no es lo mismo que el Caso Dreyfus. A Coppola (recibido en triunfo por la plana mayor de la TV nacional, desde Marcelo Tinelli a Mariano Grondona) y a su abogado Mariano Cúneo Libarona, el sayo de Alfredo Dreyfus y Emile Zola les queda muy holgado.
Se hizo justicia o al menos se evitó una burda violación legal. Mirando en macro las instituciones parecen funcionar, pero cuando se afina la lente y se escuchan las catilinarias de Guillote los resultados son bastante menos satisfactorios. La macrodemocracia, como la macroeconomía, induce a engaño. Caso por caso, bolsillo por bolsillo, fiscal de la república por fiscal de la república, no todo anda tan bien.
Internas entornadas
Otro botón de muestra son las internas abiertas, pensadas y ensalzadas como un clímax de democracia y participación. Hoy habrá una importante, en el segundo distrito electoral del país, el más politizado. El Frepaso elegirá su candidato a jefe de gobierno, los dos postulantes –Aníbal Ibarra y Dante Caputo– son dirigentes progresistas de trayectoria democrática que el miércoles tuvieron su condigno debate televisado.
Desde las alturas, desde lo macro, parece ser el súmmum de la democracia, pero bajando a tierra la sensación se licua. Los principales dirigentes del Frepaso estiman que votarán 25.000 personas y la sensación térmica sugiere que son excesivamente optimistas. Así llegaran al triple, sería una cifra irrisoria en proporción al millonario padrón convocado, a la masa de votantes de la Alianza que en 1997 superó largamente el millón, a los 400 mil que eligieron entre De la Rúa y Fernández Meijide o a los 800 mil que sumó la fórmula presidencial frepasista (José Octavio Bordón - Carlos “Chacho” Alvarez) en 1995.
El debate entre los dos candidatos difícilmente mueva a algún indeciso a visitar los 28 lugares de votación que los esperan hoy. Caputo e Ibarra privilegiaron las chicanas personales a las propuestas. En este caso quien transitó de la tragedia (o al menos de lo relevante) a la parodia (o la inocuidad) fue Caputo, cuyo debate de 1985 con Vicente Leonides Saadi sobre el canal de Beagle tuvo atractivo, público y consecuencias políticas importantes y no fue un mero simulacro como el que lo cruzó con Ibarra.
Votarán pocos, muy pocos para lo que se supone está en juego. “Nosotros bregamos por las internas abiertas pero éstas son internas entornadas” bromean los dirigentes chachistas de la primera línea de Capital mientras piensan cómo hacer para desmontar otra interna, ésta para diputados y autoridades partidarias del Frente Grande porteño (que enfrentan al chachismo porteño encabezado por los diputados Darío Alessandro y Nilda Garré con el sector que lidera el legislador porteño Eduardo Jozami), que absurdamente se desdobló de la de hoy, y que, como pintan las cosas, será aún más entornada que la de Ibarra Caputo. La maratón de internas, la reiteración hueca de las rutinas electorales transforman al mito de las abiertas en timo y potencian la desmovilización y el descreimiento.
La convocatoria de hoy, para peor, ni siquiera está presionada por los cronogramas electorales. Hasta ahora no hay fecha fijada para la elección de jefe de gobierno. Los radicales y los frepasistas porteños quieren que Fernando de la Rúa adelante su fecha y la una a las presidenciales, para acrecentar sus chances locales que intuyen amenazadas si las elecciones pasan al año 2000. Pero De la Rúa recela de unificar las elecciones, porque ninguna encuesta dice que eso mejorará su desempeño. Es más, algún sondeo encargado por Ibarra demostraba que la fórmula local podía obtener 60 mil u 80 mil votos menos que De la Rúa. “Es poca diferencia” interpretó Ibarra y De la Rúa palideció temiendo que la fórmula local “le tirara abajo” la boleta justo en el distrito en que –calcula– debe ganar al menos por 600 mil votos para puntear en la suma nacional.
Además el jefe de Gobierno, cuya principal credencial ante el electorado es su imagen positiva (la mejor entre los dirigentes nacionales de primera línea), no tiene ninguna gana de someterse al riesgo de que su gestión comunal sea un “issue” de la campaña. Carlos Chacho Alvarez, como viene haciendo en todos los frentes, prefiere cederle la derecha en las decisiones estratégicas. La unificación de comicios es requerida por sus seguidores, contra la voluntad de los miembros de la fórmula.
Misteriosa provincia
No es un caso único: muchas provincias han ido eslabonando elecciones en función de las necesidades de sus conducciones locales. El primero, con malos resultados, fue el radical cordobés Ramón Mestre. Lo imitaron muchos justicialistas ciertamente teniendo en mira un escenario distinto al actual: las fechas se fijaron cuando Duhalde iba lejos de De la Rúa, procurando arrebatar territorios a la presumible ola de la Alianza.
Los resultados fueron mejores para los peronismos provinciales que para el nacional. El PJ sólo perdió la gobernación de San Juan, recuperó Tucumán, ganó Córdoba, pinta bien para el ballotage en Tierra del Fuego, puede mantenerse en Santa Fe y viene mal en Mendoza.
El cronograma le dio menos réditos a Duhalde quien, por caso, viene perdiendo en dos provincias peronistas: Córdoba y Santa Fe. A diferencia de De la Rúa, quien tiene mayor intención de voto que cualquiera de los dirigentes provinciales de su fuerza, Duhalde se ubica detrás de sus principales compañeros candidatos. Anteayer Duhalde encabezó dos reuniones ligadas a las campañas nacional y la de su propia provincia y tuvo a la vista encuestas de Heriberto Muraro que lo hicieron morderse los labios: su propio pollo, Carlos Ruckauf, tiene mejor intención de voto que él: supera por poco a Graciela Fernández Meijide. La mayoría de los gobernadores tienen mejor intención de voto que el presidenciable, las diferencias con Carlos Reutemann son amplias y hasta el intendente de la ciudad de La Plata Julio Alak le saca a su jefe más de 20 puntos en los sondeos. Nadie es filántropo en política y algunos allegados a Ruckauf piensan en un escenario de derrota nacional del PJ y triunfo suyo que pondría a “Rucucu” en la pole position para liderar el peronismo compitiendo con José Manuel de la Sota y Reutemann. Pero son los menos, la mayoría cree que ese escenario es algo peor que indeseable: es imposible. Un candidato provincial de primera línea abre sus manos como un acordeón y despliega en el aire una virtual boleta electoral: “Esta es la lista para presidente, ésta para diputados nacionales, la tercera es para gobernador, la cuarta y quinta para autoridades provinciales. ¿Quién va al cuarto oscuro con una tijera?”, se pregunta y se contesta que la diferencia entre la candidatura presidencial y la de gobernador se atenuará convergiendo más cerca de los votos de Duhalde que los del vicepresidente de la Nación.
Es que las elecciones son muy presidentedependientes. Los duhaldistas, que lo saben, le piden a su candidato más presencia y un nuevo estilo de campaña. “Duhalde y Palito se fascinan haciendo caravanas por desiertos. Hay que buscar lugares donde estamos débiles con mucha gente, como Rosario” susurra un integrante de la mesa chica de Duhalde, asegurando a Página/12 que se lo dijo en persona. No es seguro que todos los laderos del candidato le digan en la cara todo lo que piensan pero, de todos modos, él sabe lo que piensan y debió digerirlo en una semana que le fue poco propicia. Primero le pegaron las esquirlas de la caída libre del (de “su”) juez Hernán Bernasconi por el caso Coppola, y sabe que ése es un tema que le seguirá generando costos. También lo fastidió la reunión entre De la Rúa y el escritor Ernesto Sabato, un hecho que algunos de sus asesores aseguran que le hace ganar puntos al radical ante los sectores medios.
Más le dolió la reunión de la Internacional Socialista (IS), un espaldarazo para el candidato opositor a quien el accidente de Raúl Alfonsín lo puso en un primer plano que la presencia del ex presidente habría opacado. La ausencia de Alfonsín esmeriló la energía de uno de los párrafos de su mensaje a la IS en el que hacía una apología del pacto de Olivos planteándolo como una necesidad asumida por “gran parte de la oposición”. Esta frase, pronunciada ante los dos integrantes de la fórmula aliancista, acérrimos opositores al Pacto (y en buena medida beneficiarios electorales del desprestigio de sus firmantes) habría sido un trago amargo y un desafío para De la Rúa y Alvarez. Pero la postración de Alfonsín les dejó todo el centro de la escena, sin contraindicaciones.
El recuerdo del ex presidente accidentándose en campaña rondará muchas mentes durante la elección a gobernador de Río Negro. Su incidencia en el resultado es incorroborable pero no caben dudas de que su imagen acompañará a los rionegrinos durante uno de los momentos centrales de la democracia, el de los ciudadanos eligiendo a sus gobernantes. Al fin y al cabo, la vocación de los dirigentes y la masividad de los actos de la gente del común son dos de los datos que ayudan a creer que no todo es simulacro en la vida política.

No se olviden de Cabezas

Santo Biasatti recibió su Martín Fierro y sólo dijo “no se olviden de Cabezas”. En 1997 también pronunció esa frase, pero su voz fue una más dentro del coro: casi no hubo premiado que no recordara al fotógrafo cruelmente asesinado, símbolo de la impunidad y de la prepotencia del poder. En cambio, en 1999 fue el único que lo mencionó. El tiempo pasa, diluye la memoria; los temas pierden presencia y gancho.
Y no es porque no haya noticias, esta misma semana una decisión de la Cámara de apelaciones de Dolores ordenó proseguir las investigaciones contra el comisario Alberto Gómez, reconociendo que hubo “zona liberada” por la policía para cometer el crimen. La investigación, la denuncia, la memoria, la palabra siguen siendo antídotos por la impunidad. A treinta meses, la memoria de Cabezas no debería ser una moda, ni patrimonio exclusivo de unos pocos.

 

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