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NICOLAS CICCONE DEFIENDE A SU IMPRENTA: “HAY UNA CAMPAÑA DE LA COMPETENCIA”
El thriller de los dinares de Bahrein

Príncipes árabes, espías norteamericanos, mediadores congoleños: la imprenta Ciccone es acusada de desviar 370 millones de dólares en dinares de un emirato. Por primera vez, sus dueños se defienden.

Nicolás Ciccone: “Estamos absolutamente seguros y tranquilos de que hemos cumplido estrictamente todas las obligaciones que nos corresponden.”

Nicolás Ciccone, vicepresidente y dueño de la megaimprenta.
Jura que Yabrán nunca fue copropietario y muestra sus acciones.

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Por Miguel Bonasso

t.gif (862 bytes) “Si nos siguen atacando de esta manera, vamos a tener que regalar la empresa”, dice Nicolás Ciccone, vicepresidente y fundador de Ciccone Calcográfica. Sobre la mesa del directorio hay un recorte de Le Monde que lo lleva de la indignación al abatimiento. En él se acusa a la empresa argentina de haber participado en la falsificación de 140 millones de dinares de Bahrein (unos 370 millones de dólares), repartidos en siete millones de billetes de 20 dinares. Apreciable masa monetaria que según algunos diarios europeos habría sido desviada hacia Chad y Níger, para ser introducida después en el emirato y parcialmente cambiada por monedas fuertes occidentales en distintas plazas financieras de Europa. La jugada, según el matutino francés, sería parte de una maniobra de los servicios secretos iraníes para desestabilizar económicamente el pequeño pero estratégico emirato del Golfo Pérsico.
En agosto pasado Página/12 destapó la existencia del affaire que Le Monde pinta hoy como un thriller con emires, lobbistas congoleños y suntuosos palacios orientales. El autor de esta nota reveló que había dos cartas del Emirato de Bahrein, dirigidas a Ciccone Calcográfica y a la propia Cancillería argentina, exigiendo explicaciones por una supuesta impresión no autorizada. Esta semana el tema regresó a los medios generando alarma en una empresa fundada modestamente en los años cincuenta por los gráficos Héctor y Nicolás Ciccone, que ahora factura 100 millones de dólares por año, posee una tecnología de punta y compite en un mercado muy delicado, dominado por un puñado de grandes corporaciones europeas.
Afectados seriamente y muy molestos por añejas versiones que los vincularon con el Grupo Yabrán, los dueños de Ciccone Calcográfica aceptaron dialogar en extenso y sin condiciones con Página/12. El encuentro se produjo en su planta de Don Torcuato, donde hay un tesoro subterráneo de 700 metros cuadrados y donde la ansiedad de ejecutivos y trabajadores cortaba el aire. Durante más de tres horas, Nicolás Ciccone, asistido por uno de sus directores, Roberto Molina, argumentó con pasión y se interrumpió a cada rato para pedir toda clase de documentos probatorios. Pero hubo risas y bromas cuando su secretaria trajo sus acciones de la caja fuerte, para demostrar que no están en manos de los herederos de Alfredo Yabrán y que no siguen caucionadas por el banco Della Svizzera Italiana, al que este año terminaron de pagar los 25 millones de dólares de un crédito que según Domingo Cavallo les había hecho dar el cartero. Hoy Cavallo ya no los señala más y sus preocupaciones se concentran en el daño comercial que les causa el tema de lo dinares.
–¿Hay un reclamo del Emirato de Bahrein a Ciccone Calcográfica?
–Unicamente una nota que nos envió Bahrein en junio de 1998.
–¿Y por qué les enviaron una nota si ellos mismos habían dado la orden de imprimir ese dinero?
–Lo ignoramos... Nosotros tenemos toda la documentación que avala la emisión de billetes. Ahora Bahrein dice que no lo ha solicitado. Nosotros no sabemos cuáles son las razones por las que Bahrein hace ese comentario.
–¿Pero cómo fue la contratación? ¿Quién los vinculó con el Emirato?
–Nuestro representante en Brasil.
–¿Y cómo se formaliza el acuerdo aquí en la Argentina?
(En ese punto interviene Roberto Molina, ejecutivo encargado de seguir los distintos pasos del convenio.)
–Las conversaciones comenzaron en mayo de 1997. Las autoridades de Bahrein vinieron a la Argentina y les organizamos una visita a la planta. Querían saber si estábamos en condiciones de fabricar billetes de la misma calidad de los que ellos tenían en circulación. Luego vinieron otras misiones, en el transcurso del año. A partir de ahí, elevaron una propuesta y en enero del ‘98 se firmó el acuerdo entre las partes. Ese acuerdo nos dio la autorización para poder realizar las correspondientes compras de papel, tintas, numeradoras.
–¿Quiénes participaron por parte de las autoridades de Bahrein?
Nicolás Ciccone entrega a Página/12 un extenso dossier y comenta:
–En esta documentación que le entregamos están las autorizaciones del Banco Central de Bahrein, con toda la cadena de firmas debidamente legalizadas. Esta información se la pasamos a todos los bancos.
–Vamos entonces a las acusaciones contra ustedes que aparecen en el artículo de Le Monde. Aquí se dice, por ejemplo, que la fabricación de los billetes de 20 dinares fue encomendada al congoleño Richard Mwamba.
–Richard Mwamba se presentó a nuestro representante en Brasil como un lobbista internacional. Tengo entendido que en este momento es, además, director de la FIFA, porque preside la Asociación Congoleña de Fútbol. En todo momento dio la impresión de ser una persona conocida...
–Le Monde dice que Mwamba estuvo en prisión por haber falsificado billetes del Congo, que también se hicieron en Ciccone Calcográfica...
–No es verdad. Además él no tuvo nada que ver en nuestras negociaciones con el Congo. Cuando firmamos contrato con el Congo ni lo conocíamos.
–¿Y por qué intervino en lo de Bahrein?
–El decía tener buenas relaciones con los países árabes. Como éste es un negocio que se maneja por relaciones y él tenía muy buenos contactos como directivos del fútbol, pensamos que podía abrir nuevos mercados.
–Si el convenio con Bahrein cumplió todos los requisitos legales, ¿cómo interpreta que después las propias autoridades les dirijan una nota?
–Como productores no sabemos qué es lo que puede ocurrir en esos países y cuáles son los intereses que se manejan. Pero de lo que estamos absolutamente seguros y tranquilos es de que, como fabricantes de papel moneda, hemos cumplido estrictamente todas las obligaciones que profesionalmente nos corresponden. Nosotros vendimos FOB: es decir puesto en Buenos Aires. No vendimos “puesto en Manamá” (la capital de Bahrein). Ese papel, en Buenos Aires, era simple papel impreso. Recién iba a tener sentido de moneda circulante una vez ingresado en el Banco Central en Manamá.
–O sea que ustedes no tuvieron nada que ver con el transporte y posible desvío a otros países, como el Chad o Níger.
–Nada que ver. Como se establece en la querella que presentamos ante el juzgado criminal y correccional número dos de San Isidro (a cargo de Conrado Bergesio), porque nos consideramos particulares damnificados. Allí (en la causa 933), presentamos todos los documentos legales para demostrar que no somos falsificadores, como algunos nos quieren presentar.
–¿A quién le compraron el papel?
–A Arjo Wigins de Brasil. Nosotros estamos reconocidos como una empresa fiduciaria (que imprime billetes y documentos bancarios). Pertenecemos a la Asociación Internacional de Empresarios Fiduciarios, en la que hay muy pocos miembros. Las fábricas de papel también son muy pocas en el mundo y Arjo Wigins es una de las más conocidas. Cuando una empresa fiduciaria compra el papel especifica obviamente la cantidad de billetes que va a imprimir y por cuenta de qué país realiza la impresión. Solicita además una serie de especificaciones técnicas, como la marca de agua, mediante un diseño que provee el país en cuestión. Como ocurrió en este caso: el diseño fue provisto por la propia agencia monetaria de Bahrein. Y esta compra, legal, abierta y documentada a una empresa reconocida es otra prueba de que no estábamos escondiendo nada.
–En el artículo de Le Monde se los acusa también de haber seguido un “camino tortuoso” en la negociación que terminó de cerrarse en Ryad (la capital de Arabia Saudita) y no en Manamá. ¿Es así?
–Ningún camino tortuoso. Está demostrado que hicimos todo lo necesario para llegar a Bahrein.
(En este punto vuelve a intervenir Molina, exhibiendo un billete de avión a su nombre que termina en Bahrein e incluye a Ryad como escala.)
–Las autoridades de Bahrein decidieron encontrarnos en Ryad porque seguían hacia la Meca en un viaje religioso. Fuimos recibidos en el palacio de la familia real de Arabia Saudita y allí tres príncipes y el mandatario oficial de la agencia monetaria de Bahrein aprobaron la muestra definitiva y eligieron una marca de agua para el nuevo billete, que es distinta de la que tiene los otros billetes de 20 dinares en circulación.
–¿Cuánto cobraron por este trabajo? Le Monde dice que apenas 300 mil dólares. Cifra que parece módica para siete millones de billetes.
–Cobramos 375 mil dólares. Que es lo que corresponde cobrar. Tal vez un poco por abajo del valor habitual: con la única intención de poder ganar un mercado al que Argentina no llega fácilmente. Pero tampoco es un precio tan bajo como para llamar la atención, salvo a los que monopolizan este tipo de impresiones y cobran precios muy altos.
–De todos modos, lo cierto es que la autoridad monetaria de Bahrein prohibió la circulación de los billetes de veinte dinares.
–Hay un detalle: a nosotros nos llamó poderosamente la atención que ellos hayan prohibido el uso del billete de 20 dinares recién ocho o diez días después de enterarse –según ellos– de que había una emisión no autorizada. Con lo cual daban lugar a que mucha gente pudiera cambiarlos en el Banco Central de Bahrein. Raro que hayan dado tanto tiempo, si este era dinero falso, ¿no? Nosotros enviamos a Manamá al (ex) embajador James Cheek, acompañado del ex embajador de Estados Unidos en Bahrein, David Ransom, que habla correctamente árabe, y no les dieron una explicación clara. Con lo cual el propio Cheek dijo que con esa información era imposible detener a los verdaderos culpables de la maniobra. Y a nosotros nos interesa que se detenga a los culpables. El embajador Cheek les ofreció a las autoridades de Bahrein toda nuestra colaboración para lograrlo.

 

“600 testigos” contra Yabrán

Uno de los papeles que Nicolás Ciccone entregó a Página/12 durante la entrevista dice textualmente: “Solicitamos muy respetuosamente al periodismo, basta de publicar ‘la empresa Ciccone Calcográfica, que según el doctor Cavallo pertenece al Grupo Yabrán’; esto que nunca fue cierto no hace más que alimentar el deseo de nuestros competidores (internacionales) de destruir a una empresa argentina”. En la charla, Nicolás Ciccone reiteró enfáticamente la desmentida y puso sobre la mesa las acciones a su nombre. El es dueño del 50 por ciento y su hermano Héctor (mayor en edad y presidente de la compañía) posee la mitad restante. A Yabrán –admite– lo conocieron hace un cuarto de siglo, cuando era vendedor de Burroughs y tuvieron una relación cordial, pero nunca empresaria. Página/12 quiso saber qué papel había jugado en la megaimprenta Alberto Isaac Chinkies, un hombre que don Alfredo solía colar en los directorios de las empresas de las que pretendía apoderarse. Tanto Nicolás Ciccone como su director Roberto Molina dijeron que había estado un año en la empresa como gestor de posibles negocios con los bancos que no llegaron a concretarse. “Pasó sin pena ni gloria”. Ante otra pregunta, admitieron que habían participado junto con Ocasa (la empresa que el cartero reconocía como propia) en una “una única licitación” para la impresión y distribución de patentes e identificación para automotores. “Lo cual motivó que alguien dijera: bueno, son socios. Jamás en la vida lo hemos sido.” Respecto del famoso crédito de la Banca Della Svizzera Italiana, el papel de Yabrán se había limitado a sugerirles “ese banco como posible fuente alternativa de crédito”. “Esta empresa –reiteró– nos perteneció siempre, a mi hermano y a mí, en un ciento por ciento. Y de eso tengo seiscientos testigos.”

 

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