|
Por Laura Vales De sus abogados defensores recibió una indicación precisa: que no hable de más. Pero con Francisco Trovato nunca se sabe. Cuando este lunes, a las diez de la mañana, comience el juicio oral contra el ex juez de los zapatos bicolores y las boquillas doradas, en la sala de audiencias del Tribunal Oral número 11 se escuchará una batería de argumentos singulares. Tal vez con un estilo menos ampuloso que el que desplegaba hace un año y medio, Trovato sostendrá que, en realidad, la acusación de haber recibido una coima se debe a una mala jugada del destino. El ex juez está acusado de cohecho agravado por su calidad de funcionario público. Las pruebas en su contra se refieren a su desempeño durante la investigación de la muerte de Lourdes Manzanares, una nena de cinco años que en 1994 quedó apresada entre las puertas de un ascensor en un edificio levantado por Almagro Construcciones. Poco después de cerrar la causa, Trovato recibió como regalo de aquella empresa un ahora famoso placard valuado en 20 mil dólares. Se trata de un vestidor de diez metros cuadrados, construido en madera de cedro, con catorce cajones, amplísimos percheros y dos botineros. Para probar su inocencia, Trovato alegará que estuvo a punto de pagar el mueble en cuestión, pero la mala suerte se interpuso en sus planes. Su versión es la siguiente: en enero de 1996 el todavía juez dejó en manos de su amigo el diplomático Julio Pueyrredón Saavedra Lamas ocho mil dólares y un pedido delicado. Por su "gusto refinado", le encargó que controlara las terminaciones del interior del placard, con la expresa orden de que si el trabajo le satisfacía debía entregar esa suma al carpintero. La tarea no podía ser cumplida por Trovato en persona, porque estaba a punto de tomarse sus vacaciones. Pueyrredón Saavedra Lamas se comprometió a cumplir su misión el 25 de enero, pero dos días antes de la fecha prevista fue embestido por un auto y terminó internado. Trovato le ofreció entonces quedarse con el dinero para afrontar los gastos de su tratamiento, "pero para cuando salió de la clínica el escándalo ya había estallado", puntualizó el abogado Carlos Wiater. El diplomático devolvió los ocho mil pesos ante escribano público. El escándalo del placard lo sorprendió cuando ya comenzaba a sentirse dueño de un brillo social que había perseguido como si en ello le fuera la vida. Trovato se había recibido de abogado en 1972 con diploma de honor por sus altas calificaciones; el 23 de junio de 1993 el Senado, con la única oposición del radicalismo, le dio su acuerdo para acceder a la magistratura, "donde llegó con más fama de sacapresos que de jurista". Varios casos resonantes, como el asesinato de Poli Armentano o el ataque a la casa del senador Eduardo Menem, revelaron su incontenible fascinación por los flashes. Las primeras planas de las revistas sobre ricos y famosos lo retrataron bailando en una disco con Silvia Süller. Cuando le preguntaron qué estaba haciendo allí, Trovato contestó: "Cumplía un acto de servicio". Cuando la investigación judicial comenzó a acorralarlo, Trovato se fugó al Brasil. En abril del '98 fue detenido en el exclusivo barrio de Barra de Tijuca, en Río de Janeiro, en pleno romance con la abogada Roxana Donadío. La policía rastreó los llamados telefónicos que, cada noche, el prófugo hacía a su mujer. Los investigadores quisieron saber cómo había cruzado la frontera. "Nadando", respondió Trovato. Los quince meses que lleva en prisión quedaron cruzados por dos episodios. En abril del año pasado fue trasladado a la cárcel de Caseros, para compartir una celda VIP con el ex juez Carlos Wowe, el ex secretario de Prevención y Lucha contra el Narcotráfico Gustavo Green y al ex policía bonaerense Anastasio Leal, imputado en la investigación del atentado a la AMIA. Al poco tiempo comenzaron las quejas de sus compañeros, que apelaron a la denuncia pública para ser salvados de las flatulencias, eructos y comentarios soeces que Trovato emitía en los almuerzos y cenas. Después fue descubierto mientras se entretenía en un baño junto a su antigua compañera de fuga Roxana Donadío. En octubre, Trovato retornó a su prisión de origen, una celda individual en el edificio de Gendarmería Nacional. Comparte los recreos con procesados famosos: Omar Fassi Lavalle, Luis Sarlenga y Leandro Sánchez Reisse. Sus defensores se preocupan por transmitir la imagen de un monje medieval, dedicado a rezar, leer la Biblia y repasar los expedientes judiciales que lo comprometen. De los siete que existieron en su contra hoy queda abierto, además del placard, uno por presunto enriquecimiento ilícito a cargo de la jueza Silvia Ramond. El investigado no hizo todavía ninguna presentación espontánea en su descargo, pero comunicó que asumirá su propia defensa. Para el juicio oral que comenzará el lunes está prevista la declaración de 46 testigos, entre ellos la mujer de Trovato, Graciela Desimone. Si el tribunal integrado por Enrique Alvarez Aldana, Floreal de Laurentis y Enrique Mario Posse lo encuentra culpable, Trovato volverá a prisión, ya que la pena prevista para el cohecho agravado es de cuatro a doce años de prisión y por lo tanto no excarcelable. Pero también puede pasar que durante el transcurso del juicio se modifiquen los cargos --de cohecho a dádiva--, con lo que el acusado recuperaría la libertad.
|