Por Fernando DAddario En sus opciones de
esparcimiento no figuran ni El Divino ni La Morocha. Para Héctor Anglada, cordobés por
naturaleza, actor por azar, la noche top se vive en Popularísima, la bailanta del Once
que los fines de semana explota de música cuartetera, o en Cachaca, otro boliche
paradigmático de la movida tropical. No tiene auto, no viaja en taxi, tampoco en remise.
Todos los días se sube a su bicicleta, sale de la casa que alquila en el Bajo Flores
profundo, y tarda poco más de media hora para ir al estudio de grabación, donde se mete
en la piel de Capilla, el boxeador y recolector de residuos de Campeones. Es
un pibe que, de tan común, se convierte en un marginal televisivo. No voy a las
fiestas del ambiente porque ahí no me divierto, reconoce en la entrevista con
Página/12. Son fiestas que se hacen para la prensa, para mostrarte, para que te
vean si estás con una minita, si estás tomando esto o lo otro. Y a mí eso no me
interesa. Igual, a mí no me joden mucho, porque yo no vendo. En un festival en Mar del
Plata, vino una señora y me saludó. Yo la saludé, por respeto. Después me dijeron que
era Jacqueline Bisset...
Tiene 24 años y cree que será actor sólo hasta los 30, aunque reconoce que la
actuación es su verdadera vocación. Hasta encontrarla, trabajó de: diariero, heladero,
peón de albañil, bombero voluntario (ahí aprendí cosas que después me sirvieron
como actor, como por ejemplo morirme, porque en los incendios la gente se muere de verdad,
no como en la tele), lavacopas y cafetero, entre muchísimos otros oficios. Uno de
ellos le sirvió de trampolín para su actual profesión. Estaba trabajando de
encargado de mantenimiento en un hotel en Villa Carlos Paz. Los fines de semana jugaba al
fútbol con Adrián Caetano, y un día me dijo: Voy a hacer una película. ¿No
querés trabajar?. Le dije que sí. Fue el primer papel de Anglada y también
el primer trabajo de Caetano: Visite Carlos Paz, un cortometraje. El primer día que
estuvo frente a una cámara vomitó de los nervios. Hoy ya estoy más
acostumbrado, señala, pero no muy convencido. Es relativamente conocido desde que
sorprendió a todos como el Cordobés de Pizza, birra, faso, aunque llegó al gran
público con su personificación de un barrabrava de Excursionistas en RR.DT.
(Hasta me hice hincha y todo, reconoce) y, fundamentalmente, con su actual
papel en Campeones.
Muchos dicen que su éxito está basado en que hace de usted mismo...
Bueno, trato de compatibilizar los personajes con lo que soy yo. Pero a veces es
difícil. Por ejemplo ahora, haciendo de Capilla. Yo no soy como él. Nunca fui tímido.
Capilla es un tarado. A mí una mina no me va a hacer lo que le hacen a él. Yo le pedía
al director de Campeones que hiciera algo, que Capilla no podía ser tan
infeliz. Hasta le tomé bronca y todo al guaso...
¿Cuál fue su escuela de actuación?
La actuación se aprende en la vida. No es que tenga que entrar a robar a una
despensa para saber cómo hacer de chorro, pero en la calle se ve todo lo que pasa. Y mi
método es también alquilarme películas. Veo a Al Pacino, De Niro, Banderas y trato de
sacarles cosas que me puedan servir. Para hacer La expresión del deseo, donde tenía que
hacer a un chabón re sacado, me alquilé Scarface y listo. No estudié teatro, y por
ahora pienso seguir con mi método. Y después, por ejemplo, hacer de boxeador no me
cuesta mucho, porque yo hice boxeo. Inclusive entrené con Falucho Laciar...
Con el primer dinero grande que ganó (No te vayas a creer que lo que yo digo plata
grande es lo mismo que para Laport, ¿eh?, aclara) le puso un kiosco a la madre, que
en realidad es su abuela, quien lo crió desde chiquito en Villa Carlos Paz. En Buenos
Aires estaba viviendo solo en una casa del barrio Bernardino Rivadavia, allá donde el
Bajo Flores comienza a alimentar el centimetraje de las páginas policiales. Pero un día
se cansó de estar solo y se trajo a su madre: Ella estaba sola allá en Córdoba,
yo solo acá. Es mejor que estemos juntos, acompañándonos, dice. Para el estreno
de Pizza, birra, faso, ella lloró todo el tiempo. Es que mi mamá se creía todo lo
que pasaba en la película. Imaginate al final, cuando el personaje que yo hacía se
murió. Se quería morir ella también... De aquella noche recuerda que cuando
salía, la gente me aplaudía y yo trataba de esconderme, pero no por mala onda, sino
porque no estoy adaptado para nada a esto de ser conocido.
¿Qué personaje no le gustaría hacer?
Ya lo hice, y no me gustó. El que interpreté en La Furia. Hice de guardiacárcel y
me sentí muy mal. Tengo amigos en Córdoba y en el Bajo Flores que están privados de la
libertad y me acordé de ellos. Por ahí, si hubiese sido un papel de policía coimero,
habría hecho el mejor trabajo de mi vida, porque es fácil de caracterizar, si ya sabés
cómo son los tipos...
¿Sueños en la profesión?
Mi sueño es ser director de cine. Y como actor me gustaría poder interpretar a un
stone, pero ahora no me sale, porque soy demasiado cordobés. Voy a hacer un curso con una
fonoaudióloga, para aprender la tonada porteña y poder hacer otros papeles, aunque toda
la vida voy a ser el Cordobés, y con orgullo.
Portación de cara Héctor Anglada se pegó varios sustos durante el rodaje de Pizza, birra,
faso. En un momento de la filmación, yendo en auto (conviene recordar aquél auto y el
aspecto de los personajes que iban dentro), los paró la policía. Los directores de la
película habían avisado de la situación, pero a otra comisaría. Cuando nos vino
a encarar la cana, lo primero que le dije fue: Mire que ahora cuando revise el auto
va a encontrar cuatro armas, pero son de fogueo, ¿eh? estamos haciendo una
película. Para qué... se pusieron como locos. Nos empezaron a apuntar con las
itakas y en dos minutos había ocho patrulleros. Yo les voy a dar películas allá
adentro nos dijeron. Y nos llevaron a declarar a la comisaría. |
|