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SUBRAYADO

Mucho más que un amor de Verani

Por Mario Wainfeld


t.gif (862 bytes)  El frío se sentía aún mirando por TV. Raúl Alfonsín fue --con ineludible lógica-- el destinatario de todas las dedicatorias mencionadas en la noche de General Roca. Pero los dos integrantes de la fórmula de la Alianza, Fernando de la Rúa y Carlos "Chacho" Alvarez, fueron legítimos centros del festejo rionegrino. La fórmula aliancista, que hizo todo lo posible por nacionalizar la campaña, celebró el triunfo de Pablo Verani como un hito en su camino a la Rosada, relegando al olvido las magras simpatías entre el gobernador reelecto y De la Rúa y las desobediencias del Frepaso local a las directivas de Alvarez.

Nacida en 1997 de un acuerdo entre pocos dirigentes, la Alianza se robusteció con una hipertemprana victoria electoral. Hay que remontarse a 1946 para encontrar una fuerza política que consiguió tanto éxito en tan poco tiempo. Así y todo la identidad y la unidad aliancista no termina de permear a buena parte de la dirigencia de la UCR y del Frepaso, dificultad que se fue haciendo ostensible cuando se empezó a desgranar el eterno calendario electoral: radicales y frepasistas cordobeses desairaron a sus conducciones nacionales y fueron cada uno por su lado a perder contra el PJ. Ese traspié, que cambió el clima político a fin del '98, germinó una certeza en las mentes de Carlos "Chacho" Alvarez y Fernando de la Rúa: la Alianza no podía darse el lujo de que el radicalismo, el ganador de la interna y el único aliado que administra provincias, resignara otra gobernación a manos del justicialismo.

Poner ese objetivo nacional por encima de los enconos locales era su propuesta que no siempre cuajó bien en las provincias gobernadas por la UCR (excepción hecha del Chaco) donde radicales y frepasistas --antes que como el agua y el aceite-- son como el agua y el fuego. Los radicales son muy mayoritarios respecto de sus aliados nacionales y muy poco proclives a abrirles espacios en sus listas. Los seguidores de Chacho son usualmente acérrimos opositores, muy vinculados los gremios estatales que siempre están de punta con los gobernadores y rehúsan sumarse a oficialismos que tienden a homologar con el menemismo antes que con los aires nuevos de la oposición. Fraguados por lo general en partidos de izquierda, los cuadros frepasistas provinciales no suscriben la propuesta de su líder de dejar de lado "posturas testimoniales". Chacho no pudo torcerle el brazo a las dirigencias cordobesa ni a la catamarqueña ni (aunque transitó de la persuasión a la amenaza de intervención) a la rionegrina.

Fernando de la Rúa tampoco las tiene todas consigo a la hora de ordenar a la UCR. Las conducciones provinciales en general son ariscas para subordinársele y en verdad han seguido su propio juego, sin dejarle otro camino que apoyarlos (carga menos insalubre que la que los frepasistas quieren imponer a Chacho porque a menudo lo asocian al éxito electoral). En voz baja, los allegados más cercanos a la fórmula aliancista dicen estar haciendo camino a la Rosada traccionando por prepotencia de resultados a sus compañeros y correligionarios antes que persuadiéndolos. Los delarruistas rezongan porque muchos dirigentes de alcurnia nacional privilegian sus propias internas al tramado conjunto, no "ponen" todo en la campaña y a la hora de la verdad se cuelgan de De la Rúa para conseguir votos. Dicho sea al pasar, haber nadado contra esa corriente es una de las razones del resurgimiento de Enrique "Coti" Nosiglia. El ex ministro no era precisamente un devoto de la Alianza pero puesto en situación viene optando por cooperar con sus candidatos (en especial con Melchor Posse y De la Rúa) sin resignar poder propio pero también muniendo de recursos a sus correligionarios. Nosiglia parece observar el viejo adagio maoísta de privilegiar la contradicción principal (el enfrentamiento contra el peronismo) a otras secundarias.

Algo parecido maquinan Alvarez y De la Rúa que están dispuestos a tragar algunos sapos cocinados por sus propias tropas --como las rebeldías internas frepasistas, como el doble juego que ejercitaron sin duda Verani y el cordobés Ramón Mestre de desafiar al candidato a presidente y luego pedirle su presencia para pelear la elección-- en la certeza de que nada mejor para acomodar las cargas que seguir ganando.

 

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