El clásico del domingo Por James Neilson |
Lo mismo que los cordobeses, pero a diferencia de casi todos los demás habitantes del interior del país, los rionegrinos están acostumbrados a ser gobernados por radicales, con los peronistas encabezando la oposición, particularidad que permite al PJ darse el lujo de tratar a la UCR como una vieja desprolija, congénitamente corrupta, amiguista, clientelista y despilfarradora. En Córdoba, el desgaste así supuesto, más la buena campaña de José Manuel de la Sota, fue suficiente como para humillar a los radicales en una provincia que creían suya y asustar a los aliancistas en todas partes, pero pareciera que una vez más Río Negro se las ha arreglado para ser distinto. Según las encuestas boca de urna y los resultados iniciales, el radical Pablo Verani logrará derrotar al peronista Remo Constanzo por un margen más holgado que el de cuatro años atrás cuando los separaban sólo 650 votos. Tamaña hazaña no plantearía problemas si Río Negro fuera una provincia floreciente y Verani, un gobernador fuera de lo común, pero la economía regional hace agua y los encargados de manejarla no se han destacado por su eficacia. Regidos por personajes comprometidos con las generosas teorías económicas radicales, Río Negro tardó muchísimo en emprender el ajuste y a Verani le tocó el privilegio nada grato de intentar instrumentarlo, seguir pagando la abultada deuda acumulada en épocas más felices y remediar algunos de los desaguisados que le legó Horacio Massaccesi. Pero aun así los rionegrinos lo votaron, en parte por razones similares a las que asegurarían al PJ un piso nacional de al menos el treinta por ciento aunque el movimiento se vendiera a Repsol, en parte porque la provincia no es una isla: en el país, los vientos están comenzando a soplar otra vez a favor de la Alianza y, de mantenerse los resultados, lo sucedido en Río Negro los hará más fuertes. Separar lo provincial de lo nacional en los comicios de cualquier otra provincia es claramente imposible, pero aunque lo primero suele predominar la evolución de la lucha entre el PJ y la Alianza en todo el país puede suponer la diferencia entre un triunfo respetable y una derrota sin atenuantes. Al mostrarse cada vez más nervioso y más demagógico, Duhalde está perdiendo terreno y, con él, muchos peronistas del interior. Acaso aún más importante ha sido el factor Alfonsín: no se trata tanto de la resistencia de algunos a dar un disgusto más al ex presidente que se accidentó precisamente en Río Negro, cuanto del recuerdo de las esperanzas que habían surgido durante aquella asombrosa campaña electoral de 1983.
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