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EL UCK SE DESMOVILIZA PERO CREE EN KOSOVO LIBRE
Los sueños de los héroes

Con la desmilitarización a medias de la guerrilla del Ejército de Liberación de Kosovo (UCK), muchos volvieron a Europa. Cómo tratar con el separatista UCK es un problema clave de la OTAN.

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Página/12
en Bélgica

Por Eduardo Febbro
Desde Bruselas

t.gif (862 bytes)  Ni alegría ni tristeza. Sólo un poderoso sentimiento de irrealidad mirando el incesante tráfico de Bruselas, el ir y venir de las mujeres liberadas por el verano, los edificios y las formas estables y opulentas de Occidente. El viaje se les hizo áspero antes de llegar hasta acá, que fue también el punto de partida. Los combatientes de la diáspora albanesa que salieron de las diferentes capitales europeas a unirse al Ejército de Liberación de Kosovo (UCK), vuelven a sus ciudades de residencia con un indescriptible sabor en la boca. La desmovilización repentina del UCK los tomó por sorpresa: "todo resultó una sucesión de vivencias preciosas, rápidas, inesperadas", confiesa a Página/12 uno de los combatientes que vuelven de la guerra en un bar de los alrededores de la estación central de Bruselas. "Hicimos posible el sueño de mi padre y de tantos abuelos; la independencia de Kosovo está en marcha", dice otro de los combatientes, que se hace llamar Satis.

Drini, Satis, Kaïdri, Hacim y Dardan son seudónimos impuestos por las circunstancias. Sus jefes les dijeron que podían y tenían que hablar, bajo la reserva del más estricto anonimato. Hablar "para que --como afirma Kaïdri golpeando el vaso de cerveza contra la mesa-- se sepa que el UCK no es esa organización de mercenarios, ladrones y traficantes de heroína que se dijo en la prensa occidental". Mira con orgullo, se golpea el corazón y cuenta: "en mi unidad éramos como 10.000, entre voluntarios y miembros históricos del UCK. Al principio, para poder ir al frente, teníamos que esperar que alguno muriera. No había armas para todos". Kaïdri es el nombre de "un hermano" muerto en el combate. Un hermano kosovar, vecino del barrio con el que habían ido a la escuela juntos y conquistado a las primeras mujeres en las discotecas del suburbio de una gran ciudad francesa. "Caímos en una emboscada. Mataron a cinco de los nuestros. Kaïdri, mi amigo, recibió una ráfaga de metralla que le perforó el estómago. Se arrastró hasta donde estaba, con el estómago abierto. Me pidió que lo matara, que acabara con su sufrimiento. Uno nunca se acostumbra a eso."

Los cinco miembros del UCK confirman muchos de los rumores que envolvieron la guerra. Sin los bombardeos de la OTAN, la guerrilla del UCK y las contribuciones de la diáspora albanesa la guerra de Kosovo nunca se hubiese ganado. Dardan, que trabaja en una pizzería londinense y es el más "viejo" de los voluntarios porque se unió al UCK hace seis meses, dice que el Ejército de Liberación de Kosovo perdió por lo menos 2000 hombres, sin contar los civiles. Los combates eran como en la Primera Guerra mundial, "cuerpo a cuerpo". Había que "pelear por conquistar una parcela, a veces a sólo doscientos metros de distancia". Satis recuerda: "menos mal que estaba la aviación norteamericana, si no se hubiesen perdido muchas más vidas".

¿Y los instructores norteamericanos, y la CIA? ¿Cuento? "No" --corrobora Hacim, que fue uno de los que peleó en la región de Prizren--. "Andaban por ahí, cada unidad estaba infiltrada... Había buen material. La OTAN necesitaba de nosotros ahí abajo. Muchas cosas de las que se dijeron son auténticas. Teníamos teléfonos satelitales, con códigos especiales para darle a la OTAN las posiciones." Los cinco desmienten la versión de una guerrilla albanokosovar fanatizada por los islámicos: "los voluntarios musulmanes eran mal vistos, las más de las veces no se los aceptaba, sobre todo los que venían de Siria y no eran de origen albanés". El miedo a la infiltración era permanente, dice Dardan: "había gente que venía de todas partes: Afganos, chechenos, canadienses, franceses, australianos, suizos, belgas, alemanes, italianos... El mundo entero parecía tener un abuelo, un padre albanés".

Para el UCK, la guerra se dio vuelta en mayo, gracias a los aportes de la diáspora que les suministró las armas pesadas: "antes no había para todos". La guerra fue así hasta la famosa ofensiva de Kosare, en las primeras semanas de mayo. El UCK pudo "limpiar más de 8 kilómetros de las líneas serbias a lo largo de la frontera albanesa. Ahí entramos todos, la mayoría de las brigadas internacionales pasaron a una acción de envergadura. Barrimos con ellos". Hacim y Kaïdri estuvieron en Kosare y cuentan, no sólo los muertos, sino su identidad: "había rusos entre los serbios, yo vi varios, muchos cadáveres con uniformes rusos, y sus documentos encima". "Cuando entrábamos a los pueblos de Kosovo la gente nos aclamaba. Las tres letras del UCK eran una fórmula mágica", dice Drini. Dardan insiste: "era absurdo pensar que el UCK se iba a ir. No habíamos peleado tanto para dejarles las llaves a la OTAN". Pero luego vino el acuerdo de desarme negociado entre la KFOR (la Fuerza Internacional de Paz), y el UCK. "Desarme a medias", dice Hacim entre dientes. "Nadie más vendrá a sacarnos de Kosovo, a matarnos como conejos indefensos. Las armas son nuestra supervivencia."

Ahora hay que regresar a casa, con esa sensación pegada a la piel de estar en una tierra de nadie. París, Colonia, Milán, Ontario, Londres, Marsella, Ginebra, Porto o algún suburbio de estas ciudades. Quién sabe. Dardan, que peleó en una unidad basada en el monte Pastrik, reflexiona: "Ahora comienza otra guerra, una guerra de papeles, una guerra política". Ninguno expresa remordimientos, ni odio hacia los serbios. Satis dice: "Entre los albaneses extranjeros no había odio. Teníamos conciencia de que para los serbios éramos mierda y para la OTAN carne de cañón. Pero la guerra de carne y hueso la hacíamos nosotros, con los demás hermanos de la diáspora y el UCK. La memoria de mis padres no es una memoria muerta".

 

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