Tan lejos, tan cerca Por Claudio Uriarte |
Un misil nuclear intercontinental tarda 20 minutos en llegar desde Rusia a Estados Unidos o viceversa. Una crisis financiera originada en cualquier lugar del mundo tarda en esparcirse al resto lo que toman las órdenes de venta de acciones y bonos en viajar a través de las redes informáticas mundiales. Esta aceleración de las dinámicas políticas y económicas internacionales significa que ya casi nada queda lejos, o --para ser más precisos-- que la geografía tradicional ha cedido en más de un punto, y lo que ocurra en China --si decide devaluar su yuan, para dar un ejemplo-- impactará mucho mas profundamente la economía y a la larga la política argentina que un cambio de gobierno en Uruguay, un país infinitamente más familiar y cercano, pero cuya estructuración económica --basada en el turismo y en la banca-- lo vuelven una excepción relativamente aislada, menos vulnerable y determinante que el resto --y que la Argentina de la economía abierta-- en el mundo de los grandes flujos internacionales de capital. O tomemos el caso de la remotísima guerra de Kashmir, que India y Pakistán están librando por un territorio congelado e inhóspito en los altos de los Himalayas. India y Pakistán no sólo son las más flamantes potencias nucleares del mundo sino que ambas tienen alianzas geopolíticas tradicionales con dos verdaderos pesos pesados del club atómico internacional: la India con Rusia, Pakistán con China. Por el momento, el rol de Estados Unidos resulta ambiguo: si bien en esta ronda de la disputa exhortó a Pakistán a evacuar las posiciones que sus fuerzas tomaron del lado indio de la línea de demarcación, en el pasado mantuvo una férrea alianza con Pakistán contra los invasores soviéticos de Afganistán, y su política hacia China es un embrollo. El peligro más obvio es una escalada nuclear. Pero lo más grave es que India y Pakistán hicieron estallar la política de no-proliferación: lo impensable se vuelve pensable y otros Estados resentidos y fracasados pueden relanzar sus antiguas ambiciones atómicas. Por eso, la política internacional adquiere una nueva prioridad en una Argentina económicamente abierta al mundo y que, sin embargo, en el plano de lo político, parece cada vez más enclaustrada en el ambiente enrarecido de sus disputas internas. Porque lo que ocurra en Indonesia, en Malasia o en el resto de esos países "exóticos" puede llegar alarmantemente rápido a nuestros bolsillos y a nuestros ahorros.
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