UN DURO ATAQUE AL ESTABLISHMENT
Hay que ir a contramano
Por Robin Blackburn *
Aunque partidos que se
llaman a sí mismos socialistas gobiernan en casi una docena de países europeos, la
creencia en una sociedad distintivamente socialista, basada en una economía socialista,
ha desaparecido casi completamente en el continente donde se fundaron los primeros
movimientos socialistas.
Por desgracia, el acomodamiento post-thatcherista de Tony Blair con el neoliberalismo
marca el tono de la socialdemocracia en toda Europa. Sin embargo, el flojo desempeño
electoral del Nuevo Laborismo británico y de otros partidos de izquierda en el poder en
las recientes elecciones europeas, muestra que esta fórmula política está en
decadencia. Le falta una estrategia para atender los problemas mayores de la exclusión
social (como el desempleo) y se ha resignado a las desigualdades gritantes.
La desorientación y fatalismo de los partidos socialdemócratas suele ser explicada con
la noción de globalización, una referencia a las fuerzas que supuestamente ordenan una
carrera al pozo para todo lo que sea condiciones de trabajo y bienestar
social. Claro que existe un problema real. Pero los bloques regionales como la Unión
Europea o el Mercosur tienen considerables poderes para regular su modo de inserción en
los circuitos mundiales de intercambio y hasta los estados individuales tienen más
autonomía de la que los partisanos de la globalización quieren reconocer.
Hay otra dimensión de la economía política a considerar. Mucho del capital que recorre
el mundo buscando ganancias pertenece a fondos de pensión y seguros. Este sector fue
creado por un régimen fiscal que da extraordinarios beneficios impositivos a los aportes
de los empleados a los fondos de pensión. Un estudio reciente muestra que el valor total
de las tenencias globales de los fondos de pensión en el mundo entero equivale a casi dos
billones de dólares. En Gran Bretaña los depósitos en fondos de pensión equivalen a la
mitad de todas las acciones bursátiles existentes. Potencialmente, esos fondos podrían
usarse para darle al estado una palanca económica más. Increíblemente, el presidente
Clinton fue mucho más audaz en sus propuestas de cambio en el sistema de protección
social que los socialdemócratas europeos.
Por supuesto que apoyar estas ideas a fondo requeriría la voluntad política de enfrentar
el establishment. Las reformas deberían ser basadas en un nuevo sistema de economía
social que traspase poder de las finanzas privadas a los gobiernos estatales y
municipales, y a las universidades. En lugar de enfrentar estas opciones, los gobiernos de
la izquierda europea se dejan llevar por la marea destructiva de la globalización. Pero
al menos hay algunos movimientos sociales que resisten la tendencia al dumping social. De
hecho, es probable que sin su agitación la izquierda no estaría en el poder en Francia,
Italia y Alemania.
* Editor de la revista socialista New Left Review.
CONTRA LA FALTA DE SOLIDARIDAD
Controlar el capital
Por Mark Seddon *
Llegamos a un nuevo
milenio, pero muchos de los males que afectaban a la humanidad a principios de siglo
continúan. La guerra, la pobreza, la enfermedad y el desempleo siguen desfigurando las
vidas de millones a lo ancho del globo, mientras que nuevas amenazas surgieron. La
sobrepoblación, la destrucción de los recursos naturales, las armas nucleares y las
nuevas enfermedades hacen la vida más peligrosa pese a los avances tecnológicos de
nuestra era.
Los delegados de los países reunidos en Buenos Aires necesitan preguntarse qué tan
socialistas e internacionalistas son los partidos que representan. Porque, enfrentados con
estos problemas aparentemente insolubles, con un nuevo capitalismo que no conoce fronteras
y se mueve sin esfuerzo a donde el trabajo sea más barato, muchos socialistas simplemente
se han retirado. Hay poca solidaridad entre el norte y el sur, hay escaso entendimiento de
lo precario de la vida en el Africa al sur del Sahara y no hay la menor claridad sobre que
las instituciones financieras han sido cómplices en empobrecer todavía más a esos
países.
Muchos partidos miembros de la Internacional Socialista rindieron al socialismo y al
internacionalismo por miedo a que los valores y la filosofía que compartimos sea
confundida con los regímenes comunistas de la URSS y la Europa del este. Sin embargo, a
ninguno de estos países se le permitió unirse a la Internacional Socialista y no hay
necesidad de ponerse a la defensiva por nuestra opción socialista democrática. En Gran
Bretaña y ahora en Alemania se sigue otra opción, que se describe a sí misma como
tercera vía. Los presentes en la reunión de Buenos Aires deben ser
advertidos de que esa estrategia política (no puede ser llamada ideología) fue importada
de la sociedad profundamente conservadora que es Estados Unidos. La tercera vía del
primer ministro Tony Blair y del canciller Gerhard Schroeder apenas difiere del
libremercadismo de Ronald Reagan y Margaret Thatcher en los años 80.
Los partidos miembros de la Internacional deben reenfocarse en las ideas y principios que
impulsaron a los pioneros socialistas en tantos países y culturas diferentes en todo el
mundo. Los problemas que enfrentamos hoy son tan serios como los que enfrentaron nuestros
precursores. Debemos controlar el capital para beneficio de los pueblos. Debemos proteger
el medio ambiente para las futuras generaciones. Sobre todo, no debemos olvidar que la
redistribución del poder y la riqueza es el corazón del mensaje socialista. La causa de
los trabajadores sigue siendo la esperanza del mundo.
* Editor del semanario socialista Tribune y miembro del Comité Ejecutivo
Nacional del Partido Laborista Británico.
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