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UNA ESCUELA QUE NO PUEDE USAR SUS COMPUTADORAS
Las pantallas que nadie mira

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En la Escuela Nº 14 de la Boca hay diez computadoras, pero los
chicos no las usan porque no hay profesor asignado. Según la
comuna, el 46 por ciento de las escuelas porteñas está igual.


Por Alejandra Dandan
t.gif (862 bytes)  David está en sexto grado. Levanta una mano y pide hablar: “Yo nunca toqué una computadora, en ningún grado tuve”. A pocos metros, el aula de computación está sellada con una puerta de rejas. Hay diez computadoras vacías, sin chicos delante y sin docente detrás. El director de la Escuela Nº 14 de la Boca, Juan José Tramutola, cuenta que las computadoras, entregadas por el Ministerio de Educación de la Nación, no se usan porque no se nombró profesor por falta de partida. “Estoy cansado de hacer notas y reclamar docentes –dijo a este diario– y que la respuesta sea no tenemos.” En la Dirección de Educación de la comuna aseguraron a este diario que el 46 por ciento de las escuelas porteñas está en idéntica situación. El motivo: se trata de una materia extracurricular y los 135 docentes nombrados no alcanzan para abastecer todas las escuelas.
El colegio está en el número 1184 de la calle Necochea. Hay 350 chicos que a diario pasan allí la doble jornada. “Todos los chicos están becados para el comedor porque vienen de casas donde a la noche por ahí no tienen qué comer”, dice Tramutola. Este marco impide la existencia de una cooperadora suficiente como para sostener el sueldo de un profesor nombrado por la escuela, tal como ocurre en otros primarios. “Los chicos tendrían que poner dos pesos por mes para la cooperadora –dice el hombre- y ni siquiera se recaudan 15 pesos.”
La escuela tiene las computadoras desde junio de 1996. En el `97 una docente alternó el dictado de su séptimo grado con clases de computación para otras salas. A lo largo del `98, Tramutola se enteró de que a través de algún convenio de pasantía podría conseguir alumnos del sexto año del colegio Otto Krause para dictar clases. “Vinieron dos –cuenta– pero eran chicos, así que uno se cansó a las dos clases.” El otro siguió durante cuatro meses. A lo largo de ese período algunos de los grados más grandes lograron al menos, por cuarenta minutos por semana, pasear las manos en el teclado de las máquinas.
“Pero aunque tengan buena voluntad, a ellos, que sabían mucho de computación, les faltaba el perfil pedagógico”. Para el director esto dificultaba el aprendizaje de los chicos, que muchas veces terminaban jugando. La cooperadora pagó a los dos estudiantes el dinero de viáticos. “No nos daba para más, por eso tampoco podemos traer a alguien de afuera”, indica. Tramutola deja su despacho, cruza un pasillo y abre el cerrojo de la puerta. Mientras intenta atravesar la sala habla de otra escuela, la Nº 5 de la segunda circunscripción. “Está en Mansilla y Bulnes –dice–. Ahí fue nombrada una profesora que está a la mañana y la cooperadora le paga aparte para que dé clase a la tarde.”
La supervisora del distrito 4ª, Graciela Surutuza, explica que el nombramiento no existe porque “es una materia extracurricular, que depende de instancias educativas complementarias y no se da abasto con las partidas para los nombramientos”. Surutuza, encargada del distrito de la Boca, cuenta que la Nº 14 no es la única escuela en esta situación. “Pero en otras escuelas con cooperadoras más fuertes el vacío lo cubren ellos”, dice y agrega: “Muchos de esos chicos sólo en la escuela pueden tener la computadora”.
El dato lo confirma Susana Marotta, directora de Instancias Educativas Especiales de la Dirección de Educación porteña. “Tenemos infinidad de pedidos como éste –indica–, pero intentamos priorizar la zona de las escuelas que están apoyadas contra el río porque en aquellas de cooperadoras fuertes pueden pagar docentes.”
Al 43 por ciento de las escuelas porteñas les faltan docentes de informática. “Nosotros –explica Marotta– tenemos 135 contratos de informática. Y cada uno por 16 horas; para distribuirlos fraccionamos esas 16 horas en una, dos o tres escuelas, pero no alcanzan a cubrir las 255 que hay en la Capital.” De todos modos, la funcionaria señala el caso de la escuela Nº 14 como una de las excepciones: “Los docentes que másinsisten con los pedidos son los del norte y centro, en la zona sur, donde las escuelas están más desprotegidas, los directores piden menos”.
David no escuchó a los grandes, pero es uno de los chicos que sólo ve computadora en la escuela. No es el único. De los doce chicos que hay ahora en el sexto grado, sólo dos tienen acceso a una computadora más allá de la vereda de la escuela. Rubén está sentado adelante con una hoja de diario. El maestro explica cómo hacer copetes y títulos. Todos dejan de hablar y Rubén es el primero que levanta la mano cuando preguntan por los que no tienen computadora: “En quinto –dice– no aprendimos nada, jugábamos a jueguitos. Una sola vez fuimos a la sala de las computadoras”. Al lado Quique se pone formal: “Yo quiero aprender porque si no sabés nada de computación hoy en día no tenés trabajo”.
En la escuela conocen de la falta de trabajo. Tramutola traza un esquema rápido de la historia de sus alumnos: “Muchos son hijos de familias que no tienen a veces ni siquiera changas. Los pibes vienen a comer a la escuela porque a veces es la única comida diaria”.

 

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