El País
de Madrid
Por Juan Carlos Gumucio
Desde Belgrado
La Iglesia
Ortodoxa serbia dio ayer un paso más en su enfrentamiento con el régimen de Slobodan
Milosevic cuando el patriarca Pavle, en una triste conmemoración de la batalla de Kosovo
Polje, librada hace más de seis siglos contra los turcos, prohibió la participación en
los actos a figuras políticas a las que calificó de ateas. Pavle, antiguo
aliado incondicional del presidente yugoslavo, lo acusó ahora de haber arruinado al
pueblo serbio en el conflicto de Kosovo. Partidos de oposición, sindicatos y grupos de
intelectuales se sumaron al frente de rechazo al presidente yugoslavo y encabezarán hoy
una marcha para pedir su renuncia en la ciudad de Cacak, a 200 kilómetros de Belgrado.
El veto a la convocatoria de la Iglesia, que se celebró en el monasterio ortodoxo de
Gracanica, no hizo sino confirmar la decepción, resentimiento y frustración de las
autoridades eclesiásticas serbias tras la nueva pérdida de Kosovo. El octogenario y
enfermo Pavle se encargó de adelantar que este año la fecha más sagrada del calendario
religioso, cultural y étnico va a ser diferente de las anteriores. No
habrá hipocresía. En la conmemoración de esta fecha no habrá espacio para aquellos
líderes de nuestro país que no tienen Dios.
No podía haber una referencia más directa al repudio hacia Milosevic. Y, sobre todo, al
veto que la Iglesia ya le ha impuesto de facto para negociar el futuro de Kosovo. La
esencia del mensaje de los popes era simple: Milosevic ya no tiene asiento al lado de los
líderes de Kosovo a la hora de decidir el destino del Jerusalén de los
Balcanes. Simplemente porque jugó con la historia, el folklore y la conciencia
serbia y perdió.
El 28 de junio de 1389, legiones de fuerzas balcánicas, entre las cuales brillaron por su
heroísmo aquellos combatientes serbios a las órdenes del líder serbio Tzar Lazar,
perdieron la vida tratando de impedir el avance de los turcos del Imperio Otomano
equipados de un ejército supremamente superior. Su derrota militar dio a los otomanos 500
años de ocupación. Pero fue su ingreso a la historia del romanticismo épico. Inspiró
algo que hoy escasea: un total sentido de valor. La poesía que venga después.
El 28 de junio de 1987, un miembro del comité central del Partido Comunista serbio
partió hacia el campo de batalla de Kosovo Polje (el campo de los pájaros
negros) para convertirse en el máximo y más atento receptor de las quejas de los
serbios frente a los abusos cometidos por sus vecinos de ascendencia turca, los albaneses
de Kosovo. El nombre del aspirante a héroe moderno: Slobodan Milosevic.
En el más fogoso discurso de su carrera, agitando las manos, mirando al cielo, declaró
aquella frase famosa que a los serbios les suena amarga: Que nadie ose
pegarles, proclamó ante un millón de serbios al pie del monolito Kosovski
Junaci, el monumento dedicado a los héroes de Kosovo. En el mismo lugar donde
nació hace 10 años la ilusión nacionalista de Milosevic, soldados británicos de la
KFOR fueron fotografiados ayer asoleándose.
La actual carrera por terminar con el gobierno de Milosevic se abre hoy en Cacak con la
primera protesta contra el presidente yugoslavo desde la derrota a manos de la OTAN. Cacak
es una ciudad de aproximadamente 200.000 habitantes, en su mayoría dependientes del ahora
destruido complejo industrial de electrodomésticos yugoslavos, incluyendo la famosa
aspiradora Sloboda. Cacak es, por definición, territorio de la oposición. El
joven alcalde de esta ciudad en paro, Velja Ilitc, del Partido Nueva Serbia, vive desde
hace meses en la clandestinidad. La policía de Belgrado no ha conseguido dar con él.
Goran Svilanovic, el jefede la Alianza Civil Serbia, una minúscula pero influyente
organización de oposición y que participa activamente en los preparativos para la
manifestación de hoy martes, declaró hace dos días a El País que este puede ser
el primer paso en la marcha democrática hacia Belgrado.
Apurados por reconstruir
El director general adjunto de la Comisión Europea, François Lamoureux, declaró ayer
que la reconstrucción de Kosovo costará al menos 3000 millones de dólares. Lamoureux
señaló que se trataba de una primera evaluación realizada en el encuentro entre
empresas francesas, el Banco Mundial y la Comisión Europea, y que la suma no incluye
ayudas macroeconómicas o la asistencia humanitaria que necesita Kosovo bajo la
administración de la ONU. Mientras tanto, una delegación de jefes de empresas
británicas lideradas por el secretario de Estado de ese país para el Comercio y la
Industria, John Battle, viajó ayer a Macedonia y a Kosovo para evaluar los mercados que
pueden obtenerse en el marco de la reconstrucción. No vale la pena esperar a que
las ofertas de contratos aparezcan dentro de nueve meses en el diario oficial de la Unión
Europea, manifestó Battle. Las tropas británicas fueron las primeras en entrar a
Kosovo, hace tres semanas, en representación de la fuerza de mantenimiento de paz en la
provincia yugoslava (KFOR). |
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