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MIRTHA LEGRAND REGRESO A LA TELEVISION CON UN PROGRAMA ATIPICO
“Quiero que me tengan paciencia”

Vestida de luto, llorando en cámaras y fuera, la diva de los almuerzos concretó ayer su primer programa en su nuevo canal América, recibiendo a cinco invitados que, ante todo, la consolaron, instándola a seguir trabajando.

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Por Mariano Blejman
t.gif (862 bytes)  “¡Haya paz!”, gritó un tal Chato Valencia, el nuevo asistente de Mirtha Legrand. El silencio se adueñó del estudio. Los 90 fotógrafos y camarógrafos apuntaron su artillería pesada hacia la escalera y dispararon cuando apareció allá en lo alto, erguida como un prócer. La diva de los almuerzos volvió a la televisión, después de haber sido “abandonada” el año pasado, según su definición, por las nuevas autoridades de Azul Televisión. El recuerdo de la posterior muerte de su hijo Daniel Tinayre teñiría de tristeza la emisión que estaba a punto de comenzar, su debut en América. “Es probable que de aquí en más el programa contenga bastante política”, le diría a Página/12 casi dos horas después, una vez concluida la ceremonia del debut. “Este es el momento más duro y más difícil de mi vida”, aseguraría luego. Mientras, una lágrima le corría por la mejilla. “Yo no pensaba volver a la televisión, pero me convencieron y aquí estoy”, explicó. “Quiero, y espero, que me ayuden, me tengan paciencia. Vamos a hacer las cosas lo mejor posible.” En ese momento, miró a los fotógrafos y con lágrimas en los ojos agregó: “Les pido que me dejen hacer mi vida”. Legrand dice que ha tenido fotógrafos durante cuatro meses en la puerta de su casa.
na25fo06.jpg (9345 bytes)Por detrás, Marcela Tinayre y sus nietos le daban gritos de aliento. Mientras tanto, la temperatura aumentaba dentro del estudio. “Yo no soy tan fuerte como la gente cree, no hago más que llorar y llorar y extrañar a Dany”, aseguró Mirtha, y afuera llovía a cántaros. “Soy Giordano, soy Giordano...”, había gritado el peluquero mediático, intentando sortear la maraña de cámaras para acercarse ampulosamente a la conductora y espetarle un “bravo, Chiquita”. Un aplauso generalizado premió su originalidad. Luego de agradecer al dueño del canal, el empresario Eduardo Eurnekian, a su productor Carlos Rottemberg y a sus amigos cercanos, repitió: “Aquí estoy, señores, he venido a ocupar mi lugar”. También agradeció los llamados de sus hermanos Silvia y José, y “el Martín Fierro, que fue el único que ganó Canal 9”. Además, aprovechó el posible alto rating del inicio para promocionar su otro programa en América “La noche de Mirtha”, que irá los viernes a las 22.
La diva de los almuerzos esta vez ofreció a sus invitados sólo un aperitivo. Fueron cinco: Soledad Silveyra, que ingresó al canal con unos enormes ruleros pero en cámara resplandeció, Enrique Pinti, Juan Carlos Calabró, Ana María Campoy, Nacha Guevara y el sacerdote Julio César Grassi quien, además de hacerle un regalo, se atrevió a bendecirla en cámaras. Entre todos la mimaron, y sus lágrimas se transformaron en sonrisas, aunque en general de dientes apretados. “Vas a tener toda la libertad para trabajar”, le aseguró Eurnekian, quien recordaba las interrupciones que hacía Alejandro Romay, cuando era el zar de la televisión. “Muchas gracias”, contestó. “Ustedes deberían mejorar un poco Ezeiza, ¿eh?”. Una foto de Mirtha con el presidente Carlos Menem, cuando bailó la danza de los siete velos, lucía como parte del decorado.
“¿Padre, saca plata?”, le preguntó a Grassi, que debió sumergirse en explicaciones variadas. Nacha Guevara hizo lobby para que se apruebe una ley de mecenazgo. “La empresa privada debe invertir en el espectáculo y en el arte”, afirmó, con tono de estar hablando de sus propios sus proyectos. Mirtha recordó entonces a Juan Carlos Thorry, que cumplió 91 años y está en precario estado de salud. “Cuando lo invité a Juan Carlos Thorry a ‘El Contra’, lo confundí con Labruna. Hasta el día de hoy la gente se acuerda de eso”, recordó Calabró.
Dentro del estudio, especialmente contratado por el canal para su comodidad –cuenta con baño privado, cocina, living y aire acondicionado– el calor seguía siendo insoportable, y los periodistas colgaban sus camperas en la cintura, una situación rara, muy televisiva, porque afuera la sensación térmica era de 0 grado. “Va a haber que alargar la cortina musical, Mirtha estira demasiado y nos quedamos sin música”, se apuraban en el control. En el piso, con el inminente final del programa uno de su temporada 1999, Mirtha rezongaba: “Ni en televisión te dejan llorar tranquila”, decía, mientras se volvía a secar la nariz con el pañuelo. Los fotógrafos la acribillaban. Ellos no son la televisión.

 

Facturas, recuerdos, planes
Una vez terminado el programa, el show de Mirtha Legrand siguió. Luego de que Roberto Galán la fulminara a los besos y de que Héctor Ricardo García, dueño del estudio, la saludara, concedió una entrevista colectiva a los medios que se amontonaban en el lugar. “No sé qué me dio fuerza para volver”, señaló. “Me gusta que me hablen de mi hijo Daniel, un ser extraordinario”, definió. “El año que viene a lo mejor produzco programas, pero no voy a trabajar más con mi físico”, insistió. Luego pasó facturas a los medios que se dedicaron a publicar informaciones falsas. “Se dijo que tomé pastillas y no es cierto, ni que está en venta mi departamento. Por otra parte, Daniel jamás se quejó y murió con una gran dignidad”, enumeró. Luego habló de su dolor. “He pensado mucho en las mujeres que perdieron a sus hijos. Pensaba también en los desaparecidos, en aquellos que tienen hijos que no saben si están vivos. Temo, ahora, que la televisión me lo haga olvidar.” Finalmente, prometió un almuerzo con el ex presidente Raúl Alfonsín cuando se recupere y, tal vez, un encuentro con Susana Giménez.

 

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