Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


“Me gusta el teatro que está cerca de la vida”

El cineasta Jorge Polaco debuta en el teatro con “El tutor”, unaobra basada en la leyenda de Kaspar Hauser. “El encanto mayor quele encuentro –explica– es la posibilidad de experimentación.”

na28fo01.jpg (8814 bytes)

Por Cecilia Hopkins
t.gif (862 bytes)  Cultor irrenunciable del cine de autor, Jorge Polaco tiene en su haber películas tan polémicas como personales: Diapasón, En el nombre del hijo y la prohibida Kindergarten son algunos de los títulos que contribuyeron a crearle la fama de artista revulsivo y elitista que él rechaza con serena resignación. “Sí, confieso que mis obras tienen mal olor, pero el mal olor nos atañe a todos”, afirma en la entrevista con Página/12, a pocos días de su debut como autor y director teatral. El tutor, su primera obra de teatro, escrita en colaboración con Humberto Rivas, subirá a escena el jueves en el Teatro del Sur. El elenco está integrado por Marcelo Marcilla, Guadalupe, Julio Suárez y Anabella Blanco. Se trata de una obra casi sin texto (“descreo de la palabra”, confirma el director) que reelabora la leyenda de Kaspar Hauser, un hombre que pasó sus primeros años de vida sin ningún contacto con sus semejantes hasta que se vio obligado a integrarse a la sociedad.
–¿Le fue difícil entrar en los códigos del teatro?
–Gocé mucho haciendo esta obra, y creo que debe ser por ser ésta mi primera vez: no sé si eso vuelve a repetirse cuando se trata de una segunda o tercera experiencia. Gocé del desconocimiento total que tenía, tuve que descubrir lo que el teatro es para mí: cualquier expresión artística tiene esa maravillosa ventaja de ser diferente para cada uno. El encanto mayor que le encuentro al teatro es la posibilidad de experimentación, algo que, creo, está desapareciendo en muchas áreas artísticas porque se prefiere crear sobre seguro. El animarse a meterse, a incursionar en el laberinto, es más que peligroso, porque la experimentación parece ser una mala palabra en este momento: lo vanguardista, lo diferente, es temido y rechazado arbitrariamente, más allá de que sea bueno o malo. Cuando empecé a trabajar el guión con Humberto, hicimos una pieza llena de palabras hermosas de las que, finalmente, quedaron muy pocas. En mi cine siempre trabajo mucho los guiones y le doy mucha pelota a la estructura oculta. Pero en el momento de dirigir, destruyo todo para construir otra cosa. Yo me guío por mis sentimientos: parece una frase cursi, pero es así.
–¿Qué diferencias básicas encuentra entre hacer cine y hacer teatro?
–Yo creo que el cine pertenece al director y el teatro, en cambio, a los actores. En cine trabajé muchísimo con gente de la calle, me basta que cumpla con el physique du rol que necesito. Para este proyecto, en cambio, hubo un largo proceso para elegir los actores. A mí me interesa el teatro que está lejos del teatro pero cerca de la vida, no sé si se entiende. Estoy un poco harto de lo de siempre, de las fórmulas. En cambio, me interesa la sorpresa constante... Si no hay sorpresa, ¿para qué vas a trabajar? Porque uno trabaja por placer... uno ya sabe que no va a ganar un mango. Otra diferencia es que el dinero que se necesita para hacer teatro es ínfimo al lado del que demanda cualquier película. El director de cine se ve obligado a pasarse la vida tocando puertas, buscando productores, alguien que le interese el cine de autor. Como un mendigo.
–¿El factor económico incidió en el hecho de elegir el teatro para expresarse?
–No, la necesidad de sorprenderme a mí mismo fue lo que me impulsó a hacer esta obra, junto con la necesidad de vomitar las cosas que amo y detesto. La gente está anestesiada, como si no tuviese sangre, tanto, que creo que si las cosas –aun las positivas– no las recibe como en un exabrupto, no se siente modificada. El teatro tiene otro tiempo que el cine, exige entrar en un clima determinado y necesita que el espectador también esté en un estado especial. Por eso hay tan pocos espectadores que disfrutan del teatro. El tutor es una obra corta, no quiero que el espectador se canse y se vaya en la mitad... además, es la primera de mis obras que ofrece una salida, y esto lo siento como un homenaje al espectador. Es una obra que, recién ahora me doy cuenta, tiene la misma estética de Diapasón. No hay buenos ni malos, es angustiante y tiene todos los perfumes, lo bello y lo nauseabundo. Es revulsiva pero no repulsiva.
–¿Buscó la repulsión a sabiendas en sus obras?
–No, nunca. Creo que, si lo hubiese hecho, no hubiese impactado a nadie. Eso es muy infantil, no me interesa ese tipo de perversión. En todo lo que hago –cine, fotografía o teatro– busco plasmar con la imagen aquello que muchos no quieren ver. Pero nunca especulé con el espectador. Lo subrayo: siempre respeté al espectador y por eso hago este cine eminentemente social, aunque sea una opinión que muchos no comparten. Todas mis obras también tienen mucha ternura, lo que pasa es que el espectador no está acostumbrado a ese tipo de ternura y lo confunde con maldad. También muchos creen que porque mis obras son siempre autobiográficas yo convivo con la “corte de los milagros” que muestro en mis películas. Me produce mucha tristeza que me haya tocado ser el maldito, que me condenen, que me digan que le robo la paz a la gente. El tutor también es una obra de carácter social y político. Pero no llevo al espectador de las narices como un maestro ciruela: quiero que cada uno complete o transforme la pieza con su mirada, con su criterio personal. Yo detesto el didactismo, la demagogia, que quieran cambiarme las ideas o hacerme llorar en el cine o en el teatro.
–¿Cuáles son sus temas preferidos?
–Me interesa mucho trabajar sobre los mitos –en general soy un matamitos–, porque las lecturas que posibilitan son nuevas y variadas, están más allá del tiempo. En esta obra tomo el mito de Kaspar Hauser, que es para mí un paradigma de la condición humana. La sociedad aniquila a los seres que en sus primeros años descubren la riqueza que los rodea. Si tuviese que titular la obra hoy, tal vez la llamaría “Padre, tutor o encargado” porque en realidad, la tortura empieza para cada uno de nosotros en la familia y sigue en el primario, la secundaria, la universidad... Yo siento que la familia no ha tenido crecimiento en los últimos años: se va desmoronando y la gente no toma conciencia de eso. Esta es una época que no cree en el amor, que reemplaza un amor por otro. Tampoco se ha evolucionado en lo sexual.
–¿Qué evolución cree que hubiese sido deseable en ese tema?
–Creo que lo sexual es un tema existencial desde el momento en que todos somos seres eminentemente sexuales. Es uno de los grandes temas de la condición humana, como la soledad, la belleza o el hambre. Fíjese que no hay nadie que haya podido definir lo que es el sexo, y el pánico que produce se refleja en cada una de las acciones del hombre. Una de las frases que se escucha en El tutor es “La vida es comer, coger y dormir”. Es una frase terrible, pero creo que, lamentablemente, es representativa de este momento casi apocalíptico que vivimos. La mayor parte de la gente se va suicidando día a día. Los únicos privilegiados son los artistas: no por casualidad cada vez más gente quiere hacer cine o teatro, busca la contención del arte. Se dan cuenta de que el arte es lo único que implica crecimiento.

 

PRINCIPAL