Por Martín Granovsky Mientras Carlos Menem decide
si viaja o no a La Habana en noviembre, Gerhard Schröder ya resolvió su intríngulis
ante Cuba. El jefe del gobierno alemán regaló a Fidel Castro el apoyo más contundente
que el presidente cubano podía esperar de un país central: dijo en Río de Janeiro que
Cuba no es un régimen dictatorial.
Como sucede en todas las cumbres de las que participa, Castro fue en Brasil la clave del
amor, el odio y aun la simple curiosidad de los presidentes y primeros ministros menos
experimentados, que querían conocer de cerca al más veterano de los suyos. Sin embargo,
es imposible tomar las declaraciones de Schröder como un simple gesto de cholulismo
internacional:
El canciller
(primer ministro) alemán evitó definir a Cuba como una dictadura. La describió como
un régimen de partido único.
Al hablar de
Cuba, dijo que naturalmente es parte del proceso de diálogo estratégico
entre América latina y Europa. Es decir, incluyó a Cuba en el mundo, con lo cual no hizo
más que cumplir con uno de los sueños de Fidel, preocupado siempre por completar sus
relaciones económicas con un buen nivel de conexiones políticas que eviten el
aislamiento de la isla.
Declaró tener
esperanzas en una democratización paulatina de Cuba, o sea que evitó la
presión abierta sobre Castro.
Opinó que los
mecanismos de diálogo y cooperación internacional normalmente estimulan la apertura en
lo que definió, sin nombrar a Cuba, en Estados autoritarios. Solo volvió a
poner nombre y apellido cuando llamó a no aislar a Cuba, sino incorporarla a ese
diálogo.
Para Castro, las afirmaciones de Schröder tienen todavía más valor que la crítica a la
ley Helms-Burton (por la que Washington pena a países que comercien con Cuba) incluida en
la Carta de Río aprobada ayer.
El canciller alemán habló en una conferencia de prensa realizada poco después de que
Castro criticó a la OTAN por los bombardeos sobre la antigua Yugoslavia. Aunque el Reino
Unido es el aliado militar decisivo de los Estados Unidos, Alemania es miembro activo de
la alianza atlántica. Antes, cuando no enviaba tropas fuera de su territorio, era
importante porque en su territorio estaban los silos que albergaban los misiles destinados
a perforar la Unión Soviética. Ahora, Alemania acaba de comprometer por primera vez a
sus Fuerzas Armadas en una operación externa como las bombas de castigo contra Slobodan
Milosevic.
¿Qué motivo pudo tener Schröder para participar de la guerra de Kosovo junto a los
Estados Unidos y al mismo tiempo arrojarle un salvavidas a Fidel Castro?
Convendría descartar una razón ideológica. Al contrario de su antecesor
socialdemócrata más ilustre, Willy Brandt, Schröder no se define personalmente como un
marxista. El canciller alemán es, en cambio, el entusiasta más fervoroso de la Tercera
Vía que impulsa su colega británico Tony Blair como alternativa a la izquierda
estatalista y la derecha neoliberal. Más aún: acaba de producir en Alemania un ajuste
que hasta recortó el gasto social, que en su país, pese a los 16 años conservadores del
democristiano Helmut Kohl, era sagrado como núcleo del Estado de bienestar que surgió de
la posguerra.
Los países europeos tienen negocios en Cuba, y Cuba es uno de los destinos turísticos
predilectos de viajeros que sueñan con sexo seguro, playas tibias y la curiosa mezcla de
Chevrolets y consignas de 1957. Schröder pudo haber incluido este dato cuando habló de
Cuba.
El jefe alemán está en capacidad de añadir una razón propia. Como político
proveniente de la desaparecida República Federal Alemana, sabe que la
internacionalización económica, la CNN y los McDonalds hicieron más por derrumbar
el muro de Berlín que cualquier presión abierta. Y además: ¿por qué privarse de una
táctica doble de amistad-coacción que yausó, por ejemplo, nada menos que el Papa Juan
Pablo II en la Polonia comunista de Jaruzelski y en la misma Cuba?
Pero Río tuvo, además, una rareza. A Estados Unidos no le correspondía participar, y no
lo hizo. Para Alemania, locomotora de la Unión Europea junto con Francia, era una buena
oportunidad de diferenciarse de Estados Unidos y castigarlo. Un símbolo que refuerza el
desafío a Washington surgido de la cumbre de Río: Europa le disputará el mercado y la
relación política con América latina.
AVANZA LA APROXIMACION AL MERCOSUR
Chile mucho más cerca
En el
marco de la recesión económica más profunda de los últimos años y de un nivel de
desocupación record del ocho por ciento, Chile le pone sus fichas al Mercosur. Juan
Gabriel Valdés, flamante canciller, declaró ayer que Chile desea negociar a la
brevedad posible su integración plena.
Durante la próxima cumbre de presidentes entre Carlos Menem y Eduardo Frei podría
anunciarse el libre ingreso de ciudadanos de ambos países, el primer paso para acordar
una unión aduanera al estilo de la que la Argentina posee con Brasil, Uruguay y Paraguay.
Según declaró el ministro de Relaciones Exteriores chileno, su país planteará además
un acuerdo sobre los sectores de servicios, inversiones y automotor. La incorporación
definitiva de Chile al Mercosur implica una adecuación de aranceles.
Entre otros puntos, a la Argentina le interesa afianzar la integración con Chile para
ganar una puerta de salida de sus productos hacia el Pacífico, donde va la tercera parte
de las exportaciones chilenas.
En los tiempos de bonanza económica, el gobierno chileno demoró el acuerdo con el
Mercosur porque a la vez negociaba con los Estados Unidos para sumarse al NAFTA
(Canadá-México-EE.UU.). Sin embargo, las dificultades de Bill Clinton para extender el
acuerdo a Chile impulsan el giro.
En Europa los subsidios al campo sí se
consiguen
Al cierre del encuentro del
Mercosur y Europa, Menem dijo que la ayuda europea a sus productores frena la integración.
Explicaciones.
Menem con Ernesto Zedillo y Fernando
Henrique Cardoso.
Para el Presidente, los subsidios
son anacrónicos. |
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Por Claudio Zlotnik
En su discurso de
cierre de la cumbre que juntó a presidentes y ministros del Mercosur y la Unión Europea,
Carlos Menem se encargó de dejar bien en claro su opinión sobre qué cosa puede asegurar
o tumbar la integración comercial entre ambos bloques. Los subsidios de Europa a
los productos agrícolas ponen en grave riesgo esta gran apuesta histórica de
integración, dijo.
Precisamente, finalizada la cumbre de Río de Janeiro, el tema de los subsidios aparece
como el gran escollo a superar para que la unión comercial quede sellada. No fue
casualidad que Menem eligiera poner sobre el tapete los fomentos que Europa distribuye
entre sus productores para dar por cerrado el encuentro que unió a 45 jefes de Estado.
Según estimó el propio Presidente, América latina dejó de percibir 215.000 millones de
dólares entre 1970 y 1997 a consecuencia de la pérdida de mercados por culpa de los
subsidios europeos que buscan compensar al campo luego de la tremenda baja mundial del
precio de los productos primarios. No informó en cambio cuánto dinero pudo haber perdido
la Argentina.
Las ayudas, según Menem, están fundadas en una visión anacrónica de la
agricultura y de la política comercial. Con estos instrumentos proteccionistas
enseñó se deforma este sector clave para la economía de mi país y del
Mercosur. No debemos ocultarlo; existe entre nosotros un desacuerdo serio que pone en
grave riesgo la integración.
El año pasado, la Unión Europea otorgó subsidios agrícolas por un total de 48 mil
millones de dólares, una cifra equivalente a la mitad de su presupuesto. Si bien se
había notado un descenso en los planes de fomento estatales desde mediados de la década,
fue en 1998 cuando se apreció un marcado incremento de la ayuda europea a sus
productores. En los hechos, este aumento se tradujo en que, el año pasado, los ruralistas
recibieron ayuda por el 45 por ciento de sus ingresos totales, siete puntos porcentuales
por encima de lo recibido en el 97.
La carne bovina es el producto que mayor asistencia estatal recibe en Europa: en promedio,
por cada 100 dólares que produce, cada ganadero cuenta con un subsidio de 62. En el
ranking le siguen los tamberos: reciben 57 dólares por cada 100 que elaboran; y los
cosechadores de trigo, con una relación de 56 por cada 100. El tema de los
subsidios tiene un camino larguísimo por delante, dijo Jorge Campbell, secretario
de Relaciones Internacionales de la Cancillería. Es el más complicado y el que
más nos afecta. Si alguien tenía la expectativa de que íbamos a solucionarlo en esta
cumbre es porque estaba mirando otro canal, apuntó.
En todo caso, la megacumbre que finalizó ayer debe entenderse más como un acercamiento
de voluntades que de logros concretados. Tomando en cuenta que hasta horas antes de su
realización el encuentro corría peligro de no poder cristalizarse, el documento final
rubricado por el Mercosur y la Unión Europea aparece como un aporte más a un futuro
complejo pero con agenda negociadora ya concertada:
Dentro de cinco
meses los cancilleres de ambos bloques empezarán a plantear los diferendos
paraarancelarios.
En el 2001
está previsto que a las negociaciones se integren los temas más ríspidos: aranceles y
subsidios.
De acuerdo a lo
pactado, la zona de libre comercio comenzará a regir a partir del 2005, una vez que
terminen las negociaciones de la Ronda del Milenio de la Organización Mundial del
Comercio, en donde los países de todo el mundo fijarán las nuevas reglas de juego
comerciales.
Por ahora, los países europeos que mayores resistencias plantearon a la integración
fueron Francia e Irlanda, debido a que son quienes reciben los aportes más importantes
para destinar a los ruralistas. En cambio Italia y España, con fuertes inversiones en
América Latina, se mostraron más abiertos a los acuerdos. En todo caso, el eventual
levantamiento de los subsidios en Europa dará pie a todo un desafío para la Argentina.
Algo de esto expresó el ex ministro de Desarrollo alemán Christoph Zöpel el último
sábado a Página/12: Si Europa llevara a cabo lo que le piden, la Argentina no
sería muy beneficiada porque hay decenas de países que piden lo mismo. Y Europa no puede
consumir tantos productos agrícolas como le quieren vender.
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