Por Hilda Cabrera Si la medicina indígena era
para los conquistadores cosa de brujos, sus dioses debían ser forzosamente entes
diabólicos. Los españoles prohibieron sus rituales e impusieron sus propios Dios y
Diablo. Las comunidades indígenas no modificaron por ello sus creencias, pero las
escondieron, camuflando sus dioses en la iconografía cristiana. Así, las deidades
de la fertilidad y la alegría adoptaron forma de diablo, según el juglar Misael
Torres, quien, al frente del Ensamblaje Teatro de Colombia, se propuso desde la creación
del grupo en 1984 indagar en la relación teatro - fiesta popular. El hilo conductor es el
diablo, presente en casi todas las celebraciones populares. Modelo de teatro itinerante,
Ensamblaje gestó en 1998 su Proyecto América 2000, un ambicioso programa de
investigación teatral que implicaba recorrer durante dos años gran parte del continente.
Como primer paso, el grupo rastreó diablos y diablillos en las festividades de algunos
pueblos del norte y centro de América, desde California hasta Panamá. A bordo de una
camioneta, partió de Bogotá en mayo del 98, atravesó Colombia, Ecuador, Perú,
Bolivia y Chile hasta llegar a la Argentina. Le resta aún Uruguay, Paraguay, Brasil y
Venezuela. Prevé el regreso a Colombia en mayo del 2000.
En esa camioneta, que a veces sirve de dormitorio, transporta lo necesario para el armado
de sus obras, algunas a ser representadas al aire libre y otras en sala (ver recuadro).
Entre éstas se encuentra Sobrevivientes, una obra de laboratorio inspirada en Cien años
de soledad, de Gabriel García Márquez. Del entusiasmo que despertó en Torres el
Carnaval del Diablo que se realiza en Ríosucio (Caldas) desde hace 160 años
deriva básicamente el Proyecto América 2000. Es una de las festividades más
genuinas de Colombia, afirma este juglar, actor, dramaturgo y director, ahora en
Buenos Aires y en diálogo con Página/12, junto a la actriz cubana Mérida Urquía,
integrante del Teatro a Cuestas de Cuba e invitada a participar de Ensamblaje.
¿Quiere decir que el diablo existe pero no es el mismo para todos?
Misael: No es muy diferente entre las comunidades indígenas, pero sí entre éstas
y la iconografía cristiana. El diablo subvierte el orden establecido, pero no simboliza
necesariamente el mal. El del carnaval de Ríosucio representa la alegría. Durante cinco
días el pueblo instaura la República del Carnaval, y el alcalde y las otras autoridades
legalmente constituidas desaparecen. El pueblo señala los errores de las autoridades en
forma festiva, y el diablo manda. Este carnaval es la única fiesta que resume la
identidad colombiana: una mixtura de negros, españoles e indígenas.
¿Mantienen relación con grupos afines en la Argentina?
Mérida: En la Argentina hicimos contacto con El Baldío Teatro (que acaba de
estrenar Apocrifia [la última escena], en El Doble). Ellos están haciendo antropología
teatral, y organizaron un último encuentro de grupos en Humahuaca. Este mes
participaremos de otro en Misiones con aborígenes guaraníes, el grupo de investigación
Saga y la gente de la Eitalc, de México (la Escuela que fundó Osvaldo Dragún en Cuba.
¿Cómo se insertan socialmente en Colombia?
Misael: Los grupos teatrales han crecido y tienen una fuerte significación social.
El teatro colombiano es en este momento la expresión más acabada de la diversidad de
experiencias sociales y artísticas del país, y una de las fuentes de conservación de la
memoria más interesante de nuestra cultura. Nosotros también trabajamos sobre la
memoria, ofreciendo un repertorio que recrea la tradición oral con espectáculos como Los
cuentos del juglar, Historias de nacimientos y aparecidos y Cuentos de mar y amor. En
Colombia hay juglares de todo tipo: filósofos,cantantes, habladores... En mi casa, mi
papá, mi abuelo... Casi todos en mi familia son contadores de historias.
¿Por qué eligieron Cien años de soledad para el Proyecto América 2000?
Misael: Porque es una obra monumental que uno desea investigar, y por la relación
que se ha hecho entre Macondo y Colombia. Para nosotros éste no es un trabajo nuevo.
Empezamos hace diez años a indagar sobre la novela. Entonces montamos Memoria y olvido de
Ursula Iguarán para mostrarlo en las plazas de toros y escenarios deportivos. Nunca se
hizo con menos de 5000 espectadores. Después escudriñamos en el territorio afrocaribe de
la novela, nos acercamos a la historia desde los personajes y pusimos la lupa sobre los
que nos interesaban más. Creamos así una nueva fábula, ésta que traemos a Buenos
Aires. La tercera será el montaje que haremos a comienzos del 2000 en Colombia. Nuestra
idea es fundir la historia de la familia Buendía con un problema en este momento muy
álgido en nuestro país: el de los desplazados por la violencia.
¿Quiénes son esos desplazados?
Misael: Los campesinos y los indígenas que en las zonas rurales y selváticas
sufren esta guerra entre paramilitares, fuerzas del ejército, narcotraficantes y
guerrilleros. Ese fuego cruzado convierte a la población en carne de cañón y la empuja
constantemente a huir para salvar la vida. García Márquez dice en su novela que las
estirpes condenadas a cien años de soledad no tendrán una segunda posibilidad sobre la
tierra. Nosotros somos tercos y optimistas y decidimos colocar a la familia Buendía en
una fábula diferente, como una familia de desplazados que busca una segunda oportunidad.
Queremos otro Macondo. Nosotros hacemos un trabajo de campo y reivindicamos el arte como
principio básico de nuestro discurso. Tratamos de mantener una ética como actores. No
pertenecemos a la farándula.
¿Qué expectativas tienen respecto de la Argentina?
Mérida: Hace dos semanas que llegamos a Buenos Aires y nos sentimos aplastados por
la avalancha cultural y de información de esta ciudad. Uno no sabe para dónde correr.
Estamos descubriendo cuáles son los trabajos que intentan rescatar de verdad la memoria.
No nos interesan los espectáculos con estrellas. Hemos estado en varios países de
Europa, en Estados Unidos y vimos espectáculos de primer orden.
¿Pueden trabajar libremente en Colombia?
Misael: Hemos tenido dificultades en algunos pueblos, cuando nuestro discurso le
disgustaba a la autoridad o a la gente del lugar, o cuando nos veían como a un grupo que
alentaba a frenar la venta de droga. En una comunidad de 5000 personas a las que ese
negocio les importa, eso trae problemas. Nos amenazaban y teníamos que irnos. Si uno
tiene claro cuáles son los polos que confrontan, asume el problema de acuerdo a su
formación, y pone el pecho. Pero cuando no se puede distinguir claramente a esos polos,
uno queda en medio del fuego, como los campesinos, a los que les llueven balas desde todas
partes.
Mérida: Nos ha pasado estar haciendo un trabajo de laboratorio en una finca y ser
amenazados por gente armada. El lenguaje de la violencia es muy fuerte en Colombia, y eso
es lo que todo el mundo ve. Pero Colombia es también un país festivo y con gusto por el
arte.
Misael: En los últimos años ser colombiano es un estigma. Lo he comprobado en un
vuelo de Madrid a París. Entre doscientos pasajeros sólo separaron y revisaron
minuciosamente a los pocos colombianos que estábamos allí. El narcotráfico tiene jodido
al país, pero no es el único. Están los propietarios de la tierra y los empresarios de
la educación. Las escuelas y universidades son en su mayoría privadas. Por eso no es
gratuito que haya 30 mil hombres en la guerrilla y tengan al gobierno en
jaque. Elproblema es complejo y grave porque se pasó de la verborrea a las armas. Pero no
es sólo de Colombia. En nuestro recorrido por el continente hemos sido testigos de una
agitación popular generalizada. Protestas, marchas... Esto es el resultado de una
política global que deja sin protección a los más pobres.
GARCIA MARQUEZ, INTERNADO
Un Nobel con agotamiento
Gabriel
García Márquez permanecía hoy en la clínica de la Fundación Santa Fe de Bogotá,
donde se está sometiendo a exámenes de rutina ante un síndrome de agotamiento
general, y se le practicarán chequeos durante esta semana. García Márquez, de 72
años, fue ingresado en el centro médico privado el jueves pasado con síntomas de
estrés, pero su estado es normal. Es un chequeo que comprende exámenes muy
completos, que se demoran varios días y es casi seguro que permanezca hospitalizado esta
semana, precisó un portavoz de la clínica. El director de la clínica, el médico
Julio Portocarrero, señaló ayer en un comunicado de prensa que se intentan
establecer las razones del síndrome del autor. El premio Nobel de Literatura
de 1982 preside el consejo editorial de la revista Cambio, que adquirió en enero pasado,
junto con un grupo de periodistas colombianos, a los propietarios del semanario Cambio 16
Colombia, fundado en 1993 como edición local de la revista española del mismo nombre.
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