OPINION
La pobreza de los números
Por Lic. Irma Parentella* |
Cuántos
son los pobres en la Argentina? ¿9, 10, 13 millones? Hubo en estos días acusaciones
cruzadas entre los representantes de sectores de la Iglesia que están más cerca de
ellos, el Gobierno y las consultoras oficiales y privadas. La pobreza se hizo visible pero
en números y estadísticas que, paradójicamente, ocultan más que develan la verdad.
¿Quién habla de la pobreza que habita los días de las familias que viven bajo la línea
de pobreza, de los que no tienen trabajo, de los expulsados, aquellos a los que deberían
llegar las políticas sociales prioritariamente? ¿Quién se ocupa de la pobreza
encarnada, del dato estadístico convertido en un nombre y apellido, un individuo, un
cuerpo que es donde primero golpea la miseria?
¿Cómo sobreviven quienes están bajo la línea de pobreza? Dicen los investigadores que
reducen el consumo al mínimo, casi no salen de los barrios porque no hay ni monedas para
el colectivo o el tren, reemplazan comidas con mate cocido y pan, aguantan con
mate cebado, salen a vender lo que pueden entre los que son tan pobres como ellos y los
más jóvenes abandonan la escuela para cuando hay changas aportar un
porcentaje de ingresos al hogar que es del 20 por ciento. O sea que para ingresos
promedios de 300 pesos (según una investigación de Equis), son 60 pesos por mes.
Se impone incorporarlos al sistema educativo y retener a los que están adentro. El
abandono escolar no puede verse sólo en clave económica -otros factores concurren a su
existencia pero cuando aumenta y se profundiza, el deterioro para una persona y
consecuentemente para la sociedad es muy grande.
Porque la escuela no puede hacer mucho si no existen redes externas que aseguren la salud,
la alimentación y condiciones de vida dignas. Hay que incentivar a los docentes que
trabajan en zonas desfavorecidas, tanto desde el punto de vista salarial como con apoyo
técnico para orientarlos ante los graves problemas que tienen que afrontar.
Aumentar el número de becas para el comedor, crear nuevos donde haga falta y profundizar
los programas de becas para alumnos de bajos recursos. Es prioritario implementar planes
específicos para la prevención de adicciones, del sida y de la violencia en las aulas.
Desarrollar planes de lectura y políticas de integración de las áreas educativa y
cultural, para ampliar el universo simbólico de niños, jóvenes y adultos. Porque las
carencias no son sólo materiales aunque éstas son de atención prioritaria
también están privados de cultura, y la escuela no debe ser una instancia que sirva para
ahondar las diferencias y profundizar los abismos, que es lo que sucede cuando tiene
dentro de sí misma la injusticia y la inequidad.
Estos niños y jóvenes, pero también mujeres y hombres, no pueden seguir postergados con
promesas electorales que se olvidan después de que pasaron las campañas electorales. Las
encuestas dicen que apenas si les llegan los planes sociales. Este es un problema de
responsabilidad de quienes, desde el gobierno, tienen la obligación de cumplirlos. Hay
recursos asignados que llegan mal, muchas veces con la finalidad de asegurarse una
clientela electoral, otros sólo llegan a quienes están organizados y a otros no les
llega nunca.
La batalla no debe ser por los números sino por erradicar la pobreza, y el problema no es
sólo técnico sino que tiene arraigo en aspectos políticos y sobre todo éticos que
deberán confluir para que cuando se den cifras, cantidades, índices de pobreza, no se
pierda de vista que éstas se encarnan en personas concretas que carecen de medios
decentes para vivir.
* Diputada nacional Frepaso. Miembro de las comisiones de Educación y de Cultura. |
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