Por Andrea Ferrari Lo de Edwin Sabillon fue una
hazaña, pero no la que muchos creyeron. La verdadera proeza del adolescente hondureño
fue embaucar a una ciudad entera: toda la policía de Nueva York, el alcalde, los grandes
diarios, las cadenas de televisión y la población neoyorquina se tragaron una historia
falsa. Era la fábula de un chico de 13 años, que dijo haber recorrido miles de
kilómetros, desde Honduras a Nueva York, para conocer a su padre, único familiar vivo
que le quedaba. Todo era un invento, un sueño que seguramente Edwin, quien según su
familia se niega a aceptar la muerte de su padre, habría querido convertir en realidad.
El chico apareció en todas las primeras planas y desató un mar de reacciones solidarias.
Hubo gente que le ofreció dinero y ayuda para seguir adelante con su búsqueda; el
alcalde Rudoph Giuliani prometió evitar la deportación de su padre y por lo menos dos
personas se propusieron para adoptarlo. El encanto de Edwin había logrado meterse a una
ciudad en el bolsillo. Al menos por un día.
La que contó era una historia desgarradora. Su madre, su hermano y su abuelo, dijo,
habían muerto en las avalanchas que produjo el huracán el año pasado en Honduras. Su
padre, al que no conocía, le había enviado una carta y 200 dólares para reunirse con
él en Nueva York. El adolescente relató que había recorrido varios países a lo largo
de 37 días, parte caminando, parte a dedo, y sobre todo gracias a la buena voluntad de
quienes lo fueron ayudando. Y así había llegado a Nueva York, donde un taxista lo
recogió y, conmovido con el chico, lo llevó sin cobrarle al aeropuerto La Guardia,
supuesto punto de encuentro con su padre. Pero el padre no estaba y el conductor terminó
dándole de comer y acompañándolo a la policía.
El taxista no es fruto de la imaginación de Edwin: existe, se llama José Basora, y está
tan desilusionado como buena parte de la población neoyorquina. No estoy enojado
dijo ayer. Estoy triste. Triste por el chico y triste por mí. ¿Por qué hizo
que lo llevara a La Guardia? ¿Por qué me dijo que su padre estaba ahí?.
Pero lo del taxista no es nada si se compara con el papelón de la policía y del alcalde
Giuliani, quienes habían dado a conocer la triste historia del chico. El alcalde llegó
incluso a convocar públicamente al padre de Edwin a presentarse sin temer por una
eventual deportación. Ayer, los uniformados admitieron que tras un nuevo interrogatorio
Edwin reconoció entre lágrimas que partes significativas de su historia eran
falsas. Aun así, dijo el jefe de Policía Howard Safir, las autoridades de la
ciudad seguirán ocupándose de la seguridad del niño.
La verdadera historia de Edwin empezó a conocerse cuando algunos familiares reconocieron
su foto, que ya daba la vuelta al mundo. Las que primero hablaron fueron unas tías,
quienes viven en Miami. Luego los medios localizaron a su abuela, en la localidad
hondureña de San Buenaventura. Entre todos reconstruyeron la verdad. Edwin vivía con su
abuela en Honduras. Su padre, Grebi Sabillon Vasquez, quien pasó varios años en Estados
Unidos, decidió volver a su país el año pasado, al saber que tenía sida. El pasado
octubre murió. La que en cambio vive es la madre (ver aparte), quien no vio ni de cerca
el huracán.
Edwin se sintió muy afectado tras la muerte de su padre y partió hacia la localidad de
Hieleah, cerca de Miami, donde viven las tías. Estuvo con una de ellas, Aurora, unos dos
meses. Pero el jueves pasado se escapó. Su tía reportó su ausencia en una comisaría
ese mismo día.
Lo que se sabe del verdadero periplo del chico es que el sábado apareció en un bar de la
ciudad de Miami: ése parece haber sido el primer lugar donde contó su falsa historia. Y
fue muy convincente: entre quienes lo escucharon reunieron el dinero suficiente para
pagarle un pasaje de ómnibus hasta Nueva York. Ayer estaban desolados: Nos sentimos
muy desilusionados dijo al New York Times Emilio José Jiménez, uno de
losdueños. No tanto por el dinero, sino porque tuvimos una unión afectiva especial
con este chico.
Edwin llegó a describir a sus interlocutores cómo luciría su padre: tendría, dijo, una
camisa blanca y un sombrero negro cuando lo esperara en el aeropuerto. Era imposible que
pudiera encontrarlo, pero en esa suerte de road movie que fue su búsqueda despertó en
quienes lo vieron unos sentimientos difíciles de explicar. Todos queríamos
adoptarlo decía ayer el recio detective Gilbert Ramírez, de la policía de Nueva
York. Todos quisimos cuidarlo.
No sé por qué hizo esto No sé por qué hizo esto, tal vez porque quiere vivir en Estados
Unidos. Paula Vázquez Hernández, la abuela de Edwin, no lograba explicar a los
medios que fueron a verla a San Buenaventura una localidad rural a unos 150
kilómetros de la capital hondureña el comportamiento de su nieto. Ella sólo
sabía que Edwin había partido hacia la casa de su tía en Miami tras la muerte de su
padre, el 11 de octubre.
Quiso creer que todo lo había hecho por ella: Quería una vida mejor para mí: me
quiere y yo lo adoro, agregó suponiendo que Edwin había ido en busca de dinero
para entregárselo, como había hecho otras veces. Al mismo tiempo sostenía que lo
quería de vuelta: Quiero que me lo manden. Lo voy a poner en un reformatorio hasta
que se enderece.
La tía, Aurora Sabillon, tenía otra visión del caso, según le contó al New York Post.
Dijo que el chico había negado la muerte de su padre y desde que estaba con ella se
resistía a ir a la escuela. Vivía con mi madre en Honduras relató,
pero ella está enferma y tiene poco dinero para mantenerlo. Aurora contó que lo
había invitado a vivir con ella y su marido porque quería que fuéramos una
familia. Cuando llegó, agregó, estaba flaco y débil. Nosotros lo
cuidamos. Pero el 24 de junio desapareció sin ningún aviso. Poco después
empezaría su periplo en busca de un hombre con sombrero negro.
La historia real de Edwin
La verdadera historia de Edwin no es el drama que contó,
pero tampoco es fácil. Su madre no murió en las avalanchas que produjo el huracán, tal
como decía su versión: en cambio lo abandonó cuando tenía pocos meses. El adolescente
creció junto a su abuela paterna en Honduras. Su padre había partido a Miami, donde
trabajó durante ocho años en la construcción, y mandaba regularmente dinero a su país.
Se decidió a volver sólo cuando supo que tenía sida: murió el pasado octubre. Aunque
estuvo en el funeral, su tía sostiene que el chico se niega a aceptar esa muerte y dice
que su padre está vivo.
Ahora, según informó ayer la policía de Nueva York, Edwin está provisoriamente al
cuidado de una familia de habla hispana. No se sabe aún cuál será su destino. Su abuela
dijo que lo quiere de vuelta. Su tía reconoció que no sabe si podrá manejar la
situación: aceptaría recibirlo nuevamente, pero teme que se escape otra vez. Agregó que
consideraría la posibilidad de dejar que sea adoptado por una familia de Nueva York
si eso es lo que él quiere. |
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