Por Silvina Szperling La pregunta que surge es:
¿qué les pasa a las chicas de treinta? Sin perjuicio de que algunas de las intérpretes
de Té verde tengan algunos años menos, es inevitable sentir algo parecido a un sacudón
por la propuesta de las jóvenes coreógrafas Andrea Servera y Silvia Gómez Giusto. Desde
que se ingresa al Espacio Escénico Contemporáneo de Recoleta, el clima es eminente
femenino e íntimo. La escenografía, que utiliza muebles, objetos y lámparas hogareñas
de una belleza notable, se integra armoniosamente a la puesta en escena junto con la
iluminación y el vestuario, logrando atrapar al público en la propuesta de la obra y
ejerciendo una atracción que a la vez fascina e inquieta. Cuatro mujeres dispersas en el
espacio están descansando, sumidas en un clima de interioridad. Al entrar por la puerta
la quinta mujer, todo se ilumina, dando pie a un calmo deambular por distintos sectores
del espacio que permiten diferentes acciones: tomar el té, comer caramelos, jugar con los
peces de una pecera, descansar en un sofá.
¿Por qué necesitamos dormir? ¿Y por qué dormimos más en unas crisis y menos en
otras?. Los textos de Raymond Carver que inspiraron la coreografía producen una
plataforma desde la cual Servera y Giusto se lanzan a su propio juego: indagar en la
propia infancia, en las marcas indelebles de cada una de estas mujeres, dobles de la
protagonista que con peso y entrega interpreta Giusto y que, a su vez, describen su propio
recorrido personal. El paso del tiempo, otro de los elementos claves de esta pieza
envolvente, a su vez va desenvolviendo distintas materias que se disparan a partir de un
gesto o una palabra. Un recuerdo es el gatillo desde el cual todas estas féminas atacan
el espacio de la habitación virtual, a la vez que se atacan entre ellas, con
movimientos de reminiscencias animales y ecos de abrazos. El uso de la voz, al contrario
que en otras experiencias coreográficas, no tienen nada de afectado sino más bien es un
contarse a sí misma esto que me pasa. Mujeres de treinta en el sentido de que
ya han atravesado ciertas experiencias, perdido varias virginidades y problablemente se
hayan recostado en algún diván.
Caliento la leche, quito la nata con una cucharilla y me sirvo una taza. Apago la
luz de la cocina, voy a la sala y me siento en el sofá, desde donde puedo mirar hacia las
ventanas iluminadas del otro lado de la calle. Pero no puedo estarme quieta. Siento que
voy a echar chispas, o que fuera a romper el cristal de una ventana. O quizá ponerme a
cambiar de sitio los muebles de la sala. Así las cosas, la obra evoluciona hacia
momentos en los que el movimiento se abstrae, sin perder por ello conexión con la
idea-base. La música acompaña las distintas escenas con momentos de gran belleza aunque,
al atravesar por estilos muy diversos, pierde cierta coherencia. La coreografía goza de
una saludable asimetría en la que el lenguaje abreva en técnicas contemporáneas que
trabajan con el cuerpo real. Nada de cisnes o medusas. Nada de ficticios
ataques de nervios oelevaciones forzadas hacia el más allá. Mujeres de carne y hueso,
cuyos espíritus hablan a través de los canales orgánicos: la voz, el movimiento, la
vida.
Un párrafo aparte merece la interpretación de Eugenia Estévez quien, combinando
ductilidad con fuerza, cierra el espectáculo con un parlamento que no conviene revelar
aquí. Volviendo a Carver: Pronto sonará el despertador de Vicky. Me gustaría
subir al dormitorio, volver a acostarme junto a ella y decirle que lo siento, que todo ha
sido un error, que lo olvidemos todo. Y luego dormirme y despertar con ella en mis brazos.
Pero he perdido ese derecho. Estoy excluido de todo eso, y me está vedado el
retorno.
El valor de los Cuerpos mágicos El prestigioso fotógrafo mendocino Eduardo Dolengiewich (1958) inaugura hoy
en la sala 5 del Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551, su muestra Cuerpos
mágicos. Dolengiewich, que ha colgado sus fotos en muestras individuales en Ecuador
y Cuba, además de en numerosas provincias argentinas, suele plantear juegos creativos que
tienden a fundir lo real y lo irreal. Los elementos de la naturaleza el agua, la
tierra, el fuego, la piedra, el aire y el cuerpo femenino son algunos de los motivos
en los que se inspira para combinar formas, colores y texturas. La muestra permanecerá
abierta por tres semanas. |
|