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“LA BELLA Y LA BESTIA” A BENEFICIO DE MADRES
Al final, todas fueron bellas

Fabiana Cantilo, Cecilia Dopazo, Paola Krum, Florencia Peña, León Gieco y Diego Ramos participaron de una emotiva función especial del musical, a beneficio de Madres de Plaza de Mayo.

Al final de la obra, Marisol Otero, Bella en la obra, se abraza con Hebe de Bonafini, presidenta de Madres.
“Haber estado apoyando a las Madres fue lo más”, dijo en el camarín Fabiana Cantilo.

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Por Fernando D’Addario

t.gif (862 bytes) €”Señora, yo sé por qué usted tiene puesto ese pañuelo. Mi maestra me dijo que había unas señoras que usaban un pañuelo en la cabeza porque les habían quitado a los hijos.” El chico (adorable, no más de nueve años, la felicidad pintada en la cara) rodeado de otros chicos que aparentaban tener el mismo grado de certezas, miraba con asombro al grupo de Madres de Plaza de Mayo que esperaba en el hall del teatro Opera. Hasta que no aguantó más y se lo dijo. Una de las Madres le tocó la cabeza y le empezó a hablar como sólo podría hacerlo una madre. Después, en un breve diálogo con Página/12, la señora del pañuelo, de unos 70 años, contó que “lo más importante que nos puede pasar es tener la oportunidad de explicarles a los chicos por qué somos los que somos. Y decirles, con mucha simpleza, pero sin esconderles nada, que acá hubo una dictadura militar, que nos quitó a nuestros hijos y que nosotras luchamos para que eso no suceda nunca más, y también para que a ninguno de ellos les falte la comida ni una buena educación y para que cuiden su salud”.
El encuentro no se produjo, claro, en la tradicional ronda de los jueves en la Plaza, ni en la flamante Librería de las Madres, ni en una ceremonia convencional de defensa de los derechos humanos. No, fue en un musical de Walt Disney. Anteanoche, una función especial de La Bella y la Bestia, a beneficio de Madres de Plaza de Mayo, consiguió romper un hechizo ajeno al texto: hacer confluir varios mundos a priori incompatibles. El de un puñado de caras famosas de la tele (Paola Krum, Florencia Peña, Cecilia Dopazo, Diego Ramos), el de León Gieco, el de Fabiana Cantilo, el de los chicos con ganas de divertirse a lo grande y los grandes con ganas de divertirse (igual que los chicos) y de colaborar con la causa y, finalmente, el de las Madres, ese mundo tan inexpugnable (¿alguien está en condiciones de calibrar el dolor de quienes perdieron a sus hijos de manera tan espantosa) y al mismo tiempo expansivo, al alcance de todos los seres humanos que tengan una pizca de sensibilidad.
El espectáculo de La Bella y la Bestia, sencillo en su estructura narrativa, pero inmenso desde la puesta en escena y los artificios técnicos, cobró vida esta vez para las Madres, que representan lo mismo pero al revés. Estéticamente austeras, pero gigantes en su significación, ellas se sentaron en la platea con naturalidad y gratitud. La obra, una universal historia de amor, con antihéroes y heroínas, con ególatras malvados e ingenuos personajes de fábula, les arrancó carcajadas y sonrisas cómplices, mientras alrededor chicos y grandes se entregaban con asombro a ese universo artificial de seres encantados. “No está bien que una mujer lea. Eso le daría ideas” le decía Gastón (personificado por Diego Jaraz), el vanidoso pretendiente, a la bella Marisol Otero, patentando una idea que excedía los alcances de la obra. “Me gustó haber participado porque lo que se recaudó acá va a servir para difundir la obra de las Madres, en la Universidad de las Madres, en una radio, en la biblioteca, es decir va a ayudar a educar a la gente en un tema que nos tiene que interesar a todos”, decía Dopazo, que tuvo una breve intervención en la obra, al igual que Ramos (se escucharon algunos “bravo...” de la platea femenina–adolescente que iban más allá del agradecimiento por el gesto solidario), Peña y Krum. Fabiana Cantilo lució nerviosa cuando le tocó cantar su parte en el tema central, y hasta necesitó un machete para recordar la letra, pero cuando bajó del escenario estaba shockeada y emocionada. “Siempre fui fanática de Disney, así que haber estado aquí fue lo más... y además para apoyar a las Madres”, dijo en el backstage, rodeada de cámaras.
Para quienes fueron al Opera por cuestiones de afinidad ideológica (con las Madres), el momento culminante se vivió luego del esperado final feliz: el omnipresente Gieco subió al escenario y atrás de él, de a una, la veintena de Madres. Todos juntos (público, madres, actores, actrices) cantaron “Sólo le pido a Dios”, garantía de memoria. A la salida, unpuñado de cazadoras de autógrafos esperaba por Ramos. Las Madres se fueron en silencio, agradecidas.

 

Argentinos finalistas

El jurado de la IX edición del Premio de Novela Rómulo Gallegos hizo pública ayer la lista de las diez novelas finalistas, entre las que figuran Las nubes y La Tierra del Fuego, de los argentinos Juan José Saer y Sylvia Iparraguirre. Los otros finalistas son el español Antonio Muñoz Molina (por Plenilunio), y los cubanos José Prats Sariol (por Mariel), Jesús Díaz (por Dime algo sobre Cuba) y Eliseo Alberto (por Caracol Beach). La nómina se completa con el chileno Roberto Bolaño (por Los detectives salvajes), la mexicana María Luisa Puga (por Inventar ciudades), la venezolana Victoria de Stefano (por Historias de marcha a pie) y el nicaragüense Sergio Ramírez (por Margari, está linda la mar). El jurado —compuesto por la mexicana Angeles Mastretta el argentino Saúl Sosnowsky, el cubano Antonio Benítez Rojo, el uruguayo Hugo Achugar y el venezolano Carlos Noguera— dará a conocer el veredicto el viernes. El premio es de 60.000 dólares y la ceremonia de entrega está programada para el 2 de agosto en Caracas. Además del cheque, el ganador se llevará una medalla de plata. Inicialmente se seleccionaron 35 novelas de Venezuela, 28 de Chile, 24 de México, 22 de Colombia y otras tantas de España, 18 de la Argentina, 14 de Uruguay, 12 de Cuba y diez de la República Dominicana. También siete de Perú, seis de Bolivia, cinco de Puerto Rico, cuatro de Costa Rica, tres de Ecuador, tres de El Salvador, dos de Nicaragua, dos de Guatemala, una de Panamá y otra de Honduras. El Rómulo Gallegos fue ganado por Mario Vargas Llosa en 1971, Gabriel García Márquez en 1972, Carlos Fuentes en 1977, Manuel Mejía Vallejo en 1989, Arturo Uslar Pietri en 1991 y Javier Marías en 1995.

 

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