Por Pedro Lipcovich Si fuera una película, los
críticos le pondrían 9 puntos y observarían que, como siempre, la gran profesionalidad
del director se distingue en los detalles. Pero no fue una película sino el asalto al
Hospital Garrahan, donde un grupo de seis a ocho hombres se llevó medio millón de pesos,
que una empresa transportadora estaba por depositar en dos cajeros automáticos. Para
hacerlo redujeron a siete personas, entre ellas cuatro custodios y un policía. Uno de los
asaltantes llevaba guardapolvo, otro vestía la exacta ropa que se usa en los quirófanos;
para preparar la huida, habían destornillado el soporte de una ventana, cuyo vidrio
dejaron intacto al costadito. Se sospecha que hubo un entregador, pero en el hospital
suponen que fue alguien de la transportadora de caudales, y en ésta, como en la policía,
dicen que fue gente del hospital.
Ayer, aproximadamente a la 1 y 20 de la madrugada, unos doctores que venían desde el
interior del hospital se presentaron en el hall de la calle Pozos, cuya puerta estaba
cerrada a esa hora. Uno vestía el clásico guardapolvo blanco; otro usaba un moderno ambo
verde de cirugía; los acompañaban dos hombres vestidos como guardias de seguridad y otro
con uniforme policial. Los doctores desenfundaron armas cortas y redujeron a
tres custodios del hospital, al telefonista y al sargento 1º de la Policía Federal
Antonio Di Lena, que en realidad se encarga de monitorear la central de incendios del
hospital. A Di Lena le pegaron y después fue llevado al Churruca, con una lastimadura en
el cuero cabelludo, sin gravedad. Encerraron a todos en el vestuario de hombres y se
pusieron a esperar, muy cerca de los dos cajeros Link que hay en ese hall.
Alrededor de las dos de la mañana llegó el camión de la empresa Juncadella para reponer
el dinero de los cajeros automáticos. De él descendió el operador: en cada mano llevaba
una bolsa con 250.000 pesos, para cada uno de los cajeros. Lo acompañaba un custodio. Los
doctores, los custodios y los policías redujeron a
los hombres de la transportadora de caudales, los encerraron junto a los otros y escaparon
con la plata. Lo hicieron por una puerta de emergencia que da a unos jardines sobre la
calle Brasil; para violentar esta puerta, habían destornillado los contramarcos internos
y retirado el vidrio, que dejaron a un costado sin romperlo. Fueron muy
prolijos, comentó para este diario Carlos Sciarrotta, director administrativo del
hospital.
Se sabe cómo salieron, pero no cómo entraron. Una posibilidad es que hayan ingresado al
hospital antes de las 9 de la noche, cuando cierra la puerta principal, y además de
darse tiempo para destornillar el vidrio de la puerta de emergencia hayan circulado
protegidos por sus disfraces. El movimiento de gente no resulta extraño en la noche
porque hay más de 400 internados, unos 600 familiares y 300 personas que trabajan en
horario nocturno, explicó Sciarrotta. Otra posibilidad es que hayan ingresado por
la guardia, haciéndose pasar por familiares de un internado, y se hayan cambiado de ropa
adentro.
La pregunta del millón, o en este caso de los quinientos mil pesos, es cómo sabían los
doctores del afano que el transporte iba a llegar precisamente en ese momento. Según
Osvaldo Waddle, gerente de seguridad de Juncadella, en todo hecho de esta
envergadura siempre hay un entregador. El día de cobro en el Garrahan era ayer, y
el personal sabía que podía cobrar su sueldo y aguinaldo a partir de medianoche (no
sólo en ésos sino en cualquier cajero de la red). Pero Sciarrotta destacó que la
reposición del dinero en los cajeros no se hace siempre en el mismo horario; al
contrario, la rutina es que el horario varíe y nadie en el hospital lo conoce. Para
Waddle, en cambio, el entregador probablemente esté entre la gente del nosocomio:
¿cómo puede ser que hayan estado tanto tiempo adentro disfrazados sin que nadie
advirtiera que no eran personal del nosocomio?.
La versión de una fuente policial que prefirió el anonimato se aproxima a la
del gerente de Juncadella: Es probable que el entregadorsea del hospital. En
todo caso, para esta fuente, es un asalto típico de superbandas como la que
dirigió el Gordo (Luis) Valor (actualmente detenido). Pueden haberlo hecho miembros de
esa banda que todavía no cayeron presos. Y, en estos asaltos, el entregador
se lleva el 20 por ciento del total.
En cualquier caso, el dinero estaba bajo responsabilidad de la empresa transportadora. Si
ya hubiera estado en los cajeros, la responsabilidad habría sido del Banco de la Ciudad
de Buenos Aires. El Hospital Garrahan sólo puso, por así decirlo, el quirófano donde
operaron los doctores.
TRES MUERTOS AL CHOCAR UN CAMION CON UN TREN
La loca carrera contra la locomotora
El
camión cisterna iba por la ruta 205, a la altura de Lobos. El tren avanzaba rumbo a
Buenos Aires. El camión llevaba 26 mil litros de gas oil; el tren, decenas de pasajeros
desde Bolívar. El camión intentó pasar antes que el tren. No pudo. Y dio de lleno
contra la locomotora, que fue a parar a 70 metros de las vías. El camión, la máquina y
los dos primeros vagones terminaron en llamas. Los pasajeros pudieron salvarse tirándose
por las ventanillas. Los dos maquinistas y el conductor murieron carbonizados.
El accidente se produjo a las 9.27 de ayer a la altura del kilómetro 93 de la ruta 205,
en Lobos. Testigos del hecho aseguraron que el camión venía avanzando por la ruta 205 a
gran velocidad y se metió debajo de la locomotora, después de pasar a contramano una
fila de vehículos parados frente al paso a nivel y a pesar de que el conductor del tren
venía haciendo sonar el silbato desde unos 150 metros antes.
La causa del accidente fue la negligencia e imprudencia total del conductor del
camión, sostuvo Viviana Belarmini, una de las pasajera que iba en el segundo
vagón, y que aseguró haber visto claramente cómo se desencadenó el impacto. La mujer
aseguró que vio al camión que venía ligero y el maquinista le avisaba haciendo
sonar el silbato, pero no hacía caso, era como que el chofer le quería ganar al
tren.
Estábamos en medio de un humo negro, como cuando hay una tormenta de nubes
negras, recordó angustiada la pasajera, quien dijo que venía en el segundo
vagón, y cuando vio que avanzaba el fuego, lo primero que atinó fue a abrir
la ventanilla y escapar, y atrás salieron los demás pasajeros.
Los conductores del tren eran Marcelo Contreras, de 37 años, y Julio Arribas, de 42,
residentes de Bolívar. El conductor del camión, que también murió, fue identificado
como Eduardo Baigorria.
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