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Una marcha en bicicleta para que el país se acuerde de los chicos

Organizada por el Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo,
la marcha cubrió de pequeños ciclistas la Avenida de Mayo.
Pedían que se cumpla la Convención de los Derechos del Niño.

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Por Pedro Lipcovich
t.gif (862 bytes)  Ayer Buenos Aires fue la ciudad de los niños. El Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo, que reúne más de 300 organizaciones no gubernamentales que trabajan con chicos, organizó una movilización de pequeñas bicicletas y con pancartas multicolores. Pedían el cumplimiento de la Convención de los Derechos del Niño, “que asegura escuela, salud, vivienda y pan”. Alberto Morlachetti, coordinador del Movimiento, dijo que “el deber de toda sociedad es proteger a sus niños, y no protegerse de ellos”. El padre Luis Farinello y el rabino Daniel Goldman bendijeron el pan. “Hacemos esto porque nos habían prometido cosas que no nos dieron”, explicó una de las manifestantes, de 10 años.
Lo más impresionante eran los colores: los carteles estaban hechos con la estética de las cosas hechas para chicos o por chicos. La pancarta del Hogar Encuentro –cada letra era de un color distinto– la sostenía Nuria, de 23 años: “Pedimos igualdad de derechos para los chicos discriminados por su situación social”, explicó. Ella vivió varios años en el Hogar, y “siempre volvemos, es nuestra casa”.
A las 15.55 los manifestantes partieron de Avenida de Mayo y Lima. Habían llegado en más de 50 ómnibus, muchos de éstos provistos por la Central de Trabajadores Argentinos; estaban presentes Víctor De Gennaro y Marta Maffei. También, claro, estaban las camionetas con las bicis. “Marchamos porque el gobierno nacional ha gestado una economía perversa que omite generar lo humano”, decía la proclama del Movimiento.
La marcha, encabezada por los chiquitos en bici, fue por Avenida de Mayo hasta la Carpa Blanca docente en Congreso. La policía cortó el tránsito con patrulleros y agentes en bicicleta, algunos de los cuales terminaron involuntariamente mezclados con los pequeños ciclistas. La mayoría venía de los lugares más pobres del conurbano. Había comparsa: la de los chiquitos de Proyección Caporales, de la colectividad boliviana de Villa 20, en Lugano, que se movían con timidez con sus trajes típicos azules y blancos. Había murga: Los Colosos del Delirio, de Barracas, al compás del tamboril.
Un cartel escrito por mano infantil solicitaba: “Queremos que los niños tengan: una familia para vivir, una vivienda linda, una computadora para ellos, útiles para estudiar mejor, derechos a los alimentos, derechos a una buena educación”. Dos de sus autores, Marcelo Barraza y Cristian Mansilla, de 13 años, estaban presentes. “Lo hicieron en clase –comentó la asistente social Marta Popel, que trabaja con ellos–. Una actividad como ésta nos ayuda: los chicos más rebeldes son los que más trabajaron hoy.”
“Si nuestros papás tuvieran trabajo, nuestro presente sería más feliz”, advertía el cartel de Casa de los Niños Madre del Pueblo.
“Docente popular no reconocido”, decía el cartel que llevaba Liliana García Mojardín, directora del Hogar Materno Infantil Tribilín de Avellaneda: es que “los docentes de estos hogares no recibimos sueldo ni aportes”. Hay más de 4000 docentes en las 300 entidades del Movimiento.
Frente a la Carpa Docente los sacerdotes Carlos Cajade y Luis Farinello y el rabino Daniel Goldman –con su kipá– bendijeron y repartieron los panes horneados en las fundaciones Che Pibe y Pan y Pan. “Que Dios bendiga este pan y nuestra unidad”, rezó Goldman. Farinello dijo que “una sociedad que condena a sus niños no merece vivir”. “Compartimos el pan para educar a aquellos que nunca lo comparten”, dijo Cajade.
Florencia Balbuena, de 10 años, de la comisión juvenil “Los Locos Bajitos” de Villa Tesei, sintetizó para Página/12 las razones de la marcha de sus compañeros: “Son unos chicos muy buenos y les habían prometido muchas cosas que no se las dieron, y ahora están ahí”.

 

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