Por Sergio Kiernan
A punto de
cumplir cuarenta años, Los Vengadores siguen en un nicho particular del
inconsciente televisivo: la serie más elegante de la historia, una de las más
surrealistas, generadora de imágenes perdurables. La película que intentó retomarla,
aunque resultó un desastre en 70 milímetros, hizo renacer el interés por la saga del
hombre de bombín y la dama de cuero negro. John Steed y Emma Peel viven ahora en las
colecciones de video, en los canales de series y en maratones como la que organiza esta
noche Uniseries, en un cine porteño. (ver aparte).
No está nada mal para una idea apenas comercial nacida en 1960 como vehículo para un
galán televisivo que hacía de médico (una suerte de Doctor Kildare metido a
detective aficionado). Los Vengadores se estrenó en enero de 1961 contando la
historia del doctor Keel, que investigaba el asesinato de su novia para vengarse, lo que
le dio al show su incomprensible nombre. Keel resolvía el caso enseguida, pero le
encontraba el gustito al trabajo de detective, por lo que la historia continuaba con el
médico transformado en agente free lance para una organización tan secreta que ni nombre
tenía. Su contacto era un tal John Steed, de impermeable raído y cigarrillo en los
labios, que aparecía cada tanto.
Esto duró, por suerte, apenas un año. El actor que hacía de Keel pensó que lo suyo era
el cine y se fue. John Steed pasó a ser el protagonista y todo cambió. Los productores
decidieron que Los Vengadores ya no serían dos hombres y que lo del detective
de impermeable no cerraba demasiado en Londres. Patrick Macnee recreó a John Steed y lo
hizo parecido a sí mismo: de buena familia, rico, veterano de la guerra, acostumbrado a
tener valet y mayordomo, coleccionista de autos antiguos, impecablemente conservador en la
ropa. Después de todo, Macnee es la oveja negra de una familia noble escocesa (su madre
era una Hastings, emparentada con la casa real de los Estuardo) que se dedicó al teatro
de puro rebelde. Comenzaba el desfile de vengadoras rubias y atractivas.
Todo esto, para la mayoría de los aficionados, es prehistoria. Los Vengadores
comienzan de verdad en 1965 cuando John Steed aparece, sin mayores explicaciones, del
brazo de una bella morena de piernas largas, la señora Emma Peel, viuda de un explorador
perdido en la selva sudamericana. Diana Rigg, una actriz clásica de 28 años bien
entrenada en Shakespeare, logró una química especial con Macnee. La serie comenzó a
crecer y crecer hasta llegar a su temporada de gloria, la de 1967, cuando le llegó el
color y cuando el guionista Brian Clemens tomó el poder.
Fue entonces que Los Vengadores logró despegarse de todas las series. En ese
universo, Steed se mueve en un majestuoso Bentley que apenas puede doblar una esquina, usa
paraguas aunque brille el sol, es un eximio espadachín, enólogo, melómano, anticuario,
que tiene un millón de libras en efectivo guardado en su casa en cajas de zapatos
blancas. Emma Peel es su opuesto complementario: moderna en el estilo pop, vive en un
departamento de colores psicodélicos, maneja un pequeñísimo convertible italiano, sabe
karate, medicina y bioquímica, pinta y jamás dice que no a una copa de champán.
Steed y Emma enfrentan a una galería de villanos como nunca se vio, nacidos
del matrimonio de Alfred Hitchock con James Bond celebrado en la cabeza de Clemens. Todo
transcurre en una Inglaterra onírica, de calles vacías, mansiones victorianas, nobles
excéntricos, espías rusos con acento, pubs poblados de asesinos. Los
Vengadores tienen una lógica interna inexorable: las mujeres nunca mueren, nunca se
ve sangre, sólo los malos disparan con sus armas (Steed las usa apenas para apuntar a sus
prisioneros cuando todo terminó), los mendigos hablan como Dickens y absolutamente todo
el mundo tiene modales exquisitos. ¿Qué se siente al entrar a este repertorio desde el
cinismo de fin de siglo? Reveer a Los Vengadores permite descubrir que Emma
Peel es más linda y mucho más pícara de lo que se recordaba, que a Steed se le notan
los 14 años que le lleva a su amiga, que ambos se comportan como viejos amantes que no
quieren vivir juntos, pero que tienen una vida en común. Toda la serie es mucho más
humorística de lo que parecía. Hay un segundo nivel que uno, de años tan jóvenes, no
notó en el estreno, una gran tomadura de pelo a Gran Bretaña y sus manías, una tensión
entre el mundo conservador que toma whisky en vasos cortados a mano y la modernidad beatle
que se viste de plástico y deja de lado las convenciones.
Esta noche, puede volverse a ese mundo por unas horas. Macnee no tuvo suerte en su carrera
posterior; Rigg se dedicó al teatro y fue hecha Dama por la reina; Clemens creó un
Teatro de Misterio y la pegó otra vez con Los Profesionales. Nadie se olvidó
de Los Vengadores, la serie que puso a Inglaterra en el mapa de la televisión
mundial.
OCHO HORAS NON-STOP EN LA
FILMOTECA BUENOS AIRES
Entre otras, darán La hora que nunca llegó
Los
Vengadores, la serie británica que durante la década del 60 revolucionó la
televisión, será el número central de una jornada ideal para fanáticos. En un festival
con desayuno incluido, hoy a partir de las 24, y hasta las 8 de la mañana del domingo, la
Filmoteca de Buenos Aires (Guido 1952) proyectará diez episodios al hilo de la mítica
serie, en versión subtitulada: Un pueblo del que no se regresa, Las
mentes maestras, Supermercado del crimen, La casa que Jack
construyó, El castillo de la muerte, Rápido, rápido, muerte
lenta, Dos son multitud, La hora que nunca llegó,
Presa chica para grandes cazadores y Miel para el príncipe. Se
trata de los capítulos de las temporadas 65 y 66 las únicas que se
pasaron originalmente en Argentina, atesorados por Fernando Martín Peña y otros
coleccionistas particulares. El primero, Un pueblo del que no se regresa, fue
el debut en la serie de Diana Rigg como Emma Peel.
Como toda serie de culto que se precie, la mayoría de los episodios son muy difíciles de
ubicar, sobre todo los correspondientes a la primera temporada del 60 al
65, que en su emisión original nunca salieron de Inglaterra. La señal de
cable Uniseries, que auspicia el festival, se ha propuesto reunirlos para emitirlos a fin
de año. Después de varias averiguaciones ubicamos a la empresa que tiene los
derechos, que es francesa, explica Mariano César, encargado de la programación de
Uniseries. Ellos digitalizaron los episodios en los que aparece Emma Peel, y
nosotros vamos a subtitularlos y a restaurar los que faltan. Se consiguieron más de cien
capítulos de varias temporadas, que en este momento se están dando sólo en Inglaterra,
Canadá y Australia.
El mundo rinde culto a la creación de Brian Clemens. En 1991 se editó el simple
Kinky boots, del dúo Patrick Macnee-Honor Blackman (la primera de sus
compañeras), que llegó al tercer lugar de ventas en Inglaterra, y todavía es
considerado un trofeo para fanáticos. En Internet pululan los sites dedicados al bombín
y el catsuit: theavengers.net, mindspring.com, mech.gla.ac.uk,
quitequitefantastic.com, jpeterman.com, entre otros. Allí es posible escuchar fragmentos
de los diálogos que cimentaban la flema británica de Steed. Llamo porque todavía
no han venido a retirar el cadáver que denuncié, se escucha decir a Mr. Steed.
¡Esto está muy desordenado!.
|
|