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Postales de Nueva Jersey, y un retrato generacional

De Kevin Smith, director de “La otra cara del amor”, llegan al video “Cajeros” y “Banda

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Kevin Smith es considerado el mejor dialoguista de su generación (arriba)

“Banda en fuga”, directo al video (izquierda)


Por Horacio Bernades
t.gif (862 bytes)  El estreno, hace un par de días, de La otra cara del amor (curioso título local para Chasing Amy, literalmente “Persiguiendo a Amy”) representa la primera vez en que un film del realizador Kevin Smith llega a la cartelera porteña. Sus dos películas anteriores no se estrenaron en cine, pero sí salieron en video. Se trata de Cajeros (Clerks, 1994, editada por Gativideo) y Banda en fuga (Mallrats, 1995, AVH). Teniendo en cuenta que, según declaraciones del realizador, estos dos films y La otra cara del amor constituyen una trilogía, todo indica que es la ocasión ideal para pegarles un vistazo.
Nacido en Red Bank, Nueva Jersey, en 1970, el tal Smith (un tipo barbudo y con cuerpo como de lavarropas, que suele aparecer en sus películas) se aburría en la tienda de barrio donde trabajaba, y mataba el tiempo leyendo comics, una de sus pasiones (no por nada La otra cara del amor transcurre en el mundo de los dibujantes y guionistas de historietas). Un día se le prendió la lamparita, juntó unos dinerillos y filmó Clerks (que debería traducirse como “Empleados de mostrador”). Tal vez la más casera de las películas caseras, Cajeros tiene lugar enteramente dentro del boliche donde trabajaba el propio Smith. Allí filmó el hombre, con un grupo de amigos actores y apenas un esbozo de guión, en las horas en que la tienda permanecía cerrada.
El costo de Clerks, unos ridículos 27.575 dólares, resultó menor aún que el de El mariachi, hasta el momento paradigma de “película hecha con dos pesos”. Y su suceso fue mayúsculo, tanto en respuesta de público (en términos costo/beneficio, Clerks fue la película que mejor rindió ese año, en Estados Unidos) como de consideración crítica, causando sensación en el Festival de Sundance y llegando a presentarse nada menos que en Cannes. Casi el colmo de lo autobiográfico (faceta que se ahondaría en La otra cara del amor), el protagonista de Cajeros es un chico veinteañero que, como el veinteañero Smith, trabaja en una tienda en la que se aburre. Obligado a respetar las unidades aristotélicas de tiempo y espacio más por razones económicas que estéticas, Cajeros aparece como un equivalente años ‘90 de ciertos sketches televisivos (“La peluquería de don Mateo” es el ejemplo más a mano) en el que distintos personajes desfilan por un pequeño comercio, dando lugar a una larga serie de episodios cómicos.
La fórmula no pretende ser original, mucho menos genial. Pero puede resultar irresistiblemente eficaz si se eligen los actores adecuados, se logra el necesario clima de espontaneidad y se dibujan personajes atractivos. Si se tiene, sobre todo, el oído, el timming y la agudeza para sacarle jugo al diálogo. El bueno de Kevin demuestra, en Cajeros, que tiene lo que hay que tener. Sin exageraciones, Smith es, posiblemente, el mejor dialoguista de su generación, y uno de los mejores del cine estadounidense en la actualidad. Sobre todo, para escribir diálogos cómicos, en los que pinta el mundo de sus personajes. De hecho, toda la “trilogía de Nueva Jersey” (Cajeros, Banda en fuga y La otra cara del amor) es, casi como sin quererlo, una precisa pintura de una aldea llamada Nueva Jersey y de una generación a la que, a falta de mejor definición, se le colgó la letra “X”.
Llenas de alusiones al comic, el sexo y la cultura popular, son memorables en Cajeros todas y cada una de las largas parrafadas que suelen cruzar Dante, el protagonista, su amigo y vecino Randal (que desatiende, más que atender, el videoclub de al lado), su novia Verónica (un nombre escapado de “Archie”, historieta que da lugar a uno de los mejores momentos cómicos de La otra cara del amor) y Jay y Silent Bob, dos personajes que aparecen en todas las películas de su autor. Incluyendo la siguiente y algo menor Banda en fuga y la última, la sátira religiosa Dogma, que acaba de presentarse en Cannes y que es, por estos días, el blanco favorito de los sectores ultrarreligiosos y la censura. Junto consu permanente ladero Jay, Silent Bob trafica algo, habla poco y se presenta siempre cubierto de un largo tapado oscuro. En La otra cara del amor es el que, acodado a la mesa en una hamburguesería, le cuenta al protagonista de Chasing Amy la historia que da pie al título de la película. El actor que lo hace no es otro que el propio Kevin Smith, y parece saber de lo que habla.

 

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