Por Mario Wainfeld Carlos Menem no se privó de
nada en esta semana. Participó de la cumbre de presidentes en Río de Janeiro, compartió
una cena y escuchó un recital privado de Charly García, recibió después de muchos
años a las Abuelas de Plaza de Mayo, habló en el acto de homenaje a mi
maestro Juan Domingo Perón y festejó su cumpleaños. Con la cuarta parte de esos
hechos o con la décima hace un año, un semestre o un cuatrimestre habría
sido el personaje de la semana, acumulando más tratamiento mediático que todo el resto
de los políticos argentinos. Esta vez, quedó en cuarto o quinto lugar (quién lo sabe,
todos miran al podio, nadie controla de cerca las posiciones finales del pelotón)
detrás, por lo menos de los candidatos presidenciales de su partido y de la Alianza y de
Pinky.
Suele decirse que el poder desgasta. El dirigente político italiano Bettino Craxi acuñó
un sarcasmo más preciso: Desgasta sobre todo a quien no lo tiene. El
Presidente lo sufre sobre su piel, se está quedando solo, los peronistas pasan en malón
al duhaldismo o buscan cómo acomodarse al diluvio que viene. El reacomodamiento no es un
modelo de filantropía o solidaridad, se parece bastante al sálvese quien pueda. Un dato
ilustrativo. El jueves fue procesado en la causa por venta ilegal de armas el ex
vicecanciller Fernando Petrella, quien recibió la noticia al lado del canciller Guido Di
Tella. El ex superior de Petrella es pasible de iguales o mayores sospechas que él pero
tiene inmunidad y no puede ser procesado mientras sea ministro. Sus subordinados sí irán
desfilando y -como el ex ministro de Defensa Oscar Camilión juntando bronca y
pruebas contra sus superiores, esperando que estén en el llano para hacerlos valer. Di
Tella, cuyo look de profesor inglés de película maquilla a un conocedor de los pliegos
del poder, sabe cuántos enconos acumula en la tropa propia, certeza que no lo compele a
ser solidario con ellos hoy pero que debe agriar mucho su cuenta regresiva.
The teacher Guido, con todo, es uno de los pocos ministros que todavía hacen algo
vinculado con la gestión. El resto del Gobierno vegeta, casi catatónico, en un país
sumido en una feroz recesión con altísima tasa de desempleo, y muchas provincias al
borde de la cesación de pagos. El único que atiende el teléfono es (el ministro
del Interior Carlos) Corach, rezonga un gobernador peronista que, como todos,
necesita del gobierno nacional como del agua.
Pero cada cual atiende su juego, pensando en el Senado, en el duhaldismo o en gambetear
Comodoro Py. El poder se escurre entre los dedos del Jefe cuyo principal objetivo, a esta
altura, es erosionarse lo menos posible, no tener que dejar la Rosada antes de tiempo como
le ocurrió a su precursor, Raúl Alfonsín.
Internas para internarse
El fin de los mandatos es un mecanismo de licuación del poder en democracia. Otro, a
veces más imprevisible y brutal, son las elecciones. Véase si no la interna abierta del
Frepaso en La Matanza en la que Herminio Bayón postulado como
testaferro de la radical Elsa Pinky Satragno venció a la
diputada frepasista Mary Sánchez.
El hecho fue leído en general como una victoria de la gente sobre los
aparatos. En verdad, votaron pocas personas (algo así como un matancero de cada
mil) y las denuncias que cruzaron Mary y Bayón aluden a una interna provincial más o
menos clásica disputada por dos aparatos partidarios exiguos antes que a un
pronunciamiento masivo.
Mirada con un poquito de atención la candidatura de Elsa Satragno enhebró estos datos:
* Mary fue candidata a intendente sin participar personalmente en una primaria sino porque
Graciela Fernández Meijide le ganó a Fernando de la Rúa en La Matanza.
* Pinky medía mucho mejor que Mary en los sondeos, pero ésta porfió en privilegiar
sobre ellos el acuerdo previo.
* Las cúpulas aliancistas nacional y de provincia decidieron respetar la decisión de la
ex dirigente sindical.
* La curiosa entrada de Pinky a la interna frepasista, consentida por las huestes de Mary.
Es decir, una ingeniería institucional endeble (poniendo a una candidata como
consecuencia de una elección que ganó otra) fue arrasada en una interna que consagró a
una candidata que no participó. Más allá de un amargo traspié para Mary Sánchez (que
ya le costó, amén de la candidatura, la presidencia del Frente Grande provincial), la
incongruencia de todo el proceso testimonia cuán poco seria ha sido la implementación de
las internas abiertas, pensadas antes como un eslógan para desacreditar a los partidos
tradicionales que como un medio para modernizar y acrecentar los canales de
participación. Lo ocurrido patentiza una mezcla desaprensiva de instancias y de reglas:
la Alianza es una coalición entre la UCR y el Frepaso, que a su vez es una coalición
entre el Frente Grande y otros partidos y cada estadio tiene sus primarias y sus códigos
electorales.
Llamar a una suma de desprolijidades un triunfo de la gente es por lo menos
una elipsis. La unción de un carisma sobre un pacto, tema fascinante sin duda, tiene sus
bemoles (parimos un Frankenstein que va a terminar yéndose criticando a la clase
política, como Marta Oyhanarte era el mal augurio de un dirigente radical de
primera línea de la provincia). Un hecho complejo y rico en implicancias debería haber
despertado mejores análisis y debates en una sociedad que se pasó vociferando años
cuando Menem todavía existía y quería someter las reglas de reelección al peso de la
decisión del pueblo.
Las profecías del encuestador
El día en que se plasmó la Alianza, un cronista de Página/12 llamó a un connotado
encuestador que trabaja para el PJ para preguntarle sus primeras hipótesis. El requerido
fue tajante: no lo ponga así pero tengo una probable mala noticia y una segura
buena noticia. La mala es que probablemente la Alianza nos gane ahora y en el 99. La
buena es que de ahora hasta el 99 voy a vender encuestas a lo bobo. Lo sigue
haciendo. Las elecciones del 99 son competitivas, parece imposible que el perdedor
levante menos del 40 por ciento de los votos. La encuestomanía de candidatos y sus
séquitos es total y su influencia sobre los microclimas de campaña, nada menor. En esa
puja cabeza a cabeza, peronistas y aliancistas coinciden en advertir que junio fue un mes
de crecimiento de De la Rúa, mientras que Duhalde se estancó. Para los aliancistas eso
marca una tendencia creciente. Fernando va de menor a mayor en las campañas
explica Carlos `Chacho Alvarez, su muy buena imagen supera al principio
por mucho a su intención de voto pero luego ésta sube hasta superponerse con la
imagen. Ganando, como viene, De la Rúa no piensa introducir cambios significativos
en discurso y campaña, lo suyo dice uno de sus principales operadores es
intensificar y mejorar la sintonía fina. Intensificar es por ejemplo lanzar
más spots publicitarios (hay cinco en preparación), ajustar es bajar al
interior de la provincia de Buenos Aires, un feudo tradicionalmente fiel a la UCR (que
controla ahí intendencias populosas: Mar del Plata, Bahía Blanca, Olavarría) donde el
peronista Carlos Ruckauf viene ganándole a Fernández Meijide. Lo otro es mantener
perfil. Si no hay cambios en la inercia, dicen los aliancistas, ganamos, para
luego cruzar los dedos y encargar nuevas encuestas.
El diagnóstico íntimo de los duhaldistas es similar. Si seguimos los dos haciendo
la plancha ganan ellos que eso lo hacen mejor reconoce, filtrando un autoelogio, un
sutil operador del gobernador. El propio Duhalde pensó lo mismo: en una reunión de
campaña el pasado martes exhortó a su tropa a cambiar, a ser menos dependiente de los
economistas (yo ya sé lo que piensan ustedes hizo callar, antes que contestó
a un pedido de intervención de uno de ellos en el debate) y decidió un kit de medidas
para recuperar la iniciativa. La primera es privilegiar caminar por centros urbanos
relegando, si no al olvido a segundo plano, a las caravanas por zonas casi desérticas.
Otra es mantener a la reducción de la deuda externa como eje de campaña, lo que
entusiasma a sus dos gobernadores más fieles Néstor Kirchner y Jorge Busti y eriza la
piel de sus economistas. Para sosegar, algo, a los expertos, Duhalde propone afinar el
discurso. Para entusiasmar a los políticos seguir planteando el tema, articulando con la
Iglesia. Para gratificar a los asesores de imagen, fantasea rematarlo en triunfo en un
viaje al Vaticano para reunirse con Juan Pablo II (ver pág. 7).
Mirando territorios más cercanos y más hostiles, la esquiva ciudad de Buenos Aires,
Duhalde piensa en cerrar pronto su coalición con el ex ministro Domingo Cavallo y
desplazar (por persuasión o interviniendo el partido) a Miguel Angel Toma de la cabeza de
la lista de diputados nacionales reemplazándolo por León Arslanian. Eso y una embestida
contra la Corte Suprema que podría también escalar hasta el juicio político
son las armas con las que piensa (con foco en el centroderecha del electorado y en las
demandas de eficiencia y transparencia de los sectores medios) achicar la ventaja.
Entusiasmados, algunos de sus acólitos le proponen más blitzkrieg antimenemista
incluyendo taponar el pliego de senador de Corach en la Legislatura porteña y gestos
duros contra la CGT. El gobernador, por ahora, los considera excesivos.
Hoy, en el sur y con frío, cierra el primer maratón de elecciones provinciales. Habrá
un resuello hasta agosto en Santa Fe y luego otra seguidilla hasta el 24 de octubre,
cuando recién se sabrá si se corrobora la mala noticia del encuestador del
PJ. La buena, queda claro, se cumplirá con creces.
Ningún ser humano es ilegal
El rechazo del inmigrante ilegal, como en su momento el del cabecita negra, expresa
uno de los síntomas de una sociedad que se descompone y reformula, donde la estructura
social anterior se resiste a su desaparición. Pero la demonización del cabecita negra
fue la respuesta desesperada de un orden social oligárquico, de una democratización
restringida, conducida por una dirigencia que se horrorizaba de su propia geografía
bárbara. Una cultura aristocrática que no se adaptaba al nuevo orden social que la
asediaba con una transformación incluyente, según el signo de aquellos tiempos.
El signo actual (...) es una nueva reestructuración de la sociedad, pero de sesgo
excluyente. En este marco, la estigmatización del ilegal es una inescrupulosa jugada
política que aprovecha esta tensión de la cual la misma política es en buena
medida responsable para ofrecer un falso alivio a los vulnerados sectores populares,
un placebo para sus crecientemente erráticas trayectorias y desguarnecidas
personalidades.
La cita corresponde al libro Los laberintos de la exclusión del sociólogo uruguayo (y
documentado) Diego Casaravilla, recientemente editado. Casaravilla estructura, cita y
sistematiza 20 entrevistas a inmigrantes ilegales sudamericanos y pinta un cuadro
enriquecedor de los orígenes sociales y políticos del actual racismo vernáculo. El
título de este recuadro es cita de un grafiti de rango editorial que adorna un baño de
la Boca y que también se menciona en el texto. |
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