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OPINION
El regreso de Jefferson
Por Tomás Moulián*

En un nivel, al menos, la noticia hay que tomarla según la reacción contraria que ha tenido. Y ésta provino de la derecha chilena, que armó un escándalo por una cuestión que, paradójicamente y al igual que cuando Pinochet fue detenido en Londres, considera como imperialista. Es que los documentos desclasificados muestran un conocimiento bastante detallado de la Operación Cóndor y por momentos también se puede ver la opinión de EE.UU. sobre Allende y la aceptación tácita de lo que hicieron los militares en los primeros años de la dictadura.
Sin embargo, hay que poner esta decisión de EE.UU. dentro de un contexto. Más precisamente, del rol de pontificador universal de los derechos humanos que adoptó Washington desde el fin de la Guerra Fría y más aún durante la última parte de la administración Clinton. Los ejemplos recientes son impactantes: los documentos dados a conocer sobre la colaboración de la CIA en las violaciones a los derechos humanos cometidas por el ejército de Guatemala durante la guerra civil en ese país o, más cerca, el bombardeo a Yugoslavia en nombre de los albanokosovares.
Por esto, no importa demasiado si las informaciones que ahora se conocen puedan entrar o no en el proceso contra Pinochet. La influencia sobre el juicio es clara: nadie está dispuesto a proteger a Pinochet, y hasta el mismo poder que lo sostuvo cuando se supone que él significaba la defensa de Occidente frente al marxismo lo deja abandonado a su suerte. Ahora EE.UU. protege a la democracia, pero entendida como gobernabilidad. En este momento, la gobernabilidad de Occidente pasa por la democracia. Como antes pasaba por las dictaduras, al menos en Latinoamérica.
El gesto también es significativo en Chile. En este enaltecimiento de su política exterior y de la gloria y la grandeza para sí mismo, Washington les está diciendo a los militares chilenos que su margen de acción ya es muy pero muy pequeño. Ya no podrán presionar y menos aún lanzar amenazas golpistas. Otro que tendrá que poner las barbas en remojo es el propio gobierno y, especialmente, el presidente Eduardo Frei, que planteó la vuelta de Pinochet a Chile como “una cuestión de honor”. En un contexto electoral donde nadie quiere que Pinochet vuelva a Chile, el signo que dio EE.UU. es la gota que derramó el vaso para Pinochet. Y el gobierno debe comprenderlo así.
Es como si Thomas Jefferson se hubiera hecho cargo, de pronto, del gobierno de Estados Unidos.
* Sociólogo y ensayista chileno.

 

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