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OPINION
Un nuevo Washington
Por Antonio Skármeta*

La noticia de la desclasificación de los documentos norteamericanos sobre la dictadura es, sin dudas, una muy buena noticia. En estos días, todo el mundo estará leyendo atentamente los informes para poder formarse un cuadro de situación de lo ocurrido en los años de Pinochet. Más allá de lo que se encuentre, más allá de lo que pueda servir a nivel judicial y de lo que pueda descubrirse sobre la participación norteamericana en el golpe y en los años posteriores a él, hay que valorar el gesto que ha tenido este gobierno de EE.UU. Primero, porque es oportuno: coincide con el proceso contra Pinochet en España y con todos los cambios que se produjeron dentro de Chile a partir de esto. Segundo, porque expresa el tipo de relaciones que este gobierno norteamericano quiere mantener con los países latinoamericanos. La administración Clinton ya dio a conocer documentos sobre la colaboración de la CIA con el ejército de Guatemala durante los años de la guerra civil. Y esto cobra aún más importancia cuando pensamos que Estados Unidos no tiene una historia demasiado bonita para presentar sobre lo ocurrido en los ‘70.
Algunos quizá pueden encontrar conexiones entre esta noticia y los bombardeos sobre Yugoslavia (después de todo, se realizaron en nombre de los derechos humanos). Pero una desclasificación de documentos secretos del gobierno norteamericano no se decide en un minuto: seguramente estaba en mente de la administración mucho antes de la situación generada en Kosovo. También se puede pensar que EE.UU. se anticipa al pedido de informes que iba a llegar de España.
Todo esto es muy importante para Chile. Desde la detención de Pinochet, todo lo que ha estado velado durante años, todas las verdades que se decían a medias, están cada vez más claras. Nuestro país ha sufrido un remezón de conciencia: por eso ahora aparecen torturadores que reconocen públicamente lo que han hecho. Y en este remezón, la derecha que pretende seguir defendiendo el legado de la dictadura se quedó sin banderas: porque este legado ya es conocido por todo el mundo (y es bastante tétrico), y porque el gobierno chileno asumió la defensa de Pinochet (estemos o no de acuerdo) mucho mejor que lo que hubiera pasado si la derecha, con sus excentricidades, se hubiera hecho cargo de sus intentos para traerlo de vuelta a Chile.
Este es un muy buen momento de las corrientes de opinión democráticas en Chile y en Latinoamérica. Ya no parece haber espacio para aventuras dictatoriales. Y esto hay que valorarlo.
* Escritor chileno.

 

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