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Un escándalo vaticano por un libro anónimo

El Estado italiano secuestró los ejemplares en circulación de "Lo que el viento se llevó en el Vaticano", en que un grupo de religiosos ocultos tras un seudónimo denuncia tropelías a granel.

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Por Guillermo Piro
t.gif (862 bytes)  El "Indice de los libros prohibidos por la Santa Iglesia", que desapareció en los 60, (pero que antes se preocupó por condenar nada menos que a Alberto Moravia), estuvo este año a punto de reaparecer. La culpa la tiene "Il Millenari" (Los Milenarios), un seudónimo detrás del cual se ocultó la identidad de él o los autores del libro Via col vento in Vaticano (Lo que el viento se llevó en el Vaticano). El libro apareció en febrero bajo el sello Kaos edizioni, una pequeña editorial milanesa que se autodefine como laica y anticlerical. La polémica, en cambio, acaba de estallar, luego de una denuncia anónima que la Santa Sede hizo suya. El ejemplar tiene 288 páginas y su contenido denuncia una larga colección de vicios y pecados (desde homosexualidad a simonía, es decir, el comercio ilícito de las cosas espirituales, pasando por el frenesí arribista, métodos de elección de obispos a cambio de favores y la infiltración de la Masonería en la Iglesia) cometidos por altos prelados de la Santa Sede.

¿Ejemplos?: un obispo estadounidense devuelto a casa a raíz de sus oscuras costumbres; otro de una diócesis italiana promovido al Vaticano después de haber pasado por un tribunal civil acusado de abusos sexuales; un monseñor a punto de ser promovido a cardenal sorprendido en la frontera llevando en la mano una valija repleta de dólares. Hay para todos los gustos. ¿Corrupción moral?: un alto prelado les confía a sus amigos que ha hecho "voto de homosexualidad para no incurrir en el pecado de andar con mujeres". ¿Desinterés y falta de seriedad en la elección del personal a promover?: el subsecretario de una congregación se confía a las oscilaciones de un péndulo de mano. Los esfuerzos de la curia romana por entusiasmar al Papa para que haga el mayor número posible de viajes por el mundo, para darles así tiempo a establecer con tranquilidad las relaciones de poder en su ausencia. Tampoco falta el cuidadoso examen de las técnicas de promoción a nivel medio: un método infalible consiste en hacerse nombrar chofer y secretario particular de un monseñor. Y la homosexualidad bendita: un arma de doble filo, útil cuando no se exagera. Comilonas y borracheras son clasificadas como episodios habituales.

El escándalo comenzó con la denuncia de una persona que se considera herida por el contenido del libro y que, según trascendidos, podría tratarse del nieto de un prelado ya muerto, pero reconocible entre los mencionados. A esa altura el libro estaba agotado. La semana pasada el Tribunal de la Sacra Rota pidió el secuestro del libro de todas las librerías italianas. Después de lo cual se puso manos a la obra, sometiendo a interrogatorio a algunos personajes relevantes para sonsacarles el nombre del autor o los autores. Alguien arriesgó que, con mucha probabilidad, detrás del anagrama "Millenari" se ocultaba monseñor Luigi Marinelli, un obispo jubilado que trabajó durante 35 años en la congregación de las Iglesias Orientales.

Al principio Luigi Marinelli se mostró sorprendido y rechazó las acusaciones. Pero luego de recapacitar decidió decir la verdad, o al menos parte de la verdad: "Los "millenari" son un grupo de religiosos, eso puedo decirlo, italianos y extranjeros. Tenía que haber un portavoz; mejor que sea yo, ya que estoy jubilado". De donde se deduce que los otros autores, si en verdad existen, todavía están en funciones.

--¿Pero cómo nació la idea de un libro así?

--Yo sólo conozco mi contribución. No es que un buen día nos reunimos para hacerlo. Salió hablando. En un determinado momento nos preguntamos: ¿y si ponemos todo esto por escrito? Después el editor Lorenzo Ruggero nos contrató. A mí me preguntó si estaba de acuerdo en que lo que había dicho se dividiera en varios capítulos.

--¿Pero es verdad todo lo que está escrito?

--Lamentablemente sí. Los abusos sexuales, que dan escalofríos, probablemente sigan sucediendo. Pero con la organización actual nadie los va a frenar. Omitimos los hechos más graves. El equipo consideró que ciertas cosas era mejor no publicarlas y dulcificar así un poco el contenido. Yo, por mi parte, conté las injusticias sufridas a lo largo de 35 años. Las sufridas por mí y por tantos otros. ¿Por qué firmar un libro colectivo con el anagrama del apellido de uno de sus autores? "Millenari indica el fin del milenio, la búsqueda de limpieza y purificación. Fue elegido en ese sentido. Descubrir que era el anagrama de mi apellido fue una verdadera sorpresa".

¿Qué opina el editor? Lejos de arrepentirse por haberlo editado, dice que no cree que se trate de un libro escandaloso, sino de un libro "de denuncia, de alto contenido espiritual y religioso". Puede ser, pero escrito de manera tal que ciertos personajes "intocables" se vuelven fácilmente identificables (al menos para quien conoce el paño). Por ejemplo, con poco esfuerzo se descubre que un tal "monseñor Fiore" no es otro que el cardenal Fiorenzo Angelini; y son bastante claras las referencias a los cardenales Silvestrini y Laghi, al monseñor holandés Kasteel y al obispo estadounidense de origen lituano monseñor Rigali.

La temporada de caza se abrió en el Vaticano. A causa de la lista de verdaderos o presuntos pecados de una bien nutrida serie de prelados, el libro publicado por Kaos provocó justamente eso: una secuela de caos, rabia, ira y disgusto. En la mira del tribunal eclesiástico hay tres sacerdotes, dos de ellos jubilados. Pero también hay quien opina que el libro dice tantas cosas que ni siquiera cuatro personas podrían saberlas, y se habla de un grupo compuesto por una docena de sacerdotes y colaboradores de la Santa Sede, doce apóstoles del mal que habrían tenido acceso a documentos reservados, o probablemente toda una red de espías en sotana que habrían suministrado a los autores el material incendiario, los papeles secretos del Vaticano.

Como está dicho, el Tribunal Vaticano, respondiendo a órdenes del Papa, y fuera de toda lógica judicial, pidió al gobierno italiano el secuestro de los libros. El Estado italiano ejecutó el pedido, sorpresivamente, y los ejemplares fueron retirados de las librerías. El escándalo fue mayor: un grupo de intelectuales acaba de concretar un llamado de rechazo a la jurisdicción vaticana sobre el territorio italiano, refiriéndose a "una evidente demostración de la vocación censora y antilibertaria de las jerarquías eclesiásticas". El llamado denuncia ese aspecto inquietante del caso, y concluye diciendo: "Esperamos que monseñor Marinelli no tenga que sufrir la misma suerte que Salman Rushdie".

 

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