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Por Cecilia Bembibre La caja de Pandora es un manual ilustrado de mitología griega diseñado para que un chico pueda explorar el interior del caballo de Troya troquelado que emerge de la página dos, y sostener al mismo tiempo un modelo a escala del Partenón atado con un cordoncito a la página tres. Con una miniatura de las novelas de Homero que se puede desprender y hojear, y un anexo que trae material para que el lector arme sus propias máscaras de comedia y tragedia, el ejemplar es una de las curiosidades expuestas en Libros fenomenales, una muestra gratuita de libros infantiles que se presenta hasta el 12 de julio en la Casa de la Cultura (Av. de Mayo 575). Los dibujos detallistas del francés Gustave Doré, en una versión para jóvenes del Don Quijote, comparten la vitrina con el humor negro del alemán Heinrich Hoffmann y sus ilustraciones en Pedrito el grañoso. Al lado, una edición de Alicia en el país de las maravillas dibujada por el inglés John Tenniel se presenta junto a otro dibujo, separado del volumen. Es el trabajo del mismo Lewis Carroll quien, disconforme con la labor de Tenniel, se ocupó personalmente de ponerle imágenes (que luego obsequió a la verdadera Alicia) a su fantástica novela. Todos los libros provienen de la biblioteca del Cedimeco (Centro de Documentación e Información sobre Medios de Comunicación), una asociación civil que suma más de 50.000 volúmenes en sus estantes, y cuyos integrantes aguzan el ojo para descubrir la documentación que, por curiosa, infrecuente o valiosa, merezca ser conservada para los lectores del futuro. Pablo Medina, miembro de la entidad y curador de la muestra (auspiciada por la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural), se ocupa de la visita guiada por la exposición (a las 16; las escuelas pueden pedir turno al 4323-9796). El paseo culmina con la apertura de una valija antigua en la que el público puede hojear libros que, por falta de espacio, no están expuestos en las vitrinas. Como, por ejemplo, La caja de Pandora. La diversidad de los volúmenes pasa también por el tamaño: hay en la sala una edición de Los argonautas que se despliega cuatro metros (imitando un papiro griego), una aventura de Flash Gordon que se extiende un metro, y una sección de miniaturas que incluye la mínima edición de Funes, el memorioso, de apenas cinco centímetros. Con el título de Zoom, se pueden recorrer las páginas desplegadas de un libro pegadas en la pared, y experimentar el mismo efecto óptico que cuando la cámara se acerca paso a paso. Dos técnicas, acaso precursoras de los libros multimedia, encuentran ejemplos en la muestra, y se explican en la visita: el troquelado y la papiroflexia. De la primera es exponente el alemán Lothar Meggendorfer, nacido a fines del siglo pasado, un fanático de las marionetas que ofreció a sus hijos un libro animado como regalo de Navidad. Las hojas caladas se despliegan y se insertan unas en otras, logrando efectos de movimiento y profundidad. La otra, llamada papiroflexia, da como resultado figuras que emergen de las páginas según son abiertas, como collages gigantescos y artesanales que se arman en un segundo. Entre los trabajos de autores argentinos, se destacan en la muestra los libros infantiles ilustrados por los pintores Antonio Berni y Raúl Soldi, los dibujos de Ayax Barnes (creador de La línea), junto a un Manual de zoología fantástica dibujado por el artista mexicano Francisco Toledo. La exposición es ideal para que la recorran padres e hijos, ya que a la originalidad de algunos libros objeto se suma la nostalgia de reencontrar ediciones ilustradas que asomaron por años en la biblioteca infantil de más de un visitante.
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