OPINION
Narciso
Por Juan Sasturain |
Martín
es el último de la fila de séptimo. El último lejos, cómodo: se asoma desde el fondo
sin esfuerzo, una cuarta más alto que el anterior y varios dedos por encima de la
señorita Cora Caruzzi, su mismísima sufrida maestra. Martín tiene dificultades con
matemáticas y con sus rodillas; las matemáticas no le entran, las rodillas tampoco. En
ninguna parte. Los bancos de la Escuela Nº 41 Granadero Baigorria no
previeron niños que midan 170 centímetros a los doce años. Martín tiene dificultades
con las chicas y con los pantalones: problemas de cortedad. A las compañeritas de baile
no llega a hablarles porque desde arriba no lo oyen, apoyado el flequillo contra el
notorio esternón y los vaqueros no le llegan a los tobillos finos más allá de una
semana después del lavado inicial: huyen hacia arriba.
Martín es el primero, en cambio, en la fila de las clases de gimnasia, trotando algo
despatarrado varios pasos por delante del resto de los petisos; y ahora es el primero
también en la pisada previa al picado. Hasta cuarto grado no lo elegían jamás porque ni
para arquero servía, desgarbado y vulnerable como un barrilete, pero desde sexto el lungo
Martín se agrandó si cabe en su caso y engrosó los huesos, aprendió más o
menos a saltar y cabecear dicen que por televisión, mirando a su ídolo: Boca salió
campeón una vez y Boca salió campeón otra vez y Martín (¡llamarse así!) volvió de
las vacaciones quemadito y con el mechón amarillo y séptimo A fue campeón una vez y
volverá a serlo otra vez con los goles torpes del colorido último de la fila. Cuando
llegan al vestuario, Martín se mira al espejo y se acomoda cuidadosamente el envidiado
penacho dorado de los extraños goleadores.
En otro nivel, y sin pisada mediante, Martín es el elegido de la directora para los
papeles importantes en los actos patrios. Menos Sarmiento, lo que sea... Ha sido granadero
e incluso San Martín, Saavedra en su momento y ahora, contra toda la evidencia
iconográfica, será el petiso Narciso Laprida en el acto del 9 de Julio. ¿Será? Algo
extraño pasa porque de pronto por dos días no viene a la escuela, no ensaya, no da
señales de vida, no atiende el teléfono preñado de cargadas.... Hasta que hoy,
finalmente, aparece el recluido Narciso, la gorra invernal encasquetada hasta las orejas y
se va derecho a la dirección.
Cuando regresa, Laprida confirmado, al aula, a Martín no le sacan palabra, no le sacan
los ojos de encima, no le sacan la gorra...
Ya van a ver ... dice con orgullo desesperado. Ya van a ver esta
noche.... Y pese a las cargadas que llueven como centros sobre el averiado Narciso,
todos saben que bajo la lana de la gorra espera, agazapado, el mechón más brillante que
nunca. |
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