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 El
compositor español Joaquín Rodrigo, autor de obras inolvidables como el “Concierto
de Aranjuez”, falleció ayer en Madrid, a los 97 años. Los restos de Rodrigo serán
velados en una capilla ardiente que se dispondrá en el Centro Cultural Isabel de
Farnesio, de la ciudad española de Aranjuez. El eximio guitarrista, que era miembro desde
1951 de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y que en 1996 obtuvo el premio
Príncipe de Asturias de las Artes, murió en su domicilio, rodeado por su familia.Nacido el 22 de noviembre de 1901 en la localidad valenciana de Sagunto, en el seno de una familia acomodada, Rodrigo quedó ciego a los tres años a raíz de una epidemia de difteria. Su educación primaria la recibió de un secretario privado, y a los ocho años y mediante el método de Braille, tomó sus primeras clases de solfeo, violín y piano. A la edad de 16, tomó cursos de armonía y composición en el Conservatorio de Valencia, y cuando tenía 23 años estrenó con la Orquesta Sinfónica de Valencia su primera composición, “Juglares”, que tuvo una exitosa recepción por parte del público y la crítica. En 1927 siguió los pasos de otros muchos músicos como Manuel de Falla y se trasladó a París donde, según él mismo relató, “llegué cargado de ilusiones y me encontré con que había rebasado la edad para ingresar en el Conservatorio, pero pude hacerlo en la Escuela Normal de Música”. Sin embargo, sus comienzos fueron poco alentadores, ya que “Bagatela”, la pieza que presentó al entrar en la Escuela, no convenció al compositor Paul Dukas, quien después se convertiría en su maestro de muchos años. “Recibí de él enseñanzas que me ayudaron extraordinariamente en mi formación”, decía el compositor español, que tras la muerte de Dukas escribió en memoria de éste la “Sonata del adiós”. En Francia, Rodrigo hizo amistad con otros grandes compositores como Arthur Honegger, Darius Milhaud, Maurice Ravel o Manuel de Falla, y con la ayuda de este último obtuvo una beca para cursar estudios en la renombrada Universidad de la Sorbona. En París, Rodrigo conoció a la pianista turca Victoria Kamhi, con la que se casó en 1933, y con quien tuvo a Cecilia, su única hija. “Mi esposa me abrió los ojos”, decía Rodrigo cuando se le preguntaba acerca de la influencia que su mujer –que falleció el 21 de julio de 1997, a los 92 años– había tenido en su música. En 1939, después de la guerra civil, Rodrigo y su esposa regresaron a España y se instalaron en Madrid: la partitura del “Concierto de Aranjuez” ya estaba entre el equipaje que traía de París. La obra, en la que también trabajó el célebre guitarrista Narciso Yepes, fallecido en 1997, se estrenó un año después, y la reacción del público y la crítica fue sobrecogedora. La vasta obra de Rodrigo incluye más de 300 piezas, entre ellas composiciones para guitarra, piano, arpa, orquesta, ballet, corales y vocales, además de zarzuelas y bandas sonoras. Uno de sus sueños se cumplió en 1990, cuando compuso “Líricas castellanas” para la reina Sofía. Luego siguió dictando cátedra durante años en la Universidad Complutense de Madrid, y en 1996 fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias: en esa oportunidad, el músico le preguntó a su hija “¿Y a mí por qué?”; su manera de celebrar el premio fue tocar el piano ante un grupo de periodistas que intentó sin éxito arrancarle alguna declaración. Al comprobar que había pasado la una de la tarde, hora en la que tomaba un módico aperitivo de cerveza y papas fritas, Rodrigo, el autor de una pieza tocada por miles de guitarristas, pronunció su única frase de ese día de supuesta gloria: “¿No se come hoy?”.
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