Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


CUATRO JURISTAS OPINAN SOBRE EL ESTADO DE SITIO
La tentación autoritaria

Todos coinciden en que es una decisión política y no sólo jurídica. Para Sabsay, en la actualidad no están dadas las condiciones. Bielsa explica que, además, sería poco práctico.

El estallido del conflicto social no autoriza el estado de sitio.
“Si la protesta deriva en delito se reprime con la legislación común.”

na06fo01.jpg (9253 bytes)
Por Adriana Meyer

t.gif (862 bytes) Desde que los transportistas ocuparon las rutas y lo pusieron en jaque, el Poder Ejecutivo amagó con el estado de sitio. Si bien el presidente Carlos Menem no tiene mayores intenciones de usarlo, conservó en sus manos el proyecto de decreto. Página/12 consultó a cuatro constitucionalistas si esta medida excepcional medida es aplicable en la actual coyuntura. Estas fueron sus respuestas.
Rafael Bielsa: “Desde el punto de vista técnico tiene que darse una conmoción interior, que esa situación ponga en peligro el ejercicio de la Carta Magna y sus autoridades, y que además haya perturbación del orden. Sólo la suma de estos elementos justifica que el Ejecutivo envíe un proyecto al Congreso para establecer el estado de sitio. Pero la Constitución utiliza palabras imprecisas, por lo cual el criterio para establecerlo es político y no jurídico. De todos modos, sería un desatino que el Congreso determine que hay conmoción interna y si lo hace debería ser por tiempo transitorio. Según trascendió, el proyecto de decreto de estado de sitio que maneja el Ejecutivo tiene dos vicios: no fija un plazo, porque su texto dice que sería ‘hasta tanto subsistan razones’. Y además extiende exageradamente el ámbito de aplicación porque no localiza el conflicto, sino que habla de ‘todo el país’. Desde el punto de vista práctico declarar el estado de sitio no tiene sentido porque el Gobierno podría incautar camiones pero no puede poner gendarmes a conducirlos. Hace 50 años se hizo con los tranvías y en la época de Perón con los ferrocarriles, pero eran transportes públicos. Y además es inútil porque si los camioneros cometen delitos hay que aplicar el Código Penal. Los jueces no pueden revisar el acto declarativo del estado de sitio, pero están facultados para revisar después la razonabilidad de las medidas concretas derivadas del mismo. En el caso Granada la Corte Suprema falló a favor de una persona que había sido detenida “irrazonablemente”. Entonces, además de poco práctico e inútil, con esta situación es también inconveniente”.
Daniel Sabsay: “El estado de sitio es un herramienta excepcional para aplicar en situaciones de extrema emergencia como es un ataque exterior o la conmoción interior, es decir, cuando subyace grave crisis institucional en la que unas personas quieran atentar contra las autoridades. En este momento de ningún modo los protagonistas quieren eso. El lockout aún no produjo desabastecimiento y la libertad de tránsito fue afectada parcialmente. Llegado el caso se puede aplicar la ley de Abastecimiento y la de Seguridad interior respectivamente. El estado de sitio es una medida de riesgo y antecedentes negativos porque es el estado de máxima suspensión de garantías que son derechos y de concentración de poder en el Poder Ejecutivo, aunque limitado por el pacto de San José de Costa Rica. En determinados períodos como el llamado “Plan Conintes” de la época de (el presidente Arturo) Frondizi se erigió en instrumento de persecución política. Y en países con un pasado y una cultura autoritaria hay que tener mayor cautela, porque generalmente se lo aplica con tendencia a desbordar en abusos. Pero el lockout también es ilegítimo porque persigue una medida inconstitucional como exceptuar a unos de lo que otros ya pagaron. La igualdad ante la ley en materia tributaria está específicamente señalada en la Constitución. Pensar en el estado de sitio es una aberración jurídica, pero para solucionar el asunto pensaron en otra aberración legislativa”.
Alberto García Lema: “La decisión sobre el estado de sitio es de naturaleza política y depende de cuestiones de hecho, no es jurídica. Se trata de una medida de excepción para situaciones graves en las que los poderes políticos evalúan si es conveniente aplicarla. Ante el desabastecimiento de productos básicos de consumo el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo examinarán cuál es la peligrosidad de la situación”.
Jorge Vanossi: “El estado de sitio no puede convertirse en una herramienta para controlar conflictos sociales. Además, elrestablecimiento de la ley de Abastecimiento tendría que haber pasado por el Congreso porque el Presidente sigue gobernando de facto con sus más de quinientos decretos de necesidad y urgencia... Esa norma frena la especulación, pero sobre todo le da más atribuciones al Ejecutivo. Hay que atacar las causas y no los efectos. Las causas de este problema docente no se resuelven con medidas extremas”.

 

Tres veces en 16 años

Desde el regreso a la democracia en 1983, el estado de sitio sólo se implantó tres veces: dos durante el gobierno de Raúl Alfonsín y una durante el de Carlos Menem.
ron2.gif (93 bytes)   El 25 de octubre de 1985 –y hasta el 9 de diciembre de ese año– Alfonsín impuso el primero. Previamente, el 21 de octubre el gobierno había dispuesto el arresto del consultor Rosendo Fraga, del represor Guillermo Suárez Mason y de otras 10 personas. Esa orden dictada sin orden judicial provocó fuertes críticas que el gobierno intentó paliar decretando el estado de sitio con posterioridad.
ron2.gif (93 bytes)   El 29 de mayo de 1989 –con el acuerdo del entonces presidente electo, Carlos Menem– Alfonsín volvió a hacer uso de la medida, ante la ola de saqueos a supermercados. Duró hasta el 27 de junio y en ese lapso se arrestaron 57 personas.
ron2.gif (93 bytes)   Menem lo implantó el 3 de diciembre de 1990 como respuesta a un alzamiento militar carapintada comandado por el entonces coronel Mohamed Alí Seineldín. Una vez que sofocó el levantamiento, dos días después lo levantó.


 

LAS TEORIAS DE LOS ESPIAS Y SERVICIOS DE SEGURIDAD
Todo es una gran conspiración

Por Raúl Kollmann

t.gif (862 bytes) “Todo esto es parte de un plan para poner a las Fuerzas Armadas y de seguridad en la calle, que Carlos Menem se ponga en el centro del escenario y el destino final es la postergación de las elecciones.” Semejante visión conspirativa está hoy instalada en hombres de primera línea de los servicios de inteligencia –ya muy cerca de Duhalde y con gran desconfianza en el Presidente– que creen que hay toda una maniobra política para dejar correr a los camioneros y crear la necesidad de “un estado de excepción”. Buena parte de la clase política cree que se trata de un diagnóstico delirante aunque ayer dos radicales de primera línea, Federico Storani y Leopoldo Moreau, les hicieron saber a sus compañeros de partido que “acá se está agrandando el conflicto y detrás hay una jugada de la derecha y del propio Menem”.
Los más menemistas en los servicios de seguridad –policías, gendarmes, prefectos– e inteligencia vienen reiterando desde hace meses el diagnóstico de la inestabilidad social, pero le echan la culpa al Frepaso y en algunos casos hasta hablan de Montoneros como si la organización todavía existiera. Son los que ven subversivos en la agrupación HIJOS y desconfían de los sacerdotes que reflejan a los sectores más carenciados. Estos expertos en represión respaldarían cualquier iniciativa del Presidente. “Menem no se va a ir así nomás”, fanfarronean, sugiriendo que el conflicto con los camioneros y los de Neuquén y Corrientes abren la posibilidad de que se quede y vuelva a acumular el poder que según ellos nunca perdió.
En una vereda distinta están los que empezaron a acercarse al duhaldismo. También ellos sostienen que detrás del movimiento de camioneros hay una maniobra extraña, alentada desde el poder. “Los han dejado correr para crear el clima de conmoción. Con una situación de caos van a plantear la militarización y después el fujimorazo, es decir que intentarán cerrar el Congreso o postergar las elecciones. Menem y sobre todo la gente que lo rodea se quieren perpetuar, cueste lo que cueste”, disparan.
A prudente distancia de esa visión, otros integrantes del submundo de la inteligencia reconocen como fantasiosa la idea de que Menem prepara un autogolpe o una postergación de las elecciones. Sin embargo, insisten en que el propio Presidente alentó la postura de los camioneros impulsando el proyecto de reducción del 70 por ciento del impuesto y haciendo después un guiño para que fueran al paro: todo tendría el supuesto objetivo de ponerse nuevamente en el centro de un escenario del que ya ha sido desplazado. “La estrategia es no perder poder, establecer el estado de sitio, mostrar mano dura y presentarse como el hombre del orden”, diagnostican.
Para la mayor parte de los políticos todas estas elucubraciones no son más que “pescado podrido” de los servicios. Ayer Storani y Moreau incluso mencionaron que hubo algún nivel de vinculación entre el grupo Albatros, los hombres de la Prefectura que participaron del alzamiento de Seineldín, y algunos camioneros, pero esos mismos dirigentes radicales desecharon la idea por falta de pruebas. Lo cierto es que desde las Fuerzas Armadas, de seguridad e inteligencia se han echado a rodar versiones y cada uno difunde a su manera una posible novela de terror con imágenes sacadas del pasado.

 

PRINCIPAL