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LA HUIDA DEL CROATA MIRKO ETEROVIC
Un pasaporte vencido

El profesor de 86 años hizo escala en San Pablo, pero para seguir viaje el pasaporte argentino no le sirve, venció en 1996. La DAIA y el INADI intentarán llevarlo ante la Justicia.

Mirko Eterovic en su casa de Maipú, Córdoba, antes de viajar.
Primero recibió a la prensa, luego su familia no habló más.

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Por Mónica Gutiérrez

t.gif (862 bytes) El profesor de latín y griego croata Mirko Eterovic dejó en la tarde del martes la ciudad de Córdoba, donde vivió en los últimos cuarenta años, rumbo a San Pablo, Brasil, siendo posible que intente seguir viaje a Europa, presumiblemente a Londres, donde vive uno de sus hijos, pese a lo cual el gobierno argentino le retiraría la ciudadanía. Ambas cosas tienen origen en que el anciano profesor de 86 años fue detectado en una lista de criminales de guerra que después de la derrota del nazismo huyeron a la Argentina, entre 1947 y 1950.
A última hora del martes Eterovic llegó al aeropuerto Guharullos, en San Pablo, en el vuelo 493 de la empresa Varig, que había partido desde Córdoba, y trascendió que habría tomado otro avión con destino a Inglaterra, para encontrarse con su hijo. Según los vecinos, la esposa de Eterovic espera que el viaje de su marido sea momentáneo, “hasta que todo pase y la situación se aclare”, o al menos eso es lo que le dijeron a laanciana mujer, quien vive en el barrio Maipú de la capital cordobesa. Eterovic llegó a Brasil probablemente utilizando la cédula de identidad, ya que el pasaporte está vencido desde 1996. No se descarta que posea alguna documentación europea. Víctor Ramos, titular del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobiay el Racismo (INADI) adelantó que no se detendrá la ofensiva del organismo para anular la ciudadanía de Eterovic, además de radicar una presentación en el juzgado de Gustavo Literas.
Precisamente, el INADI y la DAIA fueron los encargados de denunciar la presencia en el país del presunto criminal de guerra.
Cuando todavía no salieron de su asombro por la revelación de los medios sobre Eterovic, los vecinos de la calle Ferroviarios, en el barrio Maipú, vieron salir intempestivamente al viejo profesor camino al aeropuerto. La mayoría de los vecinos conoce su trayectoria en la universidad, donde fue profesor de lenguas clásicas hasta que se jubiló, en 1985, pero todos coinciden en haber tenido escaso contacto con él, porque es un hombre muy parco. Los vecinos recuerdan perfectamente a sus hijos: Adrián, que vive en Londres, Vesna, que reside en Puerto Rico, y María, la única que vive en Córdoba, y ven a los nietos que visitan asiduamente al matrimonio en la casa de dos plantas muy amplia, austera y algo descuidada. Semanalmente los hijos hablaban desde el extranjero. Los días posteriores a la denuncia su hija .-la única que reside en Argentina– se hizo cargo del asunto. Después de que la DAIA pidiera su captura y su juzgamiento en el país el lunes pasado, un par de abogados desfilaron por el domicilio.
“Déjenlos de molestar, están muy cansados por todo esto”, dijo anoche una voz femenina en el teléfono ante la consulta de este diario. El viernes pasado Página/12 había conversado largamente con el croata acusado de cientos de crímenes cometidos contra serbios y judíos en los años de la segunda guerra. “Sólo educar –había dicho Eterovic–, eso es lo único que hice en mi vida.” En esa oportunidad recordó que su paso por las universidades Nacional y Católica de Córdoba y por dos colegios, el La Salle y el Monserrat, que “me permitieron formar a diez mil argentinos. No cualquiera tenía la capacidad para escuchar mis clases, entonces yo hacía una selección secreta, tomándoles a los estudiantes un examen de inteligencia; con eso descubrí que, a diferencia de Europa, aquí eran superiores las mujeres”, contó. Eterovic se jactó de haber traído al país “una disciplina desconocida hasta entonces, la filología clásica”, dando clases en la Facultad de Filosofía de la universidad cordobesa.
Recordó que vino al país en 1947 y justificó su accionar durante la guerra en un “pedido expreso del arzobispo croata Stepinak”, aunque señaló que su función era la de defensor del pueblo u ombudsman. En su diálogo con este diario, Eterovic apeló varias veces a su “fe religiosa” y dejó claro que sus relaciones con la jerarquía eclesiástica fueron determinantes para su llegada como inmigrante a la Argentina en 1947, cuando contaba con 34 años. Precisó que envió judíos y gitanos a Italia, para que “estuvieran a salvo bajo el régimen de Mussolini” y no ocultó su odio contra los serbios: “Yugoslavia es una tierra demoníaca, porque la impusieron los franceses, los ingleses y los norteamericanos para tener bajo su poder cinco naciones, que querían cada una su autonomía; debió llamarse Serboslavia porque los serbios eran los únicos privilegiados que hacían los que querían en el país, ultimando a croatas, eslovenos, macedonios...”.
Sobre la intervención de la OTAN en su territorio natal, Eterovic opinó que “gracias a Dios alguien por lo menos castigó a Serbia por los crímenes que cometieron”, aunque agregó que tampoco cree “en lo que hacen los capitalistas, porque tienen por único objetivo llenarse los bolsillos”.
Negó una y otra vez haber pertenecido al régimen nazi pero no ocultó su complacencia con Adolf Hitler, quien, a su juicio, “entendió el deseo deindependencia del pueblo croata y lo respetó. Todos los que habíamos creado el Estado croata nos llamábamos ustashas, que en nuestra lengua significa el hombre que se levantó contra el tirano”.

 

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