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Por C.A. El escrito parece un compendio barroco de las formas de un honor versallesco. "Dios nuestro señor proteja y guarde por siempre a Vuestra Excelencia", es apenas la despedida del escrito de un juez a otro, que va al límite en el uso del decoro entre magistrados. Es, en rigor, la respuesta a un llamado de atención, por la manera en que el uno se dirigió al otro en un oficio. Eduardo Alberto Daffis Niklison, juez de instrucción llamó VS, o sea Vuestra Señoría, en lugar de VE, o sea Vuestra Excelencia, a Alfredo Héctor Rizzo Romano, juez de un Tribunal Oral. Su Excelencia le recordó que debía guardar el "debido estilo". Su Señoría le contestó, sin perder definitivamente la compostura, pero con una dosis letal de ironía desde el comienzo: "Excelentísimo presidente de debate a cargo de ese también excelentísimo tribunal", y continúa el viejo lenguaje de las pelucas. El problema de estilo acusado por el juez de Cámara, Rizzo Romano, no es la primera "corrección" que el magistrado realiza a jueces correccionales, según fuentes judiciales. El hecho es que en la práctica tribunalicia cuando un juez de primera instancia se dirige a un colega, el encabezamiento del oficio es "tengo el agrado de dirigirme a vuestra señoría". Cuando el magistrado de ese nivel jerárquico se dirige a superiores, o sea jueces de Cámara, o de la Suprema Corte, debe decir "tengo el honor de dirigirme a Vuestra Excelencia". Por eso el reto de Rizzo Romano: "Cuando se dirija a los integrantes de este Excelentísimo Organo Colegiado, deberá guardar el debido estilo". Y de ahí la paciencia rota de Daffis Niklison que contestó con una ironía inusitada para los papeles membretados. "Tengo el altísimo e inmerecido honor --arremete Daffis-- de dirigirme al dignísimo y nunca bien ponderado Señor Presidente de Debate del Excelentísimo Tribunal Oral en lo Criminal Oral Nº 12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Capital Federal de la República Argentina". Y para profundizar en su propia inferioridad, dice que lo hace en su "humilde y modesto carácter" de juez en lo criminal. Y metiendo el dedo en la llaga de su inferioridad, escribe su cargo en una letra enana, al lado de la que se refiere a la superioridad. Y se excusa: "Se debió seguramente a un error material e involuntario por parte del suscripto, debido al cúmulo de tareas que sobrelleva el tribunal". Y allí la piedra que provocó al menos la simpatía de sus colegas jueces de instrucción con Daffis Niklison, aunque ninguno de ellos quiera opinar con datos personales sobre lo que se dice por escrito. "La realidad es que hay temas mucho más importantes que debatir en la Justicia. Los juzgados de instrucción estamos todos excedidos de trabajo, es tanto lo que hay que hacer, es tal la locura que esos errores se cometen, y debería ser evidente para un camarista", le dijo a Página/12 un magistrado. Otra alta fuente de tribunales explicó una divergencia de fondo en cuanto a las jerarquías. "Los jueces de un tribunal oral, aunque su denominación --de Cámara-- y sueldo sea superior, no ejercen sobre el juez de instrucción ningún poder, tal como ocurre los integrantes de las cámara de apelaciones o la Suprema Corte", dijo. Desde la Roma antigua que las formas del derecho insisten. "Pero ahora se nota que todo se ha relajado, está más achanchado el estilo", le dijo ayer a este diario un ex camarista bonaerense, ya retirado. Para el viejo camarista la digna despedida es "Dios guarde a VE". Y la que escribió Daffis: "Dios Nuestro Señor proteja y guarde por siempre a VE", es en su colegiada opinión "una verdadera tomada de pelo". Dice el juez que recuerda un solo caso de ironía semejante: cuando una perito terminó un informe sobre un violador, con un "a VS, a quien Dios guarde, como diciéndole que tuviera cuidado con el sátiro".
UN EXTRAÑO ROBO EN UN BANCO DE RECOLETA La mujer
deslizó el papel por debajo del vidrio. Estoy con una enfermedad terminal, dame
3000 pesos, hay gente mía armada mirándote, se leía en el papel. El cajero tuvo
miedo, dijo, pero no dudó: inmediatamente entregó la plata. La mujer, de unos 60 años,
ocultó el dinero en su tapado y se retiró. Nadie se enteró de lo ocurrido: ni clientes
ni empleados. Y tampoco el personal de seguridad del banco. Recién 20 minutos después,
el cajero avisó al gerente y se alertó a la policía. El curioso episodio se vivió ayer
en una sucursal de la Banca Nazionale del Lavoro del barrio de Recoleta. Para la policía,
sin embargo, no se puede calificar al hecho como un robo: se trata del cuento del
tío a un cajero.
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