Por Eduardo Videla A los 27 años, Carlos Alberto
Duré es un hombre preocupado por los chicos abandonados que todos los días ve en las
calles del Once y el Abasto. Nunca pensó ser padre. Hasta el martes a la noche, cuando
encontró una beba de dos meses en medio de un container de basura, sobre la avenida
Corrientes al 2900. Ahora quiere adoptar a la niña. Sabe que es difícil, porque es
soltero, pero como tiene novia, dice, ambos la podrían criar. Aunque primero
tendría que preguntarle a ella, que está de viaje y todavía no sabe nada, aclara.
La beba, bautizada como Carla en homenaje a quien le salvó la vida, está ahora en la ex
Casa Cuna, bajo la tutela de una jueza de Menores. Estoy esperando que me llame. Voy
a luchar para conseguir la adopción, se ilusiona.
Carlos deambuló casi dos horas con la beba en brazos hasta decidir qué hacer. No tiene
familia y sus únicos amigos estaban en la Biblioteca del Congreso, donde suele ir a
estudiar. Hasta allí fue caminando, con la niña envuelta en una manta. Durmió
todo el tiempo, ni se quejó. Si cuando me miraba hasta se sonreía, contó a este
diario. Ahora la extraña y dice que hoy a primera hora irá hasta la Casa Cuna para
visitarla.
El martes por la noche había ido a matar el tiempo al shopping Abasto. Cuando volvía
caminando por Corrientes escuchó un quejido y miró al costado: sólo vio un tacho de
basura, de esos grandes, de plástico, sobre la vereda. Eran casi las 9 y no había
demasiada gente en la calle. Hizo una cuadra más, hasta Pueyrredón, pero el grito le
quedó zumbando en el oído. Y volvió para sacarse la duda.
Cuando destapó el container, primero vio un bolso y luego una manta. Y dentro de la
manta, a la chiquita, con lo ojos cerrados. Pensé que estaba muerta, pero
dormía, dijo. Me pasaron un montón de cosas por la cabeza en un segundo:
¿La habrían robado? ¿Quién pudo hacer esto?, se preguntó. Sin respuestas, tomó
la beba en brazos, se colgó el bolso al hombro y caminó seis a cuadras hasta la pensión
de Bartolomé Mitre al 2600, donde vive. En el camino vio pasar el camión de Cliba, uno
de los que anda a esa hora levantando containers y bolsas de basura.
Entré medio de contrabando, porque ahí saben que soy soltero, ¿qué iba a andar
haciendo con un bebé?, confió. En el bolso, pudo ver, había pañales, ropita y un
perfume. La nena estaba bien, no se veía desnutrida, estaba bien vestida, aunque
con un poco de olor a basura, precisó. Entonces, Carlos pensó: Ya que la
encontré la voy a adoptar. Pero no sabía cómo hacer. Entonces, decidió consultar
a la única gente en quien confía: los empleados de la biblioteca y sus compañeros de
estudio, con quienes comparte buena parte del día.
Llegó allí a las 22.30. Cuando les contaba lo que me había pasado no me creían.
¡Ni se habían dado cuenta de que tenía la nena en brazos! Tan tranquila
estaba..., recordó. Las empleadas llamaron al jefe, el abogado Juan Carlos
Petronacci, quien sugirió dar aviso a la policía. Pero mientras tanto, dos empleadas le
dieron de tomar leche en cucharitas, porque acá no hay mamaderas y la nena ya
tenía hambre, aclaró Petronacci. Mientras, otra empleada había ido a comprar
pañales porque, se notaba, ya era hora de cambiarla. Y entre todas la llamaron Carla.
Carlos fue a declarar a la comisaría 6ª y la nena partió en una ambulancia hacia el
Hospital Ramos Mejía. Estaba en buen estado de salud. Es delgadita pero saludable y
pesa 4,300 kilos. Por su desarrollo, calculamos que es una nena de dos meses,
informó a Página/12 Guillermo Chiesa, pediatra de guardia del Ramos Mejía.
Carlos tuvo que contar su vida en la comisaría sexta: que vivió en Quilmes hasta 1993,
cuando murió su papá; que se fue a Posadas y después a Encarnación, Paraguay, donde
falleció su madre; que luego vivió en Paraná, donde estudió Economía Política en la
Universidad Nacional de Entre Ríos; que al final volvió a Buenos Aires, donde vive en
una pensión y se prepara para ingresar en la UBA, mientras trabaja como técnico en
informática y hace pasantías en administración contable. Y que encontró una beba en un
container y no dio inmediato aviso a la policía porque pensaba adoptarla y no sabía
cómo hacer.
Carlos quiere aprovechar esta fugaz notoriedad para que lo escuchen: Quiero pedir al
Consejo Nacional del Menor y la Familia, al Ministerio de Acción Social y a los
funcionarios involucrados que hagan algo por los chicos. Ellos tienen poder político y
económico para sacarlos de la calle, donde son explotados y abusados, y de la
droga, reclamó. Es que Carlos ha compartido horas con esos chicos que, cuenta,
se aniquilan con pasta base en las veredas de Once y Abasto, cuando anochece.
Por orden de la jueza de menores Adriana Leiras, que calificó la causa como
abandono de persona, Carla fue trasladada a la ex Casa Cuna, donde quedó
anotada como NN.
¿No se arrepiente de haberla llevado a la Biblioteca? le preguntó Página/12
a Carlos.
Pensé en quedármela directamente, en llevarla al interior, donde nadie pregunta
nada. Pero hasta ahora no tengo ninguna mancha ni la quiero tener. Prefiero seguir todos
los pasos y pelear como corresponde para adoptarla.
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