Por C. B. El dibujante editorial es, en alguna
medida, un sodomita: tiene que tener mucho poder de penetración, pero a la vez mucha
delicadeza. Chico Caruso resumió así su idea de lo que es hacer humor político en
los medios gráficos brasileños más importantes, tarea que desempeñó durante varios
años en Jornal do Brasil, y hoy cumple en las tapas de O Globo. Después de decir
esto en público varias veces, descubrí que habían dejado de invitarme a las mesas
redondas, bromeó el humorista, responsable entre otras cosas de que un retrato del
ex presidente Collor de Melo, sentado en un escaño del Congreso como si fuera un inodoro,
con los pantalones bajos, apareciera en la tapa de uno de los diarios más vendidos de
Brasil. La cita fue parte de la discusión en la que participaron seis humoristas
gráficos, convocados por el Freedom Forum, y que les proponía compartir reflexiones y
anécdotas sobre la tarea del dibujante político. Animado quizá por el tono de los
oradores, hasta Santo Biasatti se dio el lujo de hacer un chiste. Había que llamar
a alguien para coordinar una charla sobre humor y, por supuesto, pensaron en mí,
ironizó el periodista, que ya no se toma tan en serio su fama de inmutable.
Somos todos hijos de Sábat, reconoció Miguel Rep, apostado en una esquina de
la mesa, al ceder la palabra a Hermenegildo Sábat, uno de los nombres históricos de la
profesión que publica a diario sus trabajos en Clarín. Tratamos de comunicar
nuestra alegría por la democracia y nuestros temores porque no se la respete, ya que la
libertad es el fundamento último de nuestro trabajo, comentó Sábat. Y destacó el
aporte de algunos medios, hoy ya míticos, a que se reconociera la tarea de los humoristas
políticos. Tuve la suerte de trabajar en La Opinión, un lugar desde el que se
proyectó la profesión; a través de medios como Caras y Caretas y El Mosquito se
hicieron aportes enormes a la democracia. No se trata de establecer matices de talento, el
problema pasa por la convicción de cada uno de nosotros, puntualizó. Y así
hemos pasado unos sustos para llegar hasta ahora, retrucó Andrés Cascioli, quien
recordó la rutina en épocas de dictadura: Vivíamos en una trinchera, éramos unos
inconscientes. Durante mucho tiempo tuvimos el Falcon en la puerta. Los años de
menemismo no alcanzaron una evaluación más optimista del responsable de Humor. La
pasé mal durante la dictadura, pero la paso igualmente mal ahora, viendo cómo desaparece
la gente. Porque no poder intervenir también es desaparecer.
En representación de la nueva generación de humoristas, Miguel Rep explicó que para él
el dibujo es una herramienta de conocimiento: Comprendo las cosas dibujando, así se
trate de un sacacorcho o de un sentimiento. Y expresó su admiración por los
presentes. Yo fracasé como humorista político. Después de mucha búsqueda,
derivé en una tira en la contratapa de Página/12 que es distinta cada día. Eso es para
mí la libertad. A su lado, Alfredo Sabat subrayó la responsabilidad de dibujar en
democracia: Uno de los planteos necesarios es que lo que uno puede llegar a decir
puede afectar al Estado democrático. Hay que cuidarse para no afectar, no a algún señor
que se pueda ofender por el dibujo, sino a la democracia misma.
Paulo Caruso, hermano gemelo de Chico, es el dibujante político con más años en la
industria gráfica de su país. La caricatura es la gran ilustración del período
en que vivimos, señaló, y exhibió sus trabajos, especialmente la serie Bar
Brasil, en la que caricaturizó a todo el mundillo político brasileño y abordó
los escándalos públicos con estética de comic. La proyección de la obra de su hermano
incluyó varios dibujos de Fernando Collor de Melo. Uno de ellos imaginaba una cumbre de
líderes mundiales en la que cada uno vestía el traje típico del país, y en donde el ex
presidente brasileño sonreía vestido de presidiario. Estos dibujos, y muestras del
trabajo de todos los presentes, se exhiben hasta fin de julio en el Centro Cultural
Recoleta.
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