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UNA MESA DE HUMOR Y POLITICA, EN EL FREEDOM FORUM
“El dibujante es un sodomita”

Esa fue la frase con la que Chico Caruso, de Brasil, definió su profesión, en un debate con pares argentinos, coordinado por Santo Biasatti.

La mesa del FF incluyó a Rep, Hermenegildo Sábat y Andrés Cascioli.
Se analizaron, entre otros temas, los cambios en las últimas décadas.

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Por C. B.

t.gif (862 bytes) ”El dibujante editorial es, en alguna medida, un sodomita: tiene que tener mucho poder de penetración, pero a la vez mucha delicadeza.” Chico Caruso resumió así su idea de lo que es hacer humor político en los medios gráficos brasileños más importantes, tarea que desempeñó durante varios años en Jornal do Brasil, y hoy cumple en las tapas de O Globo. “Después de decir esto en público varias veces, descubrí que habían dejado de invitarme a las mesas redondas”, bromeó el humorista, responsable entre otras cosas de que un retrato del ex presidente Collor de Melo, sentado en un escaño del Congreso como si fuera un inodoro, con los pantalones bajos, apareciera en la tapa de uno de los diarios más vendidos de Brasil. La cita fue parte de la discusión en la que participaron seis humoristas gráficos, convocados por el Freedom Forum, y que les proponía compartir reflexiones y anécdotas sobre la tarea del dibujante político. Animado quizá por el tono de los oradores, hasta Santo Biasatti se dio el lujo de hacer un chiste. “Había que llamar a alguien para coordinar una charla sobre humor y, por supuesto, pensaron en mí”, ironizó el periodista, que ya no se toma tan en serio su fama de inmutable.
“Somos todos hijos de Sábat”, reconoció Miguel Rep, apostado en una esquina de la mesa, al ceder la palabra a Hermenegildo Sábat, uno de los nombres históricos de la profesión que publica a diario sus trabajos en Clarín. “Tratamos de comunicar nuestra alegría por la democracia y nuestros temores porque no se la respete, ya que la libertad es el fundamento último de nuestro trabajo”, comentó Sábat. Y destacó el aporte de algunos medios, hoy ya míticos, a que se reconociera la tarea de los humoristas políticos. “Tuve la suerte de trabajar en La Opinión, un lugar desde el que se proyectó la profesión; a través de medios como Caras y Caretas y El Mosquito se hicieron aportes enormes a la democracia. No se trata de establecer matices de talento, el problema pasa por la convicción de cada uno de nosotros”, puntualizó. “Y así hemos pasado unos sustos para llegar hasta ahora”, retrucó Andrés Cascioli, quien recordó la rutina en épocas de dictadura: “Vivíamos en una trinchera, éramos unos inconscientes. Durante mucho tiempo tuvimos el Falcon en la puerta”. Los años de menemismo no alcanzaron una evaluación más optimista del responsable de Humor. “La pasé mal durante la dictadura, pero la paso igualmente mal ahora, viendo cómo desaparece la gente. Porque no poder intervenir también es desaparecer.”
En representación de la nueva generación de humoristas, Miguel Rep explicó que para él el dibujo es una herramienta de conocimiento: “Comprendo las cosas dibujando, así se trate de un sacacorcho o de un sentimiento”. Y expresó su admiración por los presentes. “Yo fracasé como humorista político. Después de mucha búsqueda, derivé en una tira en la contratapa de Página/12 que es distinta cada día. Eso es para mí la libertad.” A su lado, Alfredo Sabat subrayó la responsabilidad de dibujar en democracia: “Uno de los planteos necesarios es que lo que uno puede llegar a decir puede afectar al Estado democrático. Hay que cuidarse para no afectar, no a algún señor que se pueda ofender por el dibujo, sino a la democracia misma”.
Paulo Caruso, hermano gemelo de Chico, es el dibujante político con más años en la industria gráfica de su país. “La caricatura es la gran ilustración del período en que vivimos”, señaló, y exhibió sus trabajos, especialmente la serie “Bar Brasil”, en la que caricaturizó a todo el mundillo político brasileño y abordó los escándalos públicos con estética de comic. La proyección de la obra de su hermano incluyó varios dibujos de Fernando Collor de Melo. Uno de ellos imaginaba una cumbre de líderes mundiales en la que cada uno vestía el traje típico del país, y en donde el ex presidente brasileño sonreía vestido de presidiario. Estos dibujos, y muestras del trabajo de todos los presentes, se exhiben hasta fin de julio en el Centro Cultural Recoleta.

 

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