UNO. Buenas noticias:
el escritor chileno Roberto Bolaño (Santiago, 1953) acaba de ganar el prestigioso Premio
Rómulo Gallegos por su novela Los detectives salvajes, una novela todavía más
importante que el premio que acaba de recibir. Lo que cada si se lo piensa un
poco cada vez ocurre menos.
DOS. Como quien no quiere la cosa, como se trata de acortar camino para llegar a ese sitio
a donde van a dar todas las definiciones apresuradas, Bolaño definió en estos días a
Los detectives salvajes como una novela de aventuras con sexo, drogas y rock and
roll, una saga internacional y nómade que narra las idas y vueltas de una
generación que pretendía hacer la revolución armada, y nos fue como nos fue; peor,
imposible. Alguien ha comparado a Bolaño con Pynchon y DeLillo y a Los detectives
salvajes con Rayuela y Paradiso o con el tipo de novela que Borges hubiera aceptado
escribir. Los detectives salvajes novela coral y cosmopolita, cajas chinas
llenas de muñecas rusas, historias adentro de historias cuenta la búsqueda
iniciática y final de una escritora mexicana desaparecida durante la revolución en el
marco de los antes, los después y los durante de un subversivo grupo de poetas, los
real visceralistas entre los que se encuentra y se pierde esa derrota
triunfal, ese tránsito sin mapa ni brújula de un tal Arturo Belano.
TRES. Arturo Belano es eso que suele denominarse un transparente alter ego del
autor. Arturo Belano aparece en buena parte de la muy buena obra de Bolaño. Arturo
Belano todavía se llama Roberto Bolaño en el último capítulo/nouvelle de La literatura
nazi en América Latina (1996), pero muta a Arturo Belano en su magistral reescritura como
Estrella distante (también de 1996). Arturo Belano está en los mejores cuentos de
Llamadas telefónicas (1997) y va a volver a estar seguro en los mejores
cuentos del próximo libro de Bolaño a titularse Sabios de Sodoma. Y Arturo Belano está
en el recién aparecido Amuleto, novela breve en páginas pero infinita en resonancias que
como ocurría con Estrella distante es un out-take regrabado en versión
extended-play de una de las historias que hacen a la historia de Los detectives salvajes.
CUATRO. La última vez que vi a Roberto Bolaño (digo vi porque me refiero a exactamente
eso: a verlo; hablamos seguido por teléfono, pero Bolaño vive en Blanes, Bolaño es
el escritor de Blanes, a hora y pico en tren de Barcelona y no
baja seguido a la ciudad) me contó de un nuevo cuento de Arturo Belano que
estaba escribiendo. Está buenísimo, dijo y me dijo que narraba el retorno de
Arturo Belano a México después de tantos años, para el velorio de su mejor amigo.
Perdón: ¿Belano no se había suicidado?, le pregunté. Bolaño se puso
nervioso y me dijo que por qué pensaba eso, que de dónde lo había sacado, que de
ningún modo. Le recordé a Bolaño la nota que abre Estrella distante donde se lee:
Esta historia me la contó mi compatriota Arturo B, veterano de guerras floridas y
suicida en Africa; le señalé a Bolaño la oscura desaparición de Belano en el
continente negro en las casi últimas páginas de Los detectives salvajes. Bolaño se
hacía el que no escuchaba y ensayó una redefinición de la palabra suicida como
dícese de aquel que piensa en suicidarse, pero no tiene por qué hacerlo o haberlo
hecho, o algo por el estilo. El suicidio como vocación teórica y no destino
práctico. Esas cosas. Después de las carcajadas de rigor las de él y las
mías le dije que alguien que se atreve a profetizar el futuro de toda la literatura
(en la página 134 deAmuleto, Bolaño asegura por citar algunos ejemplos que
Virginia Woolf se reencarnará en una nadadora argentina en el año 2076, que
Giorgio Bassani saldrá de su tumba en el año 2167, que Adolfo Bioy
Casares verá toda su obra llevada al cine en el año 2105, que Alejandra
Pizarnik perderá a su última lectora en el año 2100. Alfonsina Storni se reencarnará
en gato o león marino, no lo puedo precisar, en el año 2050) no puede perder el
tiempo en esas nimiedades. Alguien que escribe sin tropezarse ni caer en el fácil y
habitual panfleto demagógico una y otra vez sobre el encierro de un continente que
extravió la llave, sobre un continente que se suicida cada tanto y todas las veces que
sea necesario para convencerse de que está vivo, no tiene que andar preocuparse por la
inmensa pequeñez de un personaje que ya es inmortal. Bolaño, por supuesto, cambió de
tema. Más o menos. Me preguntó si se me había suicidado algún personaje alguna vez, me
preguntó qué había hecho yo al respecto.
CINCO. Buenas noticias: el escritor chileno Roberto Bolaño acaba de ganar el prestigioso
Premio Rómulo Gallegos por su novela Los detectives salvajes, libro que abre la puerta
para ir a jugar un nuevo y mejor juego afuera y adentro de la literatura en español.
Mejores noticias todavía: Arturo Belano está vivo, no se suicidó. Arturo Belano
como Roberto Bolaño está suelto y va a ser difícil que alguien lo alcance,
lo encierre y lo suicide.
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