Por Horacio Rovelli* |
Observamos atónitos cómo un gobierno que despidió trabajadores del sector público, que aplicó un plan económico que concentró la riqueza, que condenó a nuestras empobrecidas economías regionales a competir abiertamente con el exterior, cede ante la presión de las empresas de transporte de pasajeros y carga, y no les cobra nada por sus cuantiosos patrimonios. La falta de vocación recaudatoria está claramente expresada en que el mismo gobierno, cuando confecciona la Balanza de Pagos, estima que hay no menos de u$s 70.000 millones de activos financieros de residentes argentinos en el exterior. Y es obvio que los dueños de esos activos financieros de residentes argentinos en el exterior no los declaran en el Impuesto a los Bienes Personales. Lo mismo pasa con el Impuesto a las Ganancias, donde por un lado la legislación exime del gravamen a las rentas financieras generadas por el capital y, por el otro, como lo denunciara el diputado Oscar Lamberto, cuando se trató la Reforma Tributaria, no declaran ganancias firmas como Aerolíneas Argentinas, Aguas Argentinas, Alba, Astra, Caja de Ahorro y Seguros, Banco Río, Coca-Cola, Gatic, General Motors, Iveco Argentina, La Plata Cereal, Molinos Río de la Plata, Sevel, Sideco Americana, Siderca, Volkswagen Argentina, Wal Mart, etcétera. Es la misma legislación y política de control que le hace decir al ministro de Economía, Roque Benjamín Fernández, que los que pagan Ganancias en nuestro país son unos tontos. La principal fuente tributaria de la Nación es el IVA (unos 22.000 millones de pesos al año), que pagamos los que no tenemos capacidad de ahorro. Con lo que tenemos el raro privilegio de ser el país miembro del FMI que más grava al consumo (54,6% del total de los ingresos tributarios) y ser, después de Uruguay y Chile, el país que menos grava a la renta y a la propiedad (18,53% del total de los ingresos tributarios), cuando en los países desarrollados el impuesto a la renta y a la propiedad no baja del 55% de la recaudación. En síntesis, lo que pasó con el gravamen para los docentes demuestra que los que tienen poder económico mediante su política de presión (sutiles una, abiertas otras) no quieren pagar y no pagan y los que cumplimos con la obligación constitucional de contribuir al mantenimiento del erario (en este caso para la educación, en otros para la salud pública, la ayuda social, el pago a los jubilados, etc.) somos, para ellos, unos tontos. Benjamín Franklin sostenía que ... en Estados Unidos hay dos cosas inevitables: la muerte y pagar impuestos. Solamente seremos un país del Primer Mundo como le gusta decir al Presidente cuando aprendamos y apliquemos esa filosofía. * Economista de la Alianza
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